EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Congruencia

Diálogo

YAMIL DARWICH

La palabra congruencia, del latín congruentia, se refiere a la coherencia o relación lógica; se trata de hacer coincidir lo que se dice con lo que se hace; aún más, serlo, consiste en igualar lo que se piensa, lo que se hace y se declara, actuando en consecuencia y recibiendo aceptación y respeto por ser congruente.

Con esa definición, podemos concluir que es extremadamente difícil ser congruente; un ejemplo son los políticos de todo el mundo, que se comprometen en la campaña para su elección, para olvidar durante el ejercicio de sus funciones en el puesto ganado; otro caso: el padre de familia, que exige al hijo decir siempre la verdad y luego le pide lo niegue en la llamada telefónica recibida.

Aunque la congruencia la aplicamos generalmente a las acciones humanas, caso del significado que le damos a las palabras o cuestiones de ética y comportamiento, también puede ser utilizada en las matemáticas y los resultados obtenidos en las operaciones; o en la física, caso del movimiento, que tiene que relación entre fuerza aplicada y velocidad adquirida.

Ser congruente, en ocasiones nos lleva a dudar de los porqués de las personas o las consecuencias en las cosas; así nos pasa con Joseph Ratzinger y su renuncia al papado.

Tan sólo supimos de su decisión, inmediatamente empezamos a preguntarnos sobre la "verdad verdadera" o el fondo de la renuncia, despertando gran cantidad de elucubraciones y dando pie a las más variadas hipótesis de los porqués de su dimisión. Los editorialistas no somos la excepción y escribimos largas entregas al respecto, caso del presente Diálogo.

Es evidente que este Papa debió aprender a ejercer su puesto bajo la sombra de Juan Pablo II, un prelado con enorme simpatía y gran aceptación de la feligresía, al punto que se le perdonara, o mejor dicho, no se le tomaran en cuenta sus errores, entre ellos uno grave: omitir revisión y castigo a la pedofilia de Marcial Maciel, ya finado, al parecer un hombre cercano y consentido por la razón que fuera y que, hasta la fecha, le genera demérito en su desempeño histórico.

Para su mala fortuna, desde el inicio de su pontificado, su apariencia física fue causa de críticas y agravios, llegando a trabajar sus fotografías en photoshop, hasta hacerle tener grandes similitudes con el malvado de las películas de la Guerra de las Galaxias. Ni qué decir de los escritos esotéricos y las profecías que administran algunos charlatanes, las que le colocaban como el penúltimo Papa, con la llegada del momento de la caída de la Iglesia Católica.

Ciertamente tuvo aciertos y errores, como cualquier líder del mundo, pudiendo enumerar algunos de ellos, como: buscar el acercamiento con otras iglesias cristianas, caso de la Anglicana; insistir en el acercamiento con el judaísmo, exonerando a ese pueblo de la grave responsabilidad de la muerte de Jesús, causa que fue reforzada y promovida por Mel Gibson y su película; también, al manifestarse contrario y luchar contra los malos manejos del Banco del Vaticano, dando ocasión a que aparecieran nombres de sospechosos y culpables; promover la misa en latín, ante la protesta de algunos y el franco rechazo de otros; revocar excomuniones a los obispos rebeldes; y utilizar las redes sociales para comunicarse con su feligresía, en un acto de modernidad,contra el conservadurismo de la administración religiosa.

Ahora inicia un período de elecciones, el procedimiento hermético que de siempre ha sido de llamar la atención, con todo y sus fumarolas negras y blancas; aparecen nombres de candidatos y razones de por qué sí o no elegirlos, entre ellos tres mexicanos: José Francisco Robles, Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Íñiguez, personajes públicos, algunos de no muy buena aceptación que, al parecer de los expertos, tampoco tienen posibilidades.

Curiosamente hay algunos candidatos de África, que ponen a temblar a los creyentes en las profecías de San Malaquías, que hablan de ciento veintidós papas, número del siguiente, que debiera ser negro, para la llegada del final de los tiempos. Esa y otras creencias sin fundamento, hacen evidentes las tendencias a la superstición y a los deseos de encontrar respuestas donde no existen.

Pensemos en la realidad y los datos que son duros y concluyentes: un Papa de ochenta y cinco años; enfermo de artritis; con diabetes mellitus que le ha desgastado a través del tiempo; marcapaso en el corazón; pero aún con una mente lúcida que le hace comprender que no puede atender sus funciones con la celeridad que le son necesarias al Vaticano y al mundo entero. Como el líder que influye hasta en los no creyentes, ha elegido separarse del cargo.

Esperemos el cambio de líder religioso y político y veamos sus posturas ante temas que preocupan a todos los habitantes de planeta. ¿No le parece?

ydarywich@ual.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 842462

elsiglo.mx