Navidad. Recibieron el mejor regalo de Navidad; un regalo de vida que transformó sus vidas.
En la posada del grupo de trasplantados del ISSSTE de Torreón, Bryan Adán Martínez Pérez corrió por todo el salón, rompió la piñata y se comió los dulces. Nadie imaginaría que hace tan sólo unos meses estaba en cama recibiendo tratamiento para la Insuficiencia Renal Crónica que padecía.
Apenas tenía cinco años cuando le dieron el brutal diagnóstico que cimbró su vida y sobre todo la de su familia. Tuvo que dejar la escuela y lo más que le gusta en la vida: Correr.
Los padres de Bryan y el equipo de médicos explicaron con la mayor simpleza posible para que él pudiera comprender y asimilar su enfermedad. No fue nada fácil hacerlo.
"Me dijeron que mis riñones ya no querían funcionar. Me puse triste, todos los días me la pasaba llorando.".
Fue en marzo del 2013 cuando Francisco Julián Martínez Hernández, padre de Bryan pasó los exámenes de compatibilidad y pudo donarle un riñón a su hijo.
Vida en la muerte
José Alfredo Navarrete Orozco falleció a los 15 años por una pelea de pandillas. Como él no tenía problemas con nadie, la noche que falleció, pensó que podría cruzar la calle con su novia y no les pasaría nada. Ingresó al hospital y fue diagnosticado con muerte cerebral.
Ese día, Sergio Aguilera Rodríguez de entonces 57 años recibió una llamada del hospital, había un posible donador que era compatible con él. Pese a que una de las reglas es no conocer a la familia del donante, por una coincidencia conoció a la madre de José Alfredo.
"La señora entró a donde estaba yo, nos conocimos y platicamos. Fue algo que se dio y ella me pidió estar en contacto conmigo y yo acepté".
Don Sergio tuvo una cirugía exitosa, el riñón le vino de maravilla, le cambió la vida. "Me siento como quinceañero, puedo hacer todas mis cosas".