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Calidad de vida (III)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

La calidad de vida no implica sólo obtener bienes materiales o vivir en un entorno ambiental sano como lo hemos señalado anteriormente, también refiere a satisfactores "subjetivos" como adquirir o acceder a los medios que posibiliten un desarrollo cultural o cívico de las personas como individuos o en su calidad de pertenencia a una colectividad.

Si bien los bienes materiales supondrían un abanico mayor de posibilidades para acceder a alguna de las expresiones artísticas u otras formas de manifestación de la cultura, poseerlos no significa unívocamente que así sea, de hecho, nos son propiamente los estratos sociales con mayor apropiación de riqueza los que desarrollan la cultura, como tampoco los de menores ingresos por obvias razones, han sido, los estratos sociales medios quienes más contribuyen.

Para muchas personas, equivocadamente, el desarrollo de una expresión artística depende de los dones o virtudes afines que se posean, aunque haya quienes las tengan, pero socialmente no puedan desarrollarlas, porque la cultura o el capital cultural es asequible cuando se poseen otras formas de capital como el económico o social. Lo cierto es que, la calidad de vida depende también del desarrollo cultural de las personas, desde la selección de los alimentos hasta las formas de expresión artística, es decir, desde cuestiones prácticas y cotidianas hasta las de recreación subjetiva que provee el arte.

La cultura como conjunto de valores socialmente adquiridos, son determinantes para comprender la vida y el entorno en el cual esta se desarrolla; son esos valores los que definen la visión que adquirimos como individuos del entorno natural y social. La cultura es la mayor expresión evolutiva que ha adquirido la sociedad en su devenir histórico, constituye el rasgo distintivo de nuestra especie de las demás, ya que ésta no se rige por los mismos procesos o mecanismos que las otras especies, entre nosotros la selección no es natural, es cultural.

Por ello, el acceso a la cultura, vista más allá de las expresiones artísticas, como visión del mundo, es determinante para que orientemos nuestro desarrollo económico y social hacia la convivencia con nuestra especie y las otras que habitan el planeta; lamentablemente, la lucha encarnizada que hemos realizado y seguimos realizando entre nuestra misma especie, o la actitud depravadora con la naturaleza y, por consecuencia con otras especies, nos indican que quizá no podemos hablar de que hemos alcanzado el máximo nivel cultural, sino que aún nos falta mejorar esa visión del mundo hasta hoy configurada dentro del paradigma cultural basado en el racionalismo occidental.

También hay otro tipo de satisfactores "subjetivos" que inciden en la calidad de vida de las personas, nos referimos a aquellos que tienen que ver, aunado al sentido de identidad y pertenencia social que nos da la cultura, con el reconocimiento que los individuos adquirimos de nuestra participación en los procesos sociales, pero sobre todo los de índole político. La especie humana, como muchas otras especies, es de naturaleza gregaria, desde su nacimiento forma parte de una colectividad que comúnmente es la familia, se desarrolla como un ente social, en interacción con los demás, y una parte de esta relación, también como parte de su naturaleza, es de poder.

Históricamente, en el escaso período civilizatorio en que el hombre se ha desarrollado ha pervertido esa relación al mantenerla básicamente en el ámbito de la competencia por los recursos y no de la solidaridad. En esa historia los esfuerzos se han diferenciado entre aquellos que buscan prevalecer el interés colectivo con respecto al interés individual, donde al parecer este último ha prevalecido y es precisamente en la época actual donde la ideología del neoliberalismo ha ayudado para ello, al predominar la visión cultural y política de las élites que gobiernan sobre la de los ciudadanos.

Bajo estas condiciones, el ejercicio de ciudadanía, que no es otra cosa que el reconocimiento de los individuos sobre sus derechos y obligaciones frente a la sociedad, pero sobre todo ante el poder público, es débil en la mayor parte de los países aunque en algunos de ellos hay avances significativos. La relación entre el ejercicio de la ciudadanía con la calidad de vida estriba en la satisfacción que adquieren las personas como tales en su desempeño dentro de la colectividad, en la aceptación implícita de que esta funciona en un marco de valores y reglas que son respetadas y permiten la convivencia pacífica, no de que ese funcionamiento de basa en la simulación para posibilita la dominación.

En esta reflexión retrospectiva sobre la calidad de vida vemos que como concepto acuñado para referir a las posibilidades que tenemos las personas de vivir satisfactoriamente, quizá para algunos, los más, seguirá siendo una utopía porque la conjunción de los factores que le determinan difícilmente ocurrirá por mandato divino, sino que requiere un enorme esfuerzo individual y colectivo para alcanzarla, en la escala que sea. Finalmente, la vida y con ello la calidad que ésta adquiera, es el arte de lo posible.

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