DESPUÉS DE TI
Despedir a un amigo no es fácil, sobre todo cuando se le dice adiós para siempre. Cierto, nos queda el consuelo de un reencuentro en otra dimensión, pero por lo pronto, en este tiempo y espacio sabemos que no hemos de volver a encontrarnos.
Hoy despedí a un amigo, el licenciado Mario Héctor Jáuregui Padilla. Tuve la oportunidad de acompañar a su familia en ese póstumo homenaje público al esposo, al padre, al abuelo. De alguna manera las emociones que embargaban a la familia nos alcanzaron a todos los presentes, y su llanto fue el nuestro. Las palabras con que la hija y la nieta hablaron del ser amado desde la intimidad, guardaron absoluta congruencia con lo que fue en vida Mario Héctor, más allá de su núcleo familiar, como profesional, como ciudadano, como amigo.
Conozco a su familia desde hace casi treinta años, cuando llegué a Piedras Negras. Inicialmente traté a su esposa Blanca Esthela, con quien a lo largo de todos estos años me ha unido, aparte de una linda amistad, el amor por la palabra escrita; más delante fui maestra de Celinda la hija menor, y finalmente su primogénito Mario y yo compartimos durante muchos años la práctica médica dentro del Seguro Social.
Conozco el desempeño que el licenciado tuvo dentro de la abogacía en esta frontera, pero mi trato hacia él fue como esposo de Blanca Esthela, a quien siempre apoyó en su quehacer literario. Muchas habrán sido las ocasiones cuando la acompañó a eventos relacionados con su actividad artística dentro de los cuales también yo participaba, de manera que nunca dejó de sorprenderme el entusiasmo con que acompañaba a su esposa y se integraba al grupo de escritores en turno. En diversas oportunidades cuando tuve ocasión de convivir con él observé la forma como rápidamente interactuaba de manera natural con cualquier grupo, siendo siempre alegre, divertido y bailador.
Cuando un ser querido se va queda un gran vacío para todos, en particular para su familia. Mario Héctor se fue sin mayores aspavientos, como quien juega una broma a sus seres queridos para no dar tiempo a que le lloren; yo diría que así lo quiso en un último momento para que siempre lo recuerden sonriendo. Habrá sido entonces uno más de los incontables gestos de amor para esa hermosa familia que formó, y que hoy se ve en la penosa tarea de despedirlo.
Lo único seguro en esta vida es la muerte, momento del que ninguno de nosotros habrá de escapar, por más que queramos evitarlo. Cuando hayamos partido seremos recordados por algo muy nuestro, que nos haya caracterizado a lo largo de nuestra vida. De este modo hoy que regresé de ese significativo homenaje familiar lo hice segura de que él será recordado por el amor con que supo vivir hasta el último instante. Amor a la vida; amor a su esposa con quien compartió cincuenta y cinco años de matrimonio; amor a sus hijos. Amor a todos y cada uno en sus personas, en sus obras, y en las familias que ahora han ido formando.
Aún en los momentos más difíciles cuando el dolor físico doblaría a cualquiera de nosotros, Mario Héctor conservó el entusiasmo, incluso la alegría que siempre lo caracterizó. Me quedo con la impresión de que se cuidó hasta el último momento por mantenerse alejado de cualquier imagen lastimera, como una forma más de amor a la vida.
Viene a mi mente una canción del brasileño Nino Segarra, que han interpretado diversos cantantes, pero que en particular me gusta en voz de José Feliciano. Se intitula: "Después de ti", y que habla de una ruptura diciendo en el corrillo:
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