No solo está el TPP, Sociedad Transpacífica, activamente promovida por la Cancillería norteamericana. El escenario de las relaciones económicas internacionales está repleto en estos días de iniciativas. Los Estados Unidos también sondean la posibilidad de una Alianza Transatlántica de Comercio de Inversión con la Unión Europea y ya oímos propuestas para que ese esquema también abarque a Canadá y México convirtiéndolo en un TLC Norteamérica-Europa.
China, potencia cuya presencia repercute en nuestra economía, a veces chocando con ella, está dedicada a tejer una red de acuerdos económicos, no sólo en Asia, sino en África y América Latina. Su obsesión es proveerse de materias primas y establecer puntos de distribución de sus productos manufacturados. Son previsibles propuestas de esta naturaleza para México.
Si los que se opusieron tenazmente a que no firmásemos tratados comerciales con Japón, Perú o Brasil, arguyendo que no tiene sentido seguir firmando más acuerdos porque no los hemos sabido, querido, o podido aprovechar, ahora tendrían que oponerse con mayor vehemencia a esta marejada de expansión y profundización de nuestros compromisos internacionales económicos. Esos voceros dirían que incluirnos en más propuestas como las transoceánicas antes mencionadas, podría provocar un congestionamiento inextricable de preferencias traslapadas de difícil interpretación y aplicación.
Es necesario, sin embargo, que México amplíe y profundice la estructura de sus relaciones económicas internacionales por muy complicadas que puedan llegar a ser. Por otra parte, no sería juicioso lanzarnos a nuevos compromisos sin ponderar las implicaciones y efectos con los socios tanto actuales como eventuales. Hay que estar seguros de que el comercio exterior sirva para aprovechar al máximo los recursos con que contamos, entre los cuales el humano es el principal y primordial es decir, crear ocupación, Conforme a cualquiera esquema, sea del TPP o los del TLCAN-Unión Europea, o compromisos dentro de la red de tratados que busca montar China, los países integrantes se dividirían entre los que aportarían manufacturas creando sus propias cadenas de producción, y los que se basarían en la maquila y el ensamble, como hasta la fecha nosotros lo venimos haciendo.
En la actualidad sólo el 2 o 3% de lo que requiere la industria de la maquila de exportación son componentes físicos mexicanos. La industria automotriz integra sólo 30% de productos de ensamble mientras que en general, se calcula que el 70% de la producción manufacturera mexicana es importada. Por lo anterior, el presidente Obama expresa con satisfacción que el 40% de las importaciones que reciben de México tiene componentes norteamericanos. Por esa misma razón habla de promover "la coproducción" dentro del esquema del TLCAN. Las decisiones en materia de comercio exterior implican una vasta área de sectores y determinan las condiciones de vida para toda la población.
Decidir hasta qué grado y cómo vamos a integrarnos a los grandes proyectos mundiales de comercio exterior, requiere una cuidadosa reflexión que supone consultas e investigaciones. Esta tarea crítica para todo programa de desarrollo socioeconómico nacional no debe quedar circunscrita a una sola autoridad en el gobierno. Es necesario encargar su diseño y ejecución a un Consejo de Comercio Exterior presidido por el Presidente de la República quien recibirá sus evaluaciones y recomendaciones.
Dicho Consejo de Comercio Exterior debe estar integrado por los titulares de las Secretarías de Economía, Relaciones Exteriores, Hacienda y Crédito Público, Economía, Trabajo, Comunicaciones y Transportes, además del Banco de México y del Banco Nacional de Comercio Exterior. Tampoco las decisiones deben ser tomadas exclusivamente por el sector gobierno. Son los empresarios los que, al aterrizarse las decisiones en esta materia, deben ejecutar un gran número de acciones creando nuevas unidades de producción y empleo.
Organismos como el CEE o el COMCE, que representan sectores especializados, como también una entidad que represente los intereses de los sectores agropecuario y minero, debe tener una vinculación formal con el Consejo Nacional de Comercio Exterior que urge establecer.
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