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Gaby Vargas

Caos y equilibrio

Tenían cinco años de sembradas las ocho secuoyas que, con mucha paciencia, Pablo mi esposo, había cuidado antes en un invernadero. Eran hijas de una vieja madre conífera que tuvimos que derribar por muchas razones, pero a la que antes de hacerlo pudimos sacarle varios hijos. Una vez que los retoños tuvieron el tamaño adecuado, las plantamos en el exterior.

Hace dos años, con un metro de alto, cuando los ocho pequeños árboles apenas se estaban acostumbrando al frío natural del lugar, cayó una helada muy fuerte que quemó sus puntas. Y una secuoya sin una punta que lideré su crecimiento, simplemente se estanca.

Ahora, con mucha alegría, vemos que la sabiduría de la biosfera hizo que seis de esas secuoyas desarrollaran un nuevo pico. Ya sólo es cuestión de paciencia -otra virtud de la que la naturaleza hace alarde y que nos enseña- para que estos magníficos árboles crezcan y se expandan como naturalmente lo hacen. Sin embargo, todavía hay dos que no encuentran ese eje que les devuelva el equilibrio; sin punta y chatos, están destinados a quedarse así, hasta que lo logren por sí mismos.

Entropía

Los seres humanos somos iguales; convivimos con la dualidad de caos y equilibrio a lo largo de nuestra vida. El reto es detener en lo posible la fuerza natural de la entropía, que parece gobernar el comportamiento tanto del macrocosmos como de nuestro microcosmos.

La palabra entropía procede del griego y se entiende como un proceso y una tendencia natural de desgaste o transformación. Fue Rudolf Clausius quien la nombró y desarrolló su concepto en el ámbito de la termodinámica a mediados del Siglo XIX.

Este principio muestra que todo ser vivo tiene un proceso de nacimiento, desarrollo y decadencia. Le sucede desde a una mosca y una flor, hasta al ser humano o a una estrella. Por ejemplo, si no reparo las partes de una casa, la entropía se encarga de destruirlas; si desatiendo la comunicación con mi hijo, la relación se deteriora; si me dejo llevar por la autocomplacencia y no cuido mi cuerpo a través de un estilo de vida sano, la entropía se encargará de acelerar mi envejecimiento, y así con todo.

Pues bien, el punto más alto en el desarrollo del ser humano es entre los 42 y 49 años de edad, es en esta etapa, precisamente, que suele aparecer una conmoción interior. Se vislumbra una etapa de declinación y la mente puede quedar atrapada en el desencanto y la realidad entrópica. Mas la vida siempre nos ofrece la libertad de escoger. Y esta fuerza puede funcionar como un llamado: un llamado a resistir.

Sintropía

Ésta es otra fuerza contraria que puede resistir, compensar o detener el deterioro. El secreto es elegir el llamado hacia la calidad y no a la cantidad.

Aplicada al ser humano, la sintropía es la conciencia que se despliega hasta una plenitud total, independientemente de la edad y del estado del cuerpo. Es decir, yo elijo que la fuerza de la sintropía me lleve a respaldar mi madurez y plenitud. ¿Cómo? con voluntad. Así, nutro mis relaciones y me doy cuenta de que la calidad -en lo que hago, en el uso que le doy a mi tiempo-- me lleva a la sabiduría, mientras que la cantidad -el querer más, ganar más, tener más-, me lleva a la vejez. Elijo ejercitar mi cuerpo, ordenar mi vida, mi mente y buscar formas de elevar mi espíritu.

Asimismo, si elijo vivir en armonía con mi entorno y tener como prioridad ser mejor, amar mejor, trabajar mejor, encontraré mi eje para crecer -como lo hacen las secuoyas- y la mejor indicación de haberlo logrado, es una sensación de comodidad plena en mi cuerpo.

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