Por ciudadanía entendemos el ejercicio pleno de los derechos y obligaciones de los ciudadanos frente a la sociedad y el Estado; ciudadanización implica aquellos procesos de ejercicio de ciudadanía que realizan los individuos o grupos de individuos en los asuntos de orden público. Ciudadanía y ciudadanización son dos conceptos clave en los que centra gran parte del análisis y discusión actuales dentro de las Ciencias Sociales, pero también son cuestiones de orden práctico que forman parte del debate público en nuestro país como en otros que no logran democratizar las relaciones sociales y políticas que les rigen.
En México esta temática ha cobrado importancia por la continua señalización de la diferenciación o distanciamiento entre los intereses de quienes ejercen el poder y los gobernados, entre los políticos y los ciudadanos. Quizá más allá del ámbito académico donde se conceptualiza dicha cuestión, son los medios de comunicación quienes más matizan tal diferenciación a pesar de ser parte, como poderes fácticos, del esquema en que se basa el régimen político, aunque entre los ciudadanos también existe esta percepción.
El nudo en que se centra esta discusión reside en plantearse qué tipo de relaciones deben establecerse entre quienes se desempeñan en el ámbito de la sociedad política y quienes lo hacen dentro de la sociedad civil, puesto que el divorcio no solamente ocurre en la visión que unos y otros tienen sobre el tipo de sociedad a la que se aspira y como orientar su desarrollo para lograr concretarla, sino que la diferenciación se manifiesta desde la misma forma en que cotidianamente viven, en muchos de los casos, lamentablemente, unos a costa de otros.
En nuestro país hay dos grandes obstáculos para ejercer la ciudadanía o desarrollar procesos de ciudadanización: la alienación ideológica y el corporativismo sociopolítico. La primera constituye un fenómeno existente no sólo en la sociedad mexicana, sino que está presente en todas aquellas sociedades donde las relaciones entre gobernantes y gobernados se basan en la construcción y articulación, por parte de los primeros, de un conjunto de ideas que tratan de explicar y justificar por qué las cosas son de la forma que se presentan y no de otra, o por qué deben seguir siendo así.
Dicho conjunto de ideas constituye la cultura dominante de esas sociedades, los valores socialmente determinados por la ideología de quienes ejercen el poder económico y político en ese momento histórico, condición necesaria para ejercer una hegemonía política. La alienación ideológica conduce a construir una visión sobre la sociedad y el estado que prevalecen, y hacen creer a los individuos que esa es la forma válida que debemos aceptar, y con ello marcamos las percepciones cotidianas que rigen nuestras vidas.
Un ejemplo de esto lo encontramos en las teorías neoliberales acuñadas a fines del siglo pasado en las universidades de países desarrollados, particularmente en escuelas de economía del vecino norteño, que no sólo se reproducen en las del vecino norteño, que ya forman parte del discurso público de nuestros economistas en el gobierno; nos dicen que son las adecuadas para conducir nuestro desarrollo, que al hacerlo controlamos las variables macroeconómicas que nos garantizan estabilidad la económica.
El problema es que después tres décadas de aplicación de estas teorías si bien la economía nacional ha crecido los beneficios de este crecimiento sólo se observan en pocos segmentos de la población, ya que la mitad de ésta vive en condiciones tan o más precarias que su generación anterior, al grado tal de que se les define como generación perdida. O tales teorías se han aplicado mal, o la realidad indica que no son las indicadas o nuestros economistas se han visto limitados a generar nuevas aportaciones que produzcan mejores resultados. Lo cierto es que nos han hecho creer que son las adecuadas a pesar de ser socialmente excluyentes.
Nos dicen que la decisión correcta es importar alimentos para cubrir el déficit interno, pero no nos presentan opciones para que no quiebren miles de unidades de producción campesinas afectadas por esas importaciones que les conducen a las largas filas de pobres, a los cuales ahora hay que atender con cruzadas que no les resuelvan tal condición social, pero sí les tranquilicen en tanto la economía responda aplicando las mismas teorías que los empobrecieron. Entonces el pobre tiene que esperar, generacionalmente, creyendo que estas son las opciones que justifican las políticas públicas que los empobrecieron; no tiene otra alternativa que vivir de las subvenciones que administran la pobreza.
La alienación ideológica se basa en las creencias que adquirimos cotidianamente a través de los medios de comunicación, oyendo discursos públicos o platicando con nuestros semejantes, y quizá sólo algunos, aquellos que pisan las aulas universitarias, si sólo si, reciben una educación abierta, crítica y científica, podrán descifrar cuando una idea es verdadera o, cuando menos, verosímil, y hasta donde lo es, ya que el ciudadano que diariamente trabaja en lo que le da para vivir no tiene acceso a otras fuentes de información que le ayuden a descifrar la realidad que le rodea.
Esto mismo se aplica a la idea de ciudadanía, sobre la cual se le hace creer a los individuos que puede ejercerla libremente porque tiene una misma posición frente a la ley aunque no en la estructura económica y sociopolítica de esa sociedad, porque también se le hace creer que vive en una sociedad democrática, pero cuando se intenta ejercer su ciudadanía se da cuenta que está limitada no por su posición frente a la ley sino por la otra, y que comúnmente esas limitaciones provienen de quienes ejercen un poder formal o real.
Por ello, para llevar a cabo los procesos de ciudadanización se requiere entender la condición de sociedad alienada y descifrar el significado verdadero de las ideas, no pensar y conducirse con base a lo que le hacen creer a los individuos sino a lo que realmente es. Esto posibilitaría que el ejercicio del poder se base menos en la simulación y los gobernantes respondan mayormente al interés ciudadano y no al interés de permanecer en el gobierno, entonces, la política se ciudadanizará y la sociedad será más democrática.