Pocos son los movimientos ciudadanos en México que pueden llamarse exitosos o, al menos, que lograron respuestas positivas para algunas de sus demandas, por ello es muy importante aprender de sus experiencias, para intentar repetirlas, lo cual por cierto tampoco es frecuente, por ello me atrevo a compartir una reflexión personal sobre el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
El pasado miércoles 17 de abril participé como comentarista en una mesa de un simposio organizado por los alumnos de la carrera de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey, en el que se analizaba al Movimiento desde 3 ópticas: la de Consuelo Morales, dirigente de Ciudadanos en Apoyo de los Derechos Humanos, A.C., (CADHAC), organización de la sociedad civil neoleonesa; Javier Sicilia, líder del Movimiento a nivel nacional; y Ted Lewis, dirigente de Global Exchange, organización internacional de la sociedad civil que promueve los derechos humanos y organizador de la caravana del Movimiento en Estados Unidos.
Escuchar sus explicaciones, comentarios, posicionamientos y reflexiones fue muy enriquecedor, pues permitió identificar algunas de las razones de por qué algunas de las demandas del Movimiento han tenido respuestas positivas: la Ley de Víctimas, incluso ya con la aprobación de las reformas a la primera versión; el reconocimiento del Estado Mexicano de la afectación a decenas de miles de personas inocentes y sus familias producto del combate a la inseguridad; y la existencia de la esperanza (al menos en un sector de la sociedad mexicana) de que existen vías alternativas, más dignas, justas y humanas, para enfrentarla.
Una primera reflexión es la importancia de la complementariedad y conjunción de esfuerzos entre diversas organizaciones y movimientos (que claramente no son lo mismo, aunque muchos los confundan) para lograr atender cuatro frentes que resulta indispensable tomar en cuenta si se quiere tener éxito: el contacto con los directamente afectados, en este caso las víctimas o sus familias; la visibilización del tema en la opinión pública nacional y, particularmente, la apropiación del mismo por parte de amplios sectores de la sociedad; la interacción y el diálogo con instancias gubernamentales, con poder de decisión, de los ámbitos federal y estatal; y el posicionamiento del tema y, sobre todo, las causas y consecuencias del problema entre actores relevantes a nivel internacional.
En el primer ámbito, el contacto, apoyo y acompañamiento de las víctimas y sus familias, fueron muy reveladoras las exposiciones de Consuelo Morales y Javier Sicilia; más la primera, porque su organización lleva ya 20 años de apoyar a víctimas y sus familias de los sistemas de seguridad y procuración e impartición de justicia mexicanos. Y el punto determinante es entender con toda claridad que éstos (las víctimas y/o sus familias) son los únicos y verdaderos protagonistas de estas batallas, las organizaciones los apoyan, acompañan, auxilian, incluso pueden retomar sus demandas y encabezar las luchas, pero nunca pueden suplirlas o actuar al margen de ellas. Esto es lo único que construye una base social a una organización y/o movimiento, lo cual es indispensable.
Pero como es evidente, la base social, el soporte masivo a una causa, no es suficiente para lograr respuestas positivas, se requiere además posicionar el tema en la opinión pública y lograr que ésta se apropie del mismo. Y, en este sentido, las acciones, movilizaciones y protestas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y la visibilidad pública de algunos de sus integrantes fueron determinantes para abrir las puertas de las más altas autoridades. La disposición de secretarios de estado, procuradores (federal y estatales), candidatos a la Presidencia de la República, legisladores y gobernadores, entre otros, a dialogar no fue una graciosa concesión, fue una respuesta casi inevitable ante una demanda social.
En el posicionamiento internacional, la visión de Ted Lewis fue fundamental, pues logró encontrar los vínculos de una problemática mexicana con los de la norteamericana; la caravana tuvo cobertura mediática en México y Estados Unidos y repercusiones en otras latitudes, porque involucraba temas sensibles para sus respectivas sociedades. Los medios masivos de comunicación norteamericanos jamás hubiesen abierto espacios a un grupo de manifestantes mexicanos si no hubiese vínculos claros de sus demandas con la vida y la política norteamericana: drogas, armas y migración.
Pero una vez que el movimiento tiene visibilidad y las autoridades se ven obligadas a dialogar con los dirigentes, no basta tener la razón, hay que tener además los argumentos, los documentos y las alternativas jurídica y operativamente viables para que las autoridades las asuman y eso conlleva un gran trabajo técnico. En esto nuevamente las reflexiones de Consuelo Morales fueron muy importantes para entender la relevancia del aporte de especialistas (en este caso juristas) nacionales e internacionales, particularmente de organismos internacionales (ONU, entre otros) para avanzar en las investigaciones de los casos presentados; en la elaboración y promulgación de leyes; y en la implementación de políticas públicas alternativas.
Una primera conclusión es que la conjunción y complementariedad de los esfuerzos es fundamental, lo cual requiere una buena dosis de humildad y compromiso, para mantener y atender al mismo tiempo las movilizaciones y protestas (indispensables para lograr abrir las puertas de las autoridades); el arduo trabajo técnico y profesional de especialistas (para llegar a las mesas de diálogo con propuestas concretas viables operativa y jurídicamente); y, desde luego, una interlocución y diálogo franco y sensible, pero también enérgico y exigente.
Las batallas ganadas no permiten todavía vislumbrar el triunfo, pero al menos mantienen viva una esperanza.