"¿Quién oye las pisadas de los días?" Preguntaba Quevedo "Corre el tiempo y va ligero" Decía Cervantes. A veces con pies de pluma, cuando el mar, cuando el amor… A veces con pies de plomo cuando la pena, cuando el dolor, cuando la vida se pone difícil como ahora en que transcurrida ya la mitad de enero, yo estoy aquí paralizada porque las llaves han decidido ponerme un grosero "Engarróteseme ái".
Tengo la impresión de que mi signo para este año será buscar: mi teléfono celular que desapareció desde antes de Navidad y ahora desde algún lugar donde se esconde, debe estar riéndose de mí. Las llaves de la casa de Acapulco que olvidé en México y las de México que olvidé en Acapulco. Las llaves del auto del Querubín que desde diciembre, por estar hospitalizado, convaleciente y vacacionando; sabrá Dios dónde quedaron. "Si ya buscaste donde deben estar y no están, ahora busca donde sería imposible que estuvieran", aconseja mamá; y yo revuelvo cajones, miro bajo las camas, me asomo al congelador, hurgo en los botes de basura. Busco, rebusco y me desespero. Me enojo, padezco, me culpo. Cierro los ojos y con la máxima concentración que puedo lograr en medio del caos que me imponen las llaves perdidas; pongo mis manos sobre las puertas cerradas repitiendo suave, dulcemente como para seducirlas: "Ábrete Sésamo"; pero las malditas ni caso. Por lo visto no repito el conjuro con la suficiente fe y ya me veo buscando hasta el 2014.
¿Por qué en el momento preciso en que me estoy preguntando quién soy y a dónde voy en este 2013, me las ingenio para extraviar cualquier llave que me quede a mano? ¿Acaso reconocer el inmenso poderío que tiene para paralizarnos, para transformarnos de dueños y señores en unos miserables desahuciados que ante la imposibilidad de abrir su puerta, han de esperar un cerrajero sentados entre los periódicos que orinados por los perros y desperdigados se acumularon durante las vacaciones en la entrada de la casa; será la lección de humildad que la vida quiere darme? ¿Se trata quizá de llamar mi atención en las llaves como símbolo del arcano, de la obra a realizar y el medio para su ejecución? ¿Será un ejercicio de paciencia justo ahora que empiezo a sentir que se ha agotado la dotación que me fue concedida para vivir?
Yo que desde hace ya algunos años dejé de hacer mi lista anual de buenas intenciones; en aras de salvaguardar la poca salud mental que me queda, este enero había resuelto sacar el caos de mi vida y serenarme para aplicar mi tiempo y mi energía en hacer lo que amo; la infame tarea de buscar y rebuscar me ha consumido ya casi todo el año. Como verá pacientísimo lector, no acabo de encontrar la llave para entrarle al 2013.
Estoy un poco atorada y muy dispersa, pero tengo mis razones. Resulta que la primera quincena de diciembre quedamos secuestrados entre quirófano y terapia intensiva, en una de las tantas cuevas de Alí Babá y los cuarenta doctores. Un infartito al Querubín y como corresponde, otro para mí a la hora de pasar a la caja. Él salió del hospital como una rosita de Francia. La que salió flaca y descangallada fui yo. Bueno para ser sincera; sólo descangallada. Ahora me debato entre la culpa y el enojo conmigo misma ante la incapacidad de bregar con mi convaleciente más demandante que un bebé de pecho.
Mi impaciencia está a punto de convertirse en furia sorda cuando constato una vez más que yo cuido, ordeno, resuelvo, y cuando después de todo eso por fin me queda un tiempo para aplicarme a lo mío; en esta mi casa, nadie entiende que escribir es un trabajo, aunque yo lo realice sentada. Que es un trabajo que precisa tiempo y dedicación igual que el de un médico o un plomero; sólo que mis herramientas imprescindibles son la concentración y el tiempo. Reconcomida de enojo me doy cuenta de que en esta casa nunca se ha oído algo así como: "La señora está trabajando" Estoy consciente de que los años acrecientan mi impaciencia. Me he vuelto intolerante, siento que no hay tiempo que perder y vivo rodeada de ladrones de tiempo, o sea de vida.
Perdón por tanta queja, pero hoy estoy chípil, confundida, extraviada; y ni modo de quejarme con mi Querubín que está peor que yo. Menos mal que el tiempo es un vendaval que se lleva la pena entre los días. Que lo mueve todo, que todo lo transforma y no permite que ningún día se parezca al otro. Vayan pues estos tiempos difíciles a cuenta de tiempos mejores que sin duda llegarán. De la primavera que volverá puntualmente y de las flores que estallarán cualquier mañana de las semillas que hoy, con las manos hundidas en la tierra oscura y fría; estoy sembrando en mi jardín.
Adelace2@perodigy.net.mx.