LOS TIEMPOS DEL ARREBATO
Como seres gregarios nos corresponde mantener una lectura continua de los acontecimientos que se desarrollan en torno nuestro para tratar de entenderlos, y finalmente obtener una fotografía instantánea de nosotros mismos.
Y sucede algo que no es infrecuente a la hora cuando revisamos una fotografía en la que aparecemos: La imagen que vemos en ella no siempre coincide con la imagen mental que tenemos de nosotros mismos.
Esta semana destaca como nota la presunta acusación presentada en España en contra de la Infanta Cristina, acusada de complicidad en el desvío de recursos de diversas ONG a las cuentas personales de su esposo Iñaki Undargarin y el socio de éste. Algo que resulta difícil de entender, y que constituye un claro ejemplo de los llamados delitos de "cuello blanco" en los que contrastan las acciones ilícitas de un individuo poseedor de una imagen externa impecable y elegante.
Hurgando en los motivos que pueden llevar a miembros de la realeza a hacerse de dineros turbios, poniendo en riesgo tanto. ¿Sería acaso una acción impensada, como espejismo, algo que pareció fácil llevar a cabo, y que ahora los tiene atrapados?
La inmediatez es un signo de estos tiempos; solemos actuar irreflexivamente muchas de las veces, sin detenernos antes a meditar las consecuencias de nuestros actos. El ritmo de vida actual da pie a ello ciertamente, pero no lo justifica, y dejarnos llevar por la primera reacción ante un estímulo se aleja de ser la conducta idónea.
Vienen a mi mente casos en los que un ciudadano es víctima de un asalto, le exigen que entregue su vehículo, a lo que él se niega y lo matan; es una situación que nunca he alcanzado a comprender: Quienes te asaltan van dispuestos a todo, así es que más vale salvaguardar lo único insustituible, lo más precioso, que es la vida. Muchos de los casos corresponden a vehículos de reciente modelo que forzosamente están cubiertos por una póliza contra robo que la misma agencia obliga al cliente a adquirir. ¿Será entonces que por efecto del susto esa persona se obnubila y no atina a identificar qué es lo más importante en esos momentos?
Ejemplos del modo como esta inmediatez llega a tomar posesión de nuestros actos hay muchos. Esta misma semana finalmente aprehendieron a un joven de 22 años quien dio muerte de manera violenta a su exnovia de 20 años, hechos ocurridos en la Ciudad de México. ¿El argumento? Si no iba a ser de él, no iba a ser de nadie. Poniéndonos por un momento en los zapatos del presunto criminal, y siguiendo su juego: ¿Cuál fue su ganancia a fin de cuentas, si va a pasar veinte o más años en prisión, acusado de homicidio calificado?...
A diario nos topamos en la calle con situaciones de conflicto originadas por esta impulsividad de parte de algún conductor que se le echa encima al otro con tal de no ceder el derecho de vía, yendo hasta extremos absurdos y ridículos, en ocasiones con funestas consecuencias.
¿Qué nos lleva a reaccionar de esta forma primitiva y refleja? ¿Por qué razón no se dispara la inteligencia para reflexionar y elegir la mejor opción? Probablemente la facilidad con la que se obtienen resultados hoy en día, no ha sido la mejor maestra, pues nos ha convertido en individuos acostumbrados a no batallar, a que las cosas sucedan de manera inmediata, sin mayores dificultades para lograrlas.
Simplemente analicemos cuánto se tardaba una carta o un telegrama hace veinte o treinta años, y cuánto pasa entre el envío y recepción de un mensaje vía electrónico en estos tiempos. Las antiguas misivas solían constituir verdaderas obras de arte en cuanto a sintaxis y caligrafía, y dulces eran los tiempos de paciente espera. Por su parte los mensajes que hoy enviamos hasta el otro lado del mundo con solo pulsar un botón, no admiten esperas, son precipitados, y no en pocas ocasiones nos meten en problemas, pues para cuando meditamos bien en lo que acabamos de enviar y queremos modificarlo, ya no hay nada qué hacer.
Con toda seguridad las nuevas generaciones se reirían si supieran lo que implicaba enviar una cantidad de dinero de una a otra ciudad, ya fuera por vía bancaria o telegráfica, consideradas como las más "rápidas". O bien, el hecho de que en aquellos tiempos no existieran cajeros automáticos, y apenas comenzaran a circular las tarjetas de crédito. Todo lo que para las nuevas generaciones sería un fastidio hoy en día, nos permitió a nosotros desarrollar otro sistema de organización mental que en cierta manera nos pone a salvo de esos arrebatos que en la actualidad llegan a ser hasta mortales.
La inmediatez nos obliga a ser más reflexivos, como medida de supervivencia.