Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Contraluz

Dra. Ma. del Carmen Maqueo

CON CRISTO O CON EL CHAVO

(O "CÓMO SOMOS ARGÜENDEROS")

En periodismo una de las máximas es nombrar las colaboraciones con un título de menos de treinta golpes, sin embargo esta vez no me pude resistir a excederme arbitrariamente, por puro gusto.

Durante la semana se ha criticado hasta el cansancio a Margarita Arellanes Cervantes, alcaldesa regiomontana, quien durante un evento público osó ofrecer las llaves de la ciudad a Jesucristo. En lo personal me resulta simpática la satanización que se ha emprendido en contra de la figura pública a la que casi queremos quemar viva por su falta.

Desde tiempos de la Reforma se estableció el principio histórico de la separación del Estado y la Iglesia, ley que permaneció con poco cambio hasta enero de 1992 cuando se hicieron importantes adecuaciones. A partir de este mismo principio histórico fue que se emprendió la Guerra Cristera en tiempos de Plutarco Elías Calles, con persecución y muerte de aquellos prelados que osaban manifestarse públicamente, así como de los fieles que participaban en dichos actos religiosos. Y como suele suceder en política, la persecución cristera se llevó a cabo en medio de una doble moral que me consta de primera mano. A mi abuelo materno José Garza Zertuche, y al hermano de Plutarco Elías, Arturo, les unió una gran amistad que culminó en 1925, mientras se desempeñaban como cónsules, uno en Nueva Orleáns y el otro en Nueva York. La ahijada en cuestión fue mi señora madre, y la ceremonia religiosa se llevó a cabo con total apego a la tradición católica, sin problema alguno, mientras en las calles se perseguía y se daba muerte a sacerdotes y fieles.

Remontándonos a los motivos que determinaron esta separación entre Iglesia y Estado, sabemos que se previó como una manera de limitar la influencia política que las religiones pudieran ejercer sobre los fieles, y así impedir revueltas sociales, además de garantizar un sufragio libre de manipulación.

Y así como somos de apegados a los símbolos, convertimos en sagrados el himno, la bandera y el escudo, de manera que mientras en otros países pueden portar el escudo nacional hasta en los calzones, nosotros atendemos un protocolo muy rígido de respeto a esos símbolos que nos representan.

Y fue precisamente en este tenor de estrecho apego a lo que marca la ley, que se ha satanizado de singular manera a la alcaldesa por haber pronunciado la palabra "Jesucristo" durante un evento público de índole religiosa. Y como ella misma ha venido señalando en días posteriores a lo acontecido, ha habido gobiernos que entregan ciudades al crimen organizado, y ante eso nadie chista.

Justo éste es el meollo del asunto, parece que es más grave atentado contra la patria pronunciar la palabra "Jesucristo" que el hecho descarado y cínico de saquear las arcas públicas que tantos y tantos funcionarios hacen bajo el eufemismo de "peculado". ¡Vaya! Hasta hemos perdido la cuenta de quiénes son y de cuánto se han llevado; cada vez que sucede, luego de dos o tres pataletas nos asilenciamos y pronto lo olvidamos. Ese sí es daño a la nación; la corrupción y la impunidad son serias ofensas a la patria, pero nos quedamos como si nada, mientras que frente a la alcaldesa regiomontana aflora el patriotismo hasta con ánimos de lincharla.

Dentro del mismo artículo 130 Constitucional que habla sobre la separación histórica de Estado e Iglesia, viene un párrafo que hallo muy interesante, y aquí transcribo: "La simple promesa de decir verdad y de cumplir las obligaciones que se contraen, sujeta al que la hace, en caso de que faltare a ella, a las penas que con tal motivo establece la ley".

Por ello digo que cómo somos argüenderos, pues está visto que estos principios que también establece nuestra Carta Magna, no nos provocan ni prurito. Como tampoco lo hacen aquellas fórmulas oficiales de "Juro cumplir y hacer cumplir la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen".

Retomando el título de mi colaboración: Se separó el Estado de la Iglesia para así garantizar, entre otras cosas, que el ciudadano emita su voto con plena conciencia. Aunque claro, nadie dijo nada de otras maneras como también se atenta contra la lucidez del ciudadano convirtiéndolo en pieza fácil de manipular, para los fines que a ciertos intereses convengan. Ahí tenemos herramientas como las desarrolladas por algunas cadenas de televisión, programas que inducen el enanismo mental, ya que no apuestan un solo céntimo a favor de la inteligencia del mexicano. Disfrazados de comicidad o de actualidad, en el fondo llevan muy clara la consigna de impedir que surjan entes pensantes que pondrían en riesgo de desaparición del estado actual de cosas, que tanto conviene a unos cuantos.

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