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Como les iba diciendo...

Carlos F. Ramírez

La pregunta es inoportuna pero necesaria. ¿Cuándo vamos a tener un nivel de juego en el futbol mexicano que pueda llamarse estable? Se lo debemos a una afición tan leal, entusiasta y paciente como han sido los seguidores de nuestro futbol a lo largo de casi doce décadas de estar apoyándolo. Y aquí incluyo a los "mecenas", entusiastas y amorosos inversionistas, algunos de ellos que fueron excelentes jugadores no sólo nacidos en México sino en otros países, que después de lucir jugando en nuestra liga demostraron su agradecimiento con su entrega y cariño a los colores que defendieron, algunos de ellos como entrenadores.

Porque en realidad, el problema de nuestro futbol nunca ha sido de jugadores. Claro, en este aspecto hemos tenido de todo: buenos, regulares, malos y mediocres. Inclusive algunos fueron reconocidos como valiosos en el futbol de otras latitudes. Y ha habido algunos poco honestos en su trabajo profesional, pero éstos han sido la excepción, no la regla. Y ni hablar del jugador mexicano, siempre entregado a los colores de su equipo (y a los de la camiseta nacional). No olvidemos que han sido docenas los jugadores que sin haber nacido en México han defendido los colores tanto de sus clubes como los de la selección nacional, con el mismo ardor con que defendieron o hubieran defendido los colores de sus países de origen. Es repetitivo pero cierto, decir que México siempre ha sido hospitalario a quienes vienen del extranjero, especialmente de España y los países hermanos de América Latina.

Entonces, ¿por qué nuestro futbol, que tiene una liga que sin interrupciones se juega desde 1902 (¡desde hace 113 años!), no ha podido mantenerse entre, digamos las diez mejores ligas del mundo?

En algunos casos la respuesta podría ser que nuestra idiosincrasia está basada en "no saber esperar". No hay paciencia para desarrollar jugadores (y tampoco en los jugadores para esperar a alcanzar su desarrollo). Agregaría que la disciplina profesional (aun cuando ha mejorado notablemente en las últimas décadas) no es aún parte de la naturaleza de nuestros jugadores.

El éxito no viene de lanzar "una moneda al aire" sino de "saber esperar"; en desarrollar en uno mismo actitudes de paciencia; escuchar al que más sabe; practicar con tenacidad lo que uno aprende; vivir en la disciplina. Y esto aplica por igual al jugador como al directivo, al entrenador, a sus asistentes.

Y yo en lo personal, aplico este mismo juicio a ciertos colegas de los medios de difusión, quienes juzgan superficialmente el trabajo de los jugadores: hay algunos periodistas y comentaristas en medios que son rápidos para criticar y destruir, y rara vez tienen paciencia para reconocer el éxito y animar el desarrollo de los jugadores, o explicar cómo lograr resultados; en una palabra: para enseñar. Los grandes jugadores no nacen, SE HACEN. Y los críticos tenemos la obligación más que de señalar errores, sugerir soluciones para evitarlos en el futuro.

cfr515@charter.net

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