Federico Pizarro cortó un par de apéndices en la corrida de ayer en el Coliseo Centenario de Torreón. (Fotografías de Enrique Terrazas)
Con la repartición de trofeos (dos orejas cada uno) y media entrada en los tendidos del Coliseo Centenario, los matadores Alfredo Ríos "El Conde" y Federico Pizarro festejaron ante la afición lagunera sus 20 años de alternativa.
Se lidió un encierro de la prestigiada ganadería de San Antonio de Triana (5), el sexto fue devuelto a los corrales por defectos en sus remos, y uno de las dehesas de "Coronado", sobresaliendo el primero de Pizarro al que le cortó una oreja, el tercero (corte de dos apéndices) y quinto de "El Conde", los cuales por su bravura y nobleza merecieron arrastre lento.
Alfredo Ríos, vestido de azul metálico y oro, abrió el festejo con "Duraznillo", marcado con el número 20 de 452 kilos, con discreta faena de capa. Brindis a la parroquia para realizar una modesta faena de muleta. Mató de media estocada, después de haber dejado una entera caída que se le tuvo que retirar el acero. Silencio en el biombo, ante un "juez distraído", que gran parte de la corrida se la pasó "chacoteando" o platicando con un grupo de aficionados que estaban en el área de palcos, justo atrás del palco de la autoridad.
Con su segundo enemigo, el tercero de la lidia, el diestro jalisciense se enfrentó a uno de los mejores astados de San Antonio de Triana, marcado con el número 14 de nombre "Guardián" de 458 kilos, cuajó una excelente labor de capa y muleteril, destacando un quite por gaoneras. Y para satisfacción de la parroquia, "El Conde" los complació, cubrió el tercio de banderillas recordando los inicios de su carrera. Brindó al director técnico del Santos Laguna, el portugués Pedro Caixinha. Su faena de muleta se acomodó toreando al natural, aunque se vio voluntarioso al derechazo, pero no se pudo acomodar. Mató de certera estocada hasta los gavilanes, suficiente para que doblara la res, y de nuevo, ante un "juez distraído", se le otorgaron las dos orejas.
Con el tercero y quinto de la lidia, un toro cárdeno, herrado con el número 11 y bautizado con el nombre de "Presumido" de 480 kilos, Alfredo se recreó lidiando de capa y muleta, incluso hasta se lució volviendo a cubrir la colocación de los garapullos, toreando excelentemente al derechazo, al natural. Le permitió al lagunero Gerardo Marín, alumno de la Academia de la Cultura Taurina, realizar un quite, ejecutando par de gaoneras, brinda al chamaco Arturo Gilio Jr., para regalar a la afición una buena faena de muleta ante un toro que le salió de bandera. Pudo haberlo indultado pero prefirió tirarse a matar, ante la petición generalizada del público, para pinchar hasta en dos ocasiones y perder los apéndices.
PIZARRO, DOS OREJAS
Por su parte, Federico Pizarro, vestido con un terno en rosa mexicano y oro, cortó dos apéndices. A su primero, el segundo de la lidia, de nombre "Trianero" de 460 kilos marcado con el número 16, al que el cortó una oreja, se le vio voluntarioso a la hora de recibir al astado, con una buena tanda de verónicas llevando a su enemigo ante el de la montura con un quite de manoletinas, para fincar su faena a base derechazos. Despachó al burel de tres cuartos de acero, para doblar y ganarse merecida apéndice.
Con su segundo enemigo el diestro capitalino no se acomodó, por lo que su labor fue breve. Aun cuando mató de media estocada, en el biombo hubo silencio.
Con el sexto de la lidia ordinaria no se pudo hacer nada, al salir el toro "Fundador", de San Antonio de Triana, defectuoso de remos, por lo que tuvo que ser regresado a los corrales. Saliendo en su lugar la reserva de la ganadería de "Coronado", con el cual Pizarro a base de mucha voluntad le prodigó una buena faena de muleta, matando de certero estoconazo dejando tres cuartos de acero suficiente para que doblara y se le otorgara su segundo trofeo (oreja) de la tarde-noche.
Alumnos al quite
Los alumnos de la Academia de la Cultura Taurina de La Laguna, Abraham Marín y Gerardo Solís, recibieron la oportunidad de los dos matadores de banderillear.
Por cierto, la empresa del Coliseo Centenario debe preocuparse por que haya un cambio en el biombo, ya que el juez en turno, Marcero Acosta, se distrae mucho, poniendo poca atención a su función de máxima autoridad y se pasa el tiempo platicando con, seguramente, algunos amigos personales, descuidando y no poniendo atención con lo que sucede en el ruedo. Prueba de ello es que el quinto toro de la tarde brincó a la arena del Coliseo Centenario, sin que estuviera en su sitio.