COMPROMETÁMONOS

Mucho se ha dicho sobre la educación en nuestro país, la falta de compromiso y vocación son el principal problema de nuestros maestros. Sin embargo, no pretendo dar una milésima perorata sobre este tema. Ya que se ha convertido en un dilema cansino y agotador para los ciudadanos mexicanos, mucho se habla y poco se hace… Simplemente quisiera compartir algo que he aprendido en los últimos meses. Algo que no todos llegan a experimentar porque se necesita de una pieza clave: Trabajar con estudiantes.

He tenido la suerte de conocer a 46 magníficas personitas de entre siete y ocho años de edad. Todos ellos sumamente diferentes, con capacidades y cualidades que desde tan temprana edad ya los caracterizan. Ha sido un reto, ya que no es un trabajo sencillo, como se podrán imaginar se requiere de infinita paciencia y humildad. Así es, hay que ser humildes para poder transmitir, para poder emocionarlos cada día en aprender algo nuevo. La buena noticia es que cuando un niño tiene interés se convierte en una esponja, en una máquina de preguntas y comentarios ingeniosos. Y sus caras, hay que ver cómo cambian sus expresiones faciales con cada idea, son transparentes y todo lo revelan. He hecho de todo para tratar de hacerlos entender conceptos nuevos, desde actuarles las palabras del vocabulario de inglés, enseñarles fotos y videos o interactuando con ellos. Y las recompensas son espectaculares, cuando los niños razonan y empiezan a utilizar lo aprendido, se siente una inmensa satisfacción. O cuando te das cuenta que después de pasar siete u ocho horas al día con ellos te conviertes en una persona elemental de su día a día. Confían en ti y cuentan contigo.

Sin embargo, no todos los días son como un película de "Mary Poppins." Hay momentos en los que llega la frustración, la desesperación y el agotamiento. Cuando la mala conducta interrumpe constantemente el aprendizaje y la clase se vuelve en una batalla por el control, porque los estudiantes en este caso niños no son robots, son personas con sentimientos y estados de animo, con distintos niveles de energía y concentración. Hay momentos en lo que lo más fácil es tirar la toalla y tienes unas ganas locas de renunciar ante la directora y dejar que alguien más se encargue de su educación. Pero entonces tocas fondo y recuerdas porque estás aquí. Recuerdas que eres un idealista que quiere hacer un cambio en la educación y en el futuro de nuestro país. Recuerdas que nadie te obligó a meterte en esto, que fue una decisión que meditaste y un compromiso que adquiriste, formar parte en el aprendizaje de este grupo de futuros empresarios, hombres y mujeres de familia, ingenieros, licenciados, funcionarios públicos, futuros doctores, científicos o incluso profesores. Y aunque no son tus hijos les tienes un cariño muy especial, son tus niños, son tus estudiantes y en incontables ocasiones son tus maestros.

Así que yo les digo a todos aquellos que empezaron con una ilusión y se ha convertido en un suplicio, en un fin lucrativo o en una forma de ganarte la vida; los comprendo, pero no comparto su falta de entereza humana. Me opongo ferozmente a su falta de compromiso, me enfurece saber que hay miles de niños como los míos que no están recibiendo lo que se merecen, se les está robando un mejor futuro, una oportunidad de superarse. Y todo porque sus profesores fueron débiles y no supieron aguantar las desventajas del trabajo, que como en todos los trabajos del mundo existen. No supieron valorar el tesoro que tenían en sus manos, lo desperdiciaron. No hay porque ser profesores toda la vida, se un profesor el tiempo que consideres necesario, y si vas a dejar de serlo, ten la decencia de esperar a que termine el curso y no seas una obstrucción para tus estudiantes.