Nota introductoria: Un "cajón de sastre" es aquel en el que se guardan cosas diversas. Desde retazos de tela, hasta botones e hilos. En esta ocasión, como trataré tres temas distintos en este espacio, creí conveniente titular estas líneas con ese título.
En primer término, quiero comentar el fallecimiento de don Braulio Fernández Aguirre, pues no por esperada su partida deja de ser dolorosa.
Después de una fructífera vida, don Braulio al fin descansó. Sus hijos, nietos y bisnietos, lamentan su partida, pero seguramente, también le agradecen a Dios el haberles permitido disfrutarlo durante tantos años.
Si se me pidiera un calificativo para don Braulio, yo utilizaría el de: "un caballero". Hombre educado, de memoria envidiable y dotado de un gran don de gentes. Desde muy joven aprendí a apreciar sus virtudes y siempre que lo encontraba por ahí pude comprobar que las mismas seguían estando intactas.
Como en la canción de Alberto Cortés, don Braulio deja entre sus amigos "un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo". Pero más que lamentar su muerte, alegrémonos de haber tenido la oportunidad de conocer a un hombre excepcional.
Addenda II.- En otro tema, deseo comentar que le ruego a Dios que le dé pronta y total recuperación a Andrés Manuel López Obrador.
Sé que hay quienes rogarían en contrario, pero considero que no es humanitario ese deseo.
Además, no hay en nuestro país un líder de izquierda de su talla y en una nación democrática siempre es necesario que exista un contrapaso del gobierno, a fin de que éste no caiga definitivamente en el autoritarismo.
Podemos no estar de acuerdo con él en muchas cosas y hasta bromear diciendo que: "Seguramente al salir del hospital, impugnará el resultado de los análisis", pero no podemos negar que su presencia es necesaria en el escenario nacional.
Porque al margen de fobias y filias, tenemos que admitir que ha sido un hombre congruente. Nunca ha dejado de ser oposición y hay miles que lo siguen como girasol a la luz.
Como diría mi amigo Carlos Ortiz: "No te rindas Andrés Manuel. Resiste, resiste".
Addenda III.- En esta época mi casa se llena de luces, flores y aromas, como solía ser en mis años infantiles.
Mi padre acostumbraba poner, en cubetas llenas de agua, gobernadora, que distribuía estratégicamente por toda la casa. De manera que entraba uno a ella y el olor de esa palta nos recordaba automáticamente que ya estábamos en la época navideña.
Dos anécdotas tengo de tiempos como éstos, una remota y otra reciente.
La remota sucedió cuando mi tía Lupe, muy contenta y llevando de la mano a su hijo el güero, le dijo a mi madre: "Concha. Voy a los puestos de Navidad a comprar un nuevo misterio, porque el mío ya está muy viejo".
Al poco rato regresó con los mismos honores y jaloneando al güero, muy enojada.
"Pos que pasó, Guadalupe?" -le preguntó mi madre. -¿Dónde está el misterio?".
"Ni me preguntes, porque vengo muy enojada. Resulta que llegamos al puesto y este niño baboso se cayó sobre el misterio. Así que nomás se lo pagué al dueño y me di media vuelta para la casa. Nomás a eso fuimos, a embocarle el dinero al viejo".
La otra le sucedió a una amiga mía, que al sacar de sus cajas las cosas del nacimiento, se percató de que faltaba "el ermitaño en su cueva con el diablo arriba"; y ni tarde ni perezosa se fue a comprar uno nuevo junto con sus hijos.
Lo encontró, también en los puestos de Navidad. Pero resulta que al comprarlo, el hijo más chico se empeñó en cargarlo y por estarse peleando con su hermano, dieron con la figura en un poste de acero y ésta se rompió. Volvieron a comprar otra, misma que también se rompió al subirse a su vehículo. Y así hasta en cuatro ocasiones, el niño dio cuenta de la figura, que por lo visto, no quería llegar completa a la casa.
El diablo, acechando al ermitaño, es una de las figuras más recordadas del Nacimiento y por tanto es imprescindible en esa representación.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".
