El inicio de las campañas políticas en Torreón con el objeto de renovar el gobierno municipal, abre el debate sobre lo que será el meollo de la decisión de los electores el siete de julio próximo, entre la continuidad de lo que existe y el cambio que es posible generar.
Es cierto que la democracia no se agota en el ejercicio del voto, pero sin duda el sufragio es la llave que abre la puerta de la participación ciudadana que debe prolongarse durante todo el tiempo que dure el ejercicio del gobierno electo, mediante el diálogo constante entre sociedad y gobierno, es decir, de la ciudadanía en términos de exigencia, y la respuesta de la autoridad que se concreta en el grado de transparencia y la rendición de cuentas que sea capaz de realizar.
En Torreón el problema fuente de todos los demás, reside en la actitud ciega, sorda, prepotente y cerrada de un gobierno municipal títere impuesto por un sistema burocrático externo a nuestra ciudad, que gracias a la disposición ilimitada de recursos públicos orientados al gasto electoral, logró imponerse en la pasada elección usurpando la autonomía política del municipio, lo que ha ocasionado la quiebra económica, el colapso de la obra y los servicios públicos y lo que es peor, la destrucción denigrante del tejido social.
El resultado ha sido desastroso. La actual administración se ha cerrado al diálogo con los organismos intermedios de la sociedad y en cambio, mantiene una relación enfermiza de manipulación con los sectores más pobres, a los que mantiene cautivos de la ayuda que reciben de los programas sociales y cuando la interpelación y la protesta en contra del gobierno crecen, éste responde ofreciendo al pueblo cotosos espectáculos de dudosa calidad artística y sin valor cultural alguno.
En el caso de las clases medias la política pública fundamental se sustenta en el miedo y la desintegración social. Basta considerar como botón de muestra el tema de la seguridad en relación con el cierre o limitación del acceso en algunas colonias, para advertir como la indolencia de autoridad municipal provoca que ese y otros temas siembren cizaña y causen enfrentamiento estéril entre los torreonenses, que nos hemos vuelto proclives a caer en juegos perversos de confrontación que nos distraen de nuestro objetivo esencial, que es la de fortalecer nuestro tejido social y generar el gobierno autónomo, normal, atento y transparente que merecemos.
Frente a tal estado de cosas, la primera decisión concierne a ir a votar y la segunda por quién hacerlo. El cansancio que invita al abstencionismo, no ofrece solución alguna. El enunciado según el cual la oportunidad de escoger en la actual elección municipal es más de lo mismo tampoco es válido, porque las solución no va a venir de la estratósfera sino del seno de nuestra propia comunidad y en el caso de Torreón, tenemos la experiencia suficiente de al menos dos estilos diferentes de gobernar y otras opciones de las que podemos echar mano.
La propuesta fundamental en la presente elección, se concreta en las posibilidades reales y creíbles de cada partido y candidato, de generar una apertura que permita a la sociedad recuperar el protagonismo que le corresponde en la vida pública y en ese orden de ideas, la opción idónea a elegir como gobierno, es la que garantice el mejor grado de interlocución con la sociedad y como consecuencia de mayor participación ciudadana.
A ello se debe que entre las exigencias más insistentes de la ciudadanía se encuentre la creación de un observatorio ciudadano, que permita en el día a día calificar el desempeño del gobierno a partir de la trasparencia y la rendición de cuentas, mediante un sistema de evaluación continua de resultados medibles en base a estadísticas.
Desde luego que en tiempos de campaña cualquiera puede hacer una promesa en el sentido indicado, por lo que es necesario reflexionar sobre los antecedentes de cada partido y candidato, a la luz de la situación concreta de nuestra ciudad y estado, para determinar cuál de ellos ofrece mayor credibilidad.