El valle de Guadalupe es una lección del poder de transformación del vino y la inversión. El árido panorama del interior bajacaliforniano se ha transformado, a golpe de riego gota por gota, en un verde mar de vides y olivos. Lo que fue un desierto de desolación es hoy un vergel que genera empleos para miles. La industria del vino ha crecido y se ha expandido a valles cercanos como San Vicente y Ojos Negros.
Una región del país golpeada por la violencia y por medidas de un lejano e insensible gobierno federal, como el Siave (Sistema de Supervisión y Control Vehicular), los retenes militares o el control de cambios sobre dólares en efectivo, ha encontrado que la industria del vino no solamente genera prosperidad por la producción de esta bebida milenaria. El turismo empieza también a crecer al amparo del vino. Las Fiestas de la Vendimia, que se extienden durante buena parte del mes de agosto, llevan la oleada de visitantes a su pico. Restaurantes como Manzanilla, en el puerto de Ensenada, y Laja o Corazón de Tierra, en el Valle de Guadalupe, se han colocado entre los mejores de México en parte por el influjo de la vitivinicultura.
No obstante, el cobrón de impuestos, siempre inclinado a matar la gallina de los huevos de oro, está dispuesto a lo que sea antes de permitir que continúe este renacimiento. Al vino mexicano le ha puesto un castigo de 45 por ciento tras piramidar un impuesto especial de 25 por ciento y un IVA de 16. El gravamen al precio de este producto se vuelve muy superior al de refrescos o jugos con alto contenido de azúcar que no sólo son dañinos para la salud sino que carecen de las virtudes terapéuticas del vino, el cual reduce los problemas cardiacos cuando se ingiere en moderación.
En la Unión Europea el vino es considerado un complemento alimenticio y paga un impuesto especial que fluctúa en general de 1 a 3 por ciento. En España goza de tasa cero del impuesto especial a las bebidas alcohólicas por lo que cubre solamente el impuesto al valor agregado. No sorprende así que en Europa una copa de vino sea más barata que una lata de refresco azucarado. En México, en cambio, el mismo vino mexicano es más caro que en Estados Unidos o en Europa por el impuesto que paga.
Nuestros políticos, siempre dispuestos a comprar el favor de los electores, buscan compensar el daño que hacen con sus impuestos y otorgan subsidios a la producción del vino como a la de otros productos del campo. En lugar de hacer lo lógico, que sería eliminar los impuestos especiales y obviar la necesidad de subsidios, prefieren quitar dinero a los contribuyentes para aplicar una parte a contrarrestar los males que ellos mismos provocan. Los cobrones tienen, sin embargo, un incentivo: siempre que manejan algún dinero, se quedan con una parte.
Lo sorprendente es que a pesar de la confiscatoria tasa de impuesto el vino mexicano ha logrado mejorar su calidad y obtener una mejor reputación nacional e internacional. Y no sólo eso. También ha producido una nueva prosperidad en una zona que tenía ya pocas esperanzas económicas.
Quizá por eso los cobrones están inquietos. Cuidado. Se acerca una nueva reforma fiscal. Y no falta quien diga que hay que cobrar más impuestos al vino… para tener más recursos con los cuales aumentar los subsidios a la producción del vino.
BUÑUEL
Refugiado en México tras la guerra civil española, Luis Buñuel, el cineasta del surrealismo, dirigió aquí películas como Los Olvidados (Premio al Mejor Director de Cannes), Nazarín (Palma de Oro) y El Ángel Exterminador. Viridiana, una coproducción hispano-mexicana que filmó en España, ganó la Palma de Oro. Más tarde dirigió en Francia Bella de Día, El Discreto Encanto de la Burguesía y Ése Obscuro Objeto del Deseo. Hoy, hace 30 años, Buñuel falleció en la ciudad de México.
Twitter: @sergiosarmient4
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