Interpretando el capítulo 68 de 'Rayuela'. Apenas él le tocaba el tema, a ella se le ponían los pelos de punta y caían en el mismo pleito.
En salvajes discusiones; en gritos exasperantes. Cada vez que él procuraba recalcar sus intenciones, se enredaban en una discusión quejumbrosa y tenía que esforzarse a sobremanera, sintiendo cómo poco a poco las ganas se le agotaban, se le iban apagando, suprimiendo hasta quedar seco como el maple de un bello huerto al que se le han dejado caer las ilusiones de algún día compartir.
Y sin embargo, era apenas el comienzo, porque en momentos ella se enaltecía y presumía afirmando que él simpatizaba con el acuerdo.
Apenas se acercaban, algo como un imán los atraía, los polarizaba y entrelazaba; de pronto surgía un ciclón, la aberrante pasión de los amantes, el deseo imparable del complemento. Los sentidos del humano en una sola habitación.
¡Cásate conmigo! ¡Cambia de opinión!
Incrustados en la cresta de la pasión, se sentían dioses; poderosos y vulnerables a la vez.
Temblaba su muslo, se vencían las fuerzas y todo se resolvía en un hartante suspiro, en respuestas con estúpidos argumentos, en caricias consoladoras que sólo los que de verdad aman entienden con resignación.
Una novela que no sólo denota libertad en el contenido, sino que se encuentra escrita sin limitantes gramáticos. Existencialismo literario.
'Rayuela' de Julio Cortázar, un clásico para disfrutar que con mera libertad fue escrito para que de la misma forma sea interpretado.
Lean, interpreten y vuelvan a leer. Que no sólo Cortázar está para ser leído, hay libros hasta para aventar pa'rriba.
