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COMENTARIO

La generosidad genera generosidad

Gaby Vargas

Tere vive hace cuatro años gracias a las hemodiálisis que se realiza cada tercer día. Ninguno de sus hijos -con riñones compatibles- quiso donárselo.

-Señora, habrá que meterla en la lista de espera -le dijo el doctor-. Sólo que le tengo que ser sincero: en el caso de lograr la donación de un cadáver, el comité que toma la decisión suele dar preferencia a personas más jóvenes que usted, que tiene 65 años.

Fue al escuchar lo anterior que María, quien acompañaba a Tere a la cita, decidió ofrecerse.

-"Si es compatible su riñón con el de su amiga Tere" -le dijo el doctor a María después de varios meses de pruebas de todo tipo. ¡Ufff! ¿Buena o mala noticia? En lo personal no sabría cómo tomarlo. Donar un riñón no es poca cosa. Tener esa generosidad con un familiar cercano es admirable, pero tenerla con una amiga lo es más. Honestamente ignoro si yo tendría la generosidad que tuvo mi querida amiga María, de 72 años de edad.

-Perfecto doctor, ¿cuándo sería la operación? -Le contestó María.

-La programaremos para finales de este mes, sólo que se requieren antes varios procedimientos de tipo psicológico, tanatológico, legal y demás, para asegurarnos de varios detalles.

Lo que me encanta de esta historia es comprobar que la generosidad genera generosidad. Cuando María platicó con Jorge, quien hace unos años recibió en donación un riñón, se enteró de que hay dos maneras de hacer la incisión: la primera y más económica, pero más dolorosa, es por la espalda; y la segunda es por enfrente, por medio de microcirugía y un aparato especial desechable.

-Te hablo para decirte que quiero regalarte el aparato para que te puedan hacer la operación con microcirugía por enfrente -le anunció Jorge en una llamada a María.

-Se me salieron las lágrimas -me comentó ella emocionada.

Además, para corresponder su generosidad, Tere le donará sus córneas al hijo mayor de María, quien padece de una enfermedad en los ojos, debido a la cual es materialmente ciego cuando no usa lentes.

No cabe duda de que si bien cada decisión tiene un costo, la generosidad genera generosidad.

Donar un órgano es donar algo de ti mismo, es una oportunidad de trascender, de dar un gran sentido y nuevo valor a todos los órganos que se irán contigo al más allá en caso de no donarlos. Si bien decides no hacerlo en vida, puedes donarlos cuando te hayas ido de este planeta. ¿Te imaginas ser el candidato a receptor que espera en una lista? Cuando alguien dona lo que a ti te hace falta, significa nada más y nada menos ¡que puedes vivir! No hay mayor regalo. Sin embargo, muchas veces dudamos sobre ser donadores. Considero que lo que nos falta es información. Te platico.

¿Qué puedes donar?

En vida podemos donar riñón y médula ósea, un segmento de pulmón, hígado, páncreas y de intestino, y hacerlo sin afectar nuestra calidad de vida y con riesgos mínimos.

Cuando se fallece por paro cardiaco podemos donar huesos, piel, córneas, tendones, válvulas cardiacas, cartílagos y vasos sanguíneos arteriales y venosos. Además de éstos, cuando hay muerte cerebral podemos donar corazón, pulmón, hígado, riñones e intestino.

¿Quiénes pueden donar?

En vida: personas entre 18 y 60 años o más en caso de que haya un parentesco sanguíneo o civil con el donatario.

Después de la vida: personas entre 2 meses y 90 años de edad.

En este caso, la rapidez con la que se haga es vital.

Te invito a inscribirte en el Centro Nacional de Trasplantes o en la Cruz Roja, para que obtener una tarjeta de "donador voluntario". Todos podemos dejar por escrito nuestra voluntad de donar todo lo donable y comunicárselo a nuestros seres queridos.

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