México y China se encuentran de nuevo en la breve visita del Presidente Xi Jinping. Hay muchos años, por no decir décadas que dan cuerpo a la visita. La Nao que, desde el mismo siglo de la llegada de España a América, inició su largo comercio. Las sedas, lacas y cerámicas que otros lujos nos llegaban a la Nueva España por la Compañía de Indias para reenviarse a Perú y despacharse a Sevilla.
Hoy los artículos chinos ya no encierran la delicadeza sofisticada de las novedades que llegan de una remota cultura lejana. Los productos chinos llegan pisando fuerte, con la impertinencia de precios por debajo de costo y la producción masiva que rima con redes globalizadas.
Los escenarios cambian con fluidez imprevisible. De la China humillada de otros tiempos aparece la potencia que está cambiando el equilibrio económico y político mundial ofreciendo inevitablemente el contraste con los Estados Unidos. Los europeos que por siglos rigieron la vida de casi todo el planeta pasan a arbitrar las opciones que se dan dentro de la globalización sin banderas.
El siglo XXI ha comenzado muy distinto al XX. No se vive bajo constante amenaza de guerra. Hoy día, los conflictos germinan en la conquista comercial y financiera y se matiza en los recodos de la diplomacia "suave", la cultural.
El presidente Xi Jinping nos ha visitado como portador del mensaje de la cooperación para el desarrollo. Consciente de la irritación que sus lebreles empresariales nos causan con su oferta de productos y de precios ofensivamente reducidos, habla de una asociación estratégica. Está consciente de la cercanía a Estados Unidos en las decisiones mexicanas. No entra de rondón. Pisa con cuidado con característica oriental.
Los norteamericanos han lanzado su proyecto de un mercado común del Pacífico, el TPP, que inevitablemente se interpreta como la estrategia para contener las aspiraciones que se suponen a China.
Los caminos que han transitado China y México en los últimos cien años han sido muy diferentes. Emergieron de arraigadas convicciones de identidad cultural. Las perspectivas y la superioridad sin dudas son innatas. Ambos hemos asumido lecciones de fuera. China las desechó para emprender su propia interpretación de lo que es bueno para su pueblo. Nosotros aún no lo hemos hecho.
Hay sensibilidades que México tiene que atender. China tiene preocupaciones geopolíticas en regiones que a nosotros nos quedan lejos. Nuestra región queda al sur. Debemos cuidar nuestra relación fraternal con Centroamérica.
En cuanto a Brasil, hay que asociar y sumar esfuerzos en provecho de ambos. La Alianza del Pacífico es propuesta o respuesta a las visiones que de nosotros tienen los norteamericanos o los chinos. Entre tanto, sin perder tiempos preciosos, China penetra América Latina con compras de explotaciones mineras, forestales u ofreciendo invertir sumas impresionantes en infraestructura.
Hay, empero, matices. China va de ascenso con declaradas intenciones de hegemonía mundial. México parecería querer sólo desarrollo digno que sea respetado y contribuir a la paz.
No se necesita ser superpotencia para estar antológicamente seguro de la visión del mundo que es la que impulsa a los líderes que saben traducirla. México tiene la suya revestida de sus propias magias que le da capacidad de justificarse en cualquiera circunstancia.
China nos propone una Alianza Estratégica Bilateral que esconde propósitos distintos que hay que conciliar. China necesita confirmar su papel hegemónico por razones de su tamaño. Sólo extendiéndose por todo el orbe puede llegar a obtener o controlar las materias primas, incluso alimentos que su población de más de 1.3 mil millones requiere. La misma dimensión de su economía, ahora ya la segunda del mundo, la obliga a buscar y encontrar un volumen y ritmo de comercio exterior que ocupe la masa de trabajadores que con los años será más estrecho respecto a la población ya jubilada que será a su vez más exigente como carga fiscal.
Frente a la simple magnitud de esta problemática, la propuesta mexicana se convierte en mínima. Tenemos asignaturas pendientes: desarrollo interno como prioridad, desarrollos educativos, regionales y destierro de la violencia.
Pero la dimensión de la preocupación de México, el país del respeto al derecho ajeno, ¿puede quedar reducida a que China le respete el nicho de ventas que se ha labrado en el gran mercado que le queda al norte?
Nuestra respuesta a la realidad china es mucho más amplia y digna de nuestros antecedentes.
juliofelipefaesler@yahoo.com