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Campanas de Navidad

JULIO FAESLER

Una rotunda luz de luna bañó el límpido firmamento mexicano este miércoles, No pudo, pese a su limpidez, iluminar el escenario del todo. Se necesitaba algo más que la inmensa luna llena. Quizá la tengamos en los meses que vienen y arroje suficiente sobre la suerte de las diversas reformas que el gobierno y el Congreso han esparcido por el panorama político y económico del país.

De entre los históricos cambios que tenemos en el proceso legislativo en estos momentos destaca la Reforma Energética que domina el escenario por la profundidad de las transformaciones que anuncia. Se trata de la actividad de mayor visibilidad a lo largo de todo el siglo XX. El petróleo, sangre de la industrialización que forma al capitalismo moderno, ha dado fama e importancia a cualquiera nación que disponga de él.

México se ha visto lento en extremo para despertar a la modernización de las estructuras jurídicas y administrativas que han dado a otros países posiciones importantes en el mundo.

No es cuestión de reiterar aquí las profundas razones históricas que formaron la psicología del mexicano y que explican el porqué de lo anterior. Es, empero, un simple hecho que el no avanzar muy pronto en el aprovechamiento de nuestro petróleo quedaremos como importadores, más de lo que actualmente somos. No será el caso de cubrir sólo una parte de nuestras necesidades con gasolina y otros productos traídos de fuera, sino convertidos únicamente en productores marginales de combustibles y subproductos petroleros.

Lo anterior no tendría que ser una catástrofe sino sólo representar un lamentable fracaso de nuestra política económica que atribuiríamos a la cerrazón que la lúgubre combinación de corrupción sindical, interés electoral e impericia hacendaria. Por todo un siglo se perpetuó el engañoso mito con que se manipuló la credulidad popular alimentada en suspicacias y temores.

Una inesperada combinación de fuerzas que el PAN operó desde el sexenio de Calderón, y que por fin el PRI, adoptó para terminar con la mística nacionalista petrolera inscrita en la Constitución. Estamos, con la promulgación de la reforma en energéticos, sólo a punto de lograr la primera etapa del proceso. Faltan varias más.

El siguiente capítulo crucial es el que se abrirá a principios de 2014 con la doble tarea de definir en la legislación secundaria las características exactas de las relaciones contractuales que las empresas, públicas y privadas, nacionales o extranjeras, convendrán con la nueva Comisión de Energéticos prevista en la reforma.

La segunda parte de ese ejercicio será la negociación propiamente dicha con las entidades que quieran vender y procesar nuestro petróleo. Es cuestión de astucia comercial para maximizar los rendimientos de nuestro potencial.

Hay una tercera tarea que se avecina.

Se trata de la consulta popular que nuestros amigos de la izquierda recalcitrante insisten en echar andar con la única finalidad de tirar toda la reforma petrolera alegando su inconstitucionalidad.

La consulta popular es, desde luego, un mecanismo que desde hace bastante tiempo hemos insistido que se instaurara en nuestro país. Distinto al caso del referéndum que confirma la aprobación de un acto de gobierno, la consulta debe realizarse con anterioridad al acto en cuestión.

El que la izquierda hable de una consulta popular posterior a la aprobación de la Reforma Energética, sólo se explicaría arguyendo que el pueblo no fue consultado antes que el Congreso diera el paso que se tiene por ilegal e ilegítimo.

La discusión sobre la pertinencia de la consulta será para la Suprema Corte de la Nación, la única autoridad capaz de dirimirla.

Independientemente del criterio formalmente correcto, no puede obviarse el que la resistencia que la izquierda tuvo en participar en la discusión jurídica y política de esta cuestión en el marco del Pacto por México que ella suscribió, le impidió presentar con formalidad su razonamiento más allá de meros posicionamientos populistas. Como sucedió en el caso del Fobaproa, al llegar el momento de una discusión seria, parlamentaria, la posición de la izquierda resultó lamentablemente insuficiente. Derrotada la posición, la izquierda se refugió en la queja indefendible de que no había sido invitada a participar.

Estamos frente al mismo caso. Tras de retirarse airadamente del Pacto que buscaba consensuar un acuerdo, la izquierda recalcitrante alega que los intereses populares no fueron tomados en cuenta soslayando el que ella está, como todos sabemos, vehementemente representada en el Congreso que aprobó el documento a punto de promulgarse.

Las campanas y los villancicos ya nos invitan a los festejos del fin de año. Pasados éstos nos esperan otros, de otro tipo.

Entre tanto, Feliz Navidad.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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