Hugo Chávez no era un hombre que se guardara sus opiniones. En 2009, cuando se presentó en Caracas la exposición Bodies Revealed, con 13 cadáveres y diversos órganos humanos "plastinizados", el presidente venezolano la calificó como un "macabro" acto de "barbarie" y atribuyó la muestra a "la inmensa descomposición moral que sacude al planeta".
Cómo ocurría con los monarcas absolutos, y sigue sucediendo con los autócratas contemporáneos, los cortesanos menores se movilizaron de inmediato para traducir la opinión del gobernante en actos de autoridad. La exposición, presentada previamente en decenas de países, incluso México, fue clausurada "por no tener los libros de compra y venta en su establecimiento". Se tomaron medidas adicionales para castigar a las empresas vinculadas a la exposición por distintas "faltas". Fue una verdadera persecución surgida del desagrado del presidente.
La plastinización es un proceso por medio del cual se extraen los líquidos naturales de cadáveres u órganos para ser reemplazados con polímeros y permitir su preservación. Se trata de una forma moderna de embalsamamiento. Por eso es tan paradójico que el nuevo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, haya tomado la decisión de embalsamar a Chávez no sólo con el fin de preservar su cuerpo sino de exhibirlo públicamente "para que todo el pueblo pueda verlo por siempre" en el Museo de la Revolución.
Desde el antiguo Egipto el embalsamiento ha sido un intento por preservar los cadáveres tanto por el temor a la muerte como para rendir un homenaje a los fallecidos. Los faraones fueron preservados con las técnicas disponibles en su tiempo; y en los siglos posteriores lo fueron también, con nuevos procedimientos, algunos monarcas, santos y otros personajes admirados.
Entre los cuerpos que han sido embalsamados desde principios del siglo XX se cuentan los de Lenin y Stalin, el de Mao Zedong, los de Evita Perón y Juan Domingo Perón, y los de los dictadores norcoreanos Kim il-Sung y Kim Jong-il. Justo la compañía que a Chávez le habría gustado. También el dirigente vietnamita Ho Chi Minh fue embalsamado, pero en contra de su voluntad, ya que había expresado su deseo de ser cremado.
La mano derecha de Álvaro Obregón, el revolucionario sonorense, fue preservada también, al parecer en formol, y exhibida durante décadas en un espectáculo macabro -como habría dicho Chávez-- en el monumento de La Bombilla en San Ángel, hasta que el presidente Carlos Salinas de Gortari la mandó incinerar y depositar junto a los restos mortales del general.
Me pregunto si Nicolás Maduro estaba consciente al ordenar el embalsamiento de Chávez de la reacción instintiva que éste tuvo en 2009 ante Bodies Revealed. Ésta habría sido suficiente para descartar el plan.
Maduro, sin embargo, ya está jugando su propio juego político. El exconductor del Metro de Caracas sabe que si bien Chávez lo señaló expresamente como su sucesor, la propia Constitución chavista establece que el mandatario interino debería haber sido el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, quien tendría a su cargo la convocatoria a nuevas elecciones.
En su esfuerzo por legitimizarse Maduro ha nombrado como su vicepresidente a Jorge Arreaza, yerno de Chávez. También está tratando de convertir a Chávez en un mártir cuya bendición sea más importante que la letra de la ley. La pregunta es si para eso es necesario convertir a Chávez en una momia patética que espante a los niños por generaciones como lo hacía la mano de Obregón.
CONTROL DE PRECIOS
Dice el gobierno que en México no hay controles de precios, pero la semana pasada la Profeco suspendió la venta de huevo en un Superama, un Soriana y un SevenEleven por subir el precio. Parece que los burócratas mexicanos no han aprendido las lecciones sobre los males que producen los controles de precios.
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