Las personas místicas tienen una serie de cualidades excepcionales y una serie de principios que rigen en sus vidas, son seres automotivados, autodirigidos y autodidactas. En muchos casos no tienen algún grado universitario. Son personas que en lugar de pasar por una etapa informativa, viven en una permanente etapa formativa.
Estas personas, hombres y mujeres por igual, son la fuerza que conducirá a las mejores empresas en este nuevo siglo. Este tipo de místicos empresarios y líderes, tienen algo que los distingue de los demás, ese algo es intangible y radica en el tipo de pensamientos que tienen y en sus concepciones acerca del mundo, en sus "mapas" o creencias acerca de la realidad, o de lo que creen que es la realidad, "su" realidad.
En el liderazgo como en toda actividad humana, se requiere mística -la relación del ser humano con Dios-. El liderazgo en los negocios o en cualquiera otra actividad, está incompleto si no existe la mística. La mística en el buen líder tiene claras manifestaciones, la más común de ellas se presenta cuando el líder, a solas en la organización, se pone en comunicación directa consigo mismo o con "algo" que le inspira a actuar de una manera extraordinaria. Se dice que el misticismo proviene de un convencimiento moral y es un estado íntimo de las personas.
A cada líder le llega su momento, la mística surge con el paso de los años y bajo determinadas circunstancias y experiencias personales de todo tipo, no solo de negocios. El líder empresarial, cuando ve en su condición la mística de su actividad, modifica su condición natural y adquiere una identidad y un sello que se reflejan en su actuar.
Para su capacitación, educación y desarrollo de habilidades, el aspirante a líder tiene que aportar toda su concentración y todo el esfuerzo posibles. Desde el principio su carrera refleja los valores que le inculcaron, los refleja en su individualidad y lo marcan de por vida. Entonces la mística lo envuelve, lo sumerge y lo convierte para hacerlo parte unívoca de los sentimientos elevados que guardan los buenos líderes. El cúmulo de valores que se arraigan con el tiempo en el líder, son el motor que lo impulsa a cumplir con su rol de líder, desde el espíritu de dar ejemplo y servir bien, hasta la obligación de anteponer a sus intereses personales aquellos intereses que importan al equipo de trabajo y a su empresa.
La mística desarrolla en los buenos líderes la convicción de cumplir cabalmente con sus deberes, disfrutando al mismo tiempo y gozando su destino, porque sienten que algo más allá de la superioridad está pendiente de su actuar y que ese algo sin rostro ni forma, esperará cada vez más de él. La mística del líder lo catapulta hacia lo extraordinario, a la consecución de logros extraordinarios a través de personas ordinarias, consciente de que el mayor esfuerzo individual es parte mínima, pero valiosa, del esfuerzo institucional. El buen líder nunca pierde su caballerosidad ni su generosidad con los demás y siempre se muestra cordial y accesible en todo momento. Quizá el lector o lectora, influidos por su propia experiencia al respecto, piensan que me refiero a un líder utópico que sólo existe en relatos como el presente. Nada más lejos de la realidad, los hay, y aunque hoy sean los menos, su número aumenta haciéndose más notorios en la actualidad, si nos fuera permitido mencionar nombres y apellidos, la lista sería muy larga para fortuna de quienes trabajan o trabajaron bajo su mando.
La mística es una parte sensible de los líderes triunfadores y nada tiene que ver con la religión ni con el sectarismo. La mística del buen líder tiene mucho que ver con la sed de cumplir y hacer cumplir y con su temple sobrio de saberse superior sin caer en el delirio. El momento sublime de la mística aflora en la soledad del que manda y lidera, cuando ésta le llega, sus reflexiones lo atrapan y lo transportan a un recorrido vertiginoso por sus acciones y pensamientos, proporcionándole la claridad que se requiere para tomar las decisiones apropiadas por más duras y difíciles que éstas sean.
Aunque no es utópica, la mística está estrechamente ligada con lo ideal. En la exaltación extrema de los sentimientos y las pasiones, la mística impulsa al líder a rebasarse a sí mismo, sin egoísmos ni miedos en pos de ese ideal entregándose a él. El historiador francés Lucien Febvre decía que "A los hombres que se entregan, la oblación final les restituye su grandeza".
La mística del líder es, a final de cuentas, la fuerza íntima de que dispone el que lidera para salir avante en casos críticos, es virtud y es acción en medio de las crisis para no retroceder ante las presiones en el ejercicio del mando y el liderazgo, la mística lo impulsa y lo jala.
Cuando la mística llega, se produce una atmósfera propicia para lo extraordinario, para todo aquello que sobrepasa la condición humana y se rompe automáticamente el círculo de soledad que rodea a cada persona que manda y lidera. Por ello, el líder que comulga con la mística, toma de ella aquello que lo empuja y lo convierte en alguien diferente.
Los empresarios y líderes místicos generan grandes ideas y las convierten en realidad. Reconocen que todo lo que ha sido creado por el hombre, tangible (algún producto, servicio) o intangible (la música), ha sido creado dos veces: Primero en la mente de alguien y después en el mundo real. Los empresarios y líderes místicos tienen la "cabeza en las estrellas" y también los "pies bien puestos en el suelo".