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Como les iba diciendo...

Carlos F. Ramírez

Parece que fue ayer. En el invierno de 1996, estuve en Panamá por un asunto de trabajo. Como ha ocurrido siempre, en los ratos libres (que no eran muy frecuentes) acostumbraba ir a un estadio de futbol o un parque de beisbol, según donde me encontrara. Como en el país del más famoso canal del mundo, el futbol estaba limitado a las escuelas y a una incipiente liga de amateurs, me fui a Colon a ver un partido de beisbol. Me había invitado una amiga periodista Zoila Gutzmer, gran aficionada al beisbol. En los graderíos estaba sentado un joven alto y esmirriado, sonriente y feliz de la vida. Zoila lo llamó y me lo presentó: "Este juega ahora con los Yankees y va a ser el más grande pitcher del mundo" me dijo. El joven sonrió abiertamente y estrechó mi mano.

El domingo pasado, durante el justo homenaje que los Yankees de Nueva York (y el beisbol de las Ligas Mayores, agregaría yo) rindieron a Mariano Rivera no pude aguantarme y enmedio de la fanfarria, los aplausos, el griterío feliz de los más de 50,000 aficionados, de la presencia de una docena de ídolos Yankees del pasado; de sus compañeros y una docena de ex compañeros presentes, no pude aguantarme y le recordé aquel invierno de hace dos décadas. Sonriendo me abrazó y me dijo, "allí quedó mi corazón y qué bueno que me lo recuerdas, voy a mandar un saludo a toda mi gente en Panamá".

Es curioso que en una sociedad supuestamente fría y calculadora como hemos definido a los vecinos del Norte, tengan el cuidado de recordar y agradecer al que ha ayudado a crear leyendas del deporte, como sin duda son los Yankees de Nueva York; y sin detenerse a decir que son o no estadounidenses. Sus antiguos compañeros estaban allí y los nuevos compañeros presentes se emocionaron y hasta hubo lágrimas, como ocurrió con Petitte, Gardner, Cano, Jeter y hasta los japonesitos Kuroda e Ichiro Suzuki. (Este ultimo, quien se apena de no hablar inglés fluído, me dijo claramente, "decidí dejar Seattle antes de retirarme, ante la oportunidad de antes de irme, jugaría cerca de Mariano, el mejor "pitcher" que he conocido y ahora un caballero amigo".

En realidad, todos los que creemos en el lado humano del deporte, vivimos momentos emocionantes, como éste donde se consagró al más increíble relevista que ha tenido el beisbol. Vaya emocionante experiencia de estar junto a Mariano en esa "fiesta de despedida".

Juntitos a él, su esposa y sus tres hijos, unida como lo son las familias de los buenos hispano americanos; y sus padres ("mis viejitos" como dijo Mariano) estaban en primera fila en las tribunas. Pocos saben que Mariano Rivera ha sostenido por años, un programa para alejar a niños y jóvenes del vicio y el ocio; por eso casi le salieron las lágrimas cuando la familia Steinbrenner propietarios del equipo, le entregaron un cheque por 100,000 dólares para ayudar en esa gran labor social.

Mariano Rivera lanzará su última pelota al finalizar la temporada este año. Pero con orgullo les digo que su gloria va más allá del deporte en sí: social y humildemente ha demostrado a los vecinos del Norte de que los hispano americanos, no sólo sabemos ser triunfadores en el deporte, sino además tenemos grandes valores humanos que compartimos sin ostentación ni rencores.

cfr515@charter.net

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