El artista. Jaime Hinojosa nació en febrero de 1952 en General Terán, Nuevo León. Estudió Literatura Hispanoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México (1975-1978). En 2003 tomó la dirección del Centro de Iniciación Artística Pilar Rioja (Cinart), en Torreón. Trayectoria. Jaime creó el proyecto de la Escuela de Danza.
Su saludo es alegre y tiene la risa de quien agradece la vida. Jaime Hinojosa es un hombre con cuarenta años de experiencia en la danza. Pero ¿qué ideas conforman el mundo del bailarín, coreógrafo y director de la Compañía Mezquite Danza Contemporánea?
Jaime ha dedicado más de la mitad de su vida al arte del movimiento. "La danza me hace vivir, me da continuidad y permanencia, me salva de mí mismo, es una riqueza intangible. No importa el espacio donde la practique, la danza le imprime un sentido a mi vida", expresa.
"Desde mi experiencia, el otro sentido de la vida que puede dar la danza, que es el económico, es muy difícil, pero sí se puede vivir de ella. Tengo 61 años y voy a cumplir cuarenta de estar en el «grand jete» y en el «demi plié».
La danza me ha dado las dos vidas; la que te permite vivir, rentar un departamento, comer, vestir, viajar; y la otra, la que te hace crecer e integrarte al mundo. Yo no concibo mi vida sin la danza", puntualiza el bailarín.
INICIOS EN MÉXICO
Hablando de la historia de la danza, Jaime reconoce que: "México es un país de bailarines folclóricos, la danza contemporánea arranca en nuestro país en 1938, cuando Anna Sokolow funda su compañía «La Paloma Azul».
Anteriormente, por aquí pasó el Gran Ballet del Marqués de Cuevas, que fue uno de los primeros en hacer danza clásica", recuerda.
"Yo soy de Nuevo León y me fui a la Ciudad de México porque no había dónde estudiar en Monterrey, aún no existía la Escuela Superior de Música y Danza, que nació en 1978. La danza siempre me cerró el ojo, me estuvo coqueteando y yo a ella, desde los bailables del día de las madres en la primaria y ese tipo de cosas", relata.
"Mi primera experiencia con la danza profesional fue a los catorce años, en Monterrey. El Ballet Bolshoi vino al Teatro Florida a presentar «El lago de los cisnes».
Las hermanas de mi papá vivían en Montemorelos, Nuevo León (a ochenta kilómetros de Monterrey), y yo armé un escándalo e hice berrinche para que me llevaran. Fue impresionante, después de ver el ballet, dije «Sí, pero no va por ahí lo que me gusta»", dijo.
"Mi acercamiento con la danza también se dio a través de la música. Mi imaginación creativa se nutrió de las radionovelas mexicanas, me asombraba escuchar cómo las musicalizaban y los efectos de sonido que utilizaban, por ejemplo, para transmitir «peligro» ponían un «tun-tun-pum-pum», que era "Consagración de la primavera", de Stravinski, o el «pam-pam-pam», que era la composición musical "Redes" de Silvestre Revueltas. Entonces, yo pensaba: «Esta música se puede bailar»".
"La música siempre estuvo supeditada a la danza".
¿CUÁL ES EL PRECIO?
La vida de un bailarín se ve marcada por renuncias implícitas en esta profesión, "La preparación del bailarín, que no termina nunca, es de ocho horas diarias. Eso implica disciplina, trabajo y la capacidad de integración a una comunidad. Cuando llegué a la Ciudad de México tomaba tres clases técnicas al día y por las tardes estudiaba literatura", señala el coreógrafo.
La danza es efímera, pues se diluye en el momento en el que se presenta. Al hablar sobre su faceta como maestro, Jaime dice que se siente en paz porque ama lo que hace, "¿qué le enseño a mis alumnos? La incertidumbre, el hecho de que no crean que ya la hicieron, porque si en una clase les salen dos giros limpios, en la siguiente tienen que hacer tres. La técnica es un medio, no una finalidad", menciona.
"Además, me gusta enseñarles la incertidumbre porque actualmente las barreras entre las disciplinas de las representaciones escénicas están fragmentadas. Creo que se requiere una nueva lectura para definir hacia dónde vamos, una que tenga que ver con la creación de nuevas mitologías, porque no hay en qué creer".
HAY QUE RENOVARSE
"En este momento la creación está atorada, todo se confunde con el «performance», todos son bailarines, músicos, escritores, todos exponen... Yo puedo ir a acostarme ocho horas al Museo de Arte Moderno y eso es una instalación perfecta. La danza tiene que bastarse a sí misma. Tampoco estoy diciendo que todo sea malo, porque sé que hay cosas muy afortunadas que parten de la técnica, la educación y la historia", menciona.
Jaime sostiene que la danza, como la música y la literatura, es muy celosa, y te da lo que le ofreces, si le ofreces más, te da más. "Torreón ahí la lleva, está cambiando, hay una Camerata, una Compañía de Danza que está creciendo. Me parece que, como creadores, nuestra preocupación no debe estar en la formación de públicos, que es un problema de educación social, porque nosotros bailamos y exponemos nuestro trabajo.
Los planes de estudio de educación básica deberían incluir a las artes para que los niños vayan creciendo con ellas. Yo no formo públicos, yo formo bailarines, maestros y coreógrafos, a eso vine".
PROYECTOS ACTUALES
"Espero que la Escuela de Danza Contemporánea de Torreón salga en la siguiente administración, que es la promesa. Hay que seguir trabajando, porque si yo asumo a la danza como mi vida, tengo que recrearla y hacerla más grande, seguir produciendo".
Desde la perspectiva de Jaime, nadie ha marcado la danza en la segunda mitad del siglo XX como Merce Cunningham y Pina Bausch. "Cunningham viene de la escuela de Martha Graham, y Pina de haber entendido y vivido el expresionismo alemán. Ellos serían el equivalente a Picasso en la pintura", declara.
A través del tiempo las artes evolucionan, "Nos han enseñado que la danza tiene que ser visual, dinámica, estética, porque así la conocemos, pero si estás formando bailarines y coreógrafos, también debes darles la contraparte; la danza oscura, la danza psicologista, la danza que viene de emociones profundas", afirma.
"Todo tema implica una forma. Los bailarines de contemporáneo tienen que ser muy técnicos. Creo que la mejor escuela que uno puede darle a sus alumnos es el ejemplo, no hay de otra. Yo llego al Teatro Isauro Martínez -con quien estoy infinitamente agradecido por el hospedaje- a barrer y trapear el salón de danza, porque los bailarines siempre vamos a llegar a un teatro a bailar. No es que la danza sea el «patito feo» de las artes, sino que es una manera de entrar al escenario diciendo «Este es mi espacio y quiero que esté limpio»", expresa.
En Torreón la danza contemporánea está dejando de ser una de las artes menos conocidas. "Lo fue cuando yo llegué, pero conforme pasa el tiempo, una mayor cantidad de gente se la apropia. Ahorita estoy pensando en cómo le voy a hacer para que mis bailarines tengan un sueldo, porque no puedo llegar y decirles: «Bueno muchachos, ya se acabó el apoyo», no quiero que empiece el año sin que ellos tengan un sueldo. ¿Cómo le voy a hacer? No sé, pero siempre lo he hecho, es mi chamba", dice.
Al preguntarle por su carácter, Jaime dice: "No tengo carácter. No me defino y así me gusta. Marcel Proust decía que tu personalidad social no es la que tú crees, sino la que percibe la gente que te rodea. Yo le doy toda la razón y creo que puedo estar equivocado en lo que pienso de mí mismo. Quisiera estar más tranquilo, pero soy de naturaleza trágica", confiesa.
CÓMO FUE SU ENCUENTRO
Durante su juventud, Jaime vio bailar a Raúl Flores Canelo, en el Palacio de Bellas Artes, durante una temporada del Ballet Independiente. "Lo vi y dije «Quiero bailar como él», entonces supe que no podía perder más tiempo, dejé la carrera de medicina y me fui a ser bailarín.
Tomé mi primera clase a los 22 años, ese fue mi primer acto de valentía. Vengo de una familia de provincia, donde no existía más que la educación cien por ciento vertical. Decidí irme, aún sabiendo que no iban a recibirme en la casa en la Navidad de ese año, como pasó", asevera.
PLANES Y EXPECTATIVAS
Entonces, ¿qué viene para Mezquite? El director declara que no es una decisión suya, sino de quienes integran la compañía, "hasta ahorita la idea es seguir adelante. Yo espero que Torreón reaccione con Mezquite, en el sentido de que se dignifique la danza".
"Me encantaría que Torreón creciera. El trabajo es diario. Tengo un grupo propedéutico con 18 muchachos que vienen gratis porque no tienen con qué pagar, y los maestros tampoco reciben un sueldo, pero lo hacemos.
Yo quiero una escuela profesional que forme bailarines y que identifique vocaciones en el talento local", finaliza.
Sus influencias
Sus principales influencias son Anna Sokolow, el coahuilense Raúl Flores Canelo, director del Ballet Independiente, a quien Hinojosa considera la sofisticación absoluta de la danza, y Pina Bausch. "Ellos me hicieron ver que este arte va más allá de lo visual y lo estético".
Jaime confiesa tener otras pasiones como el cine clásico y la poesía. Le gustan los surrealistas; además de Poe, Octavio Paz, Velarde, Cernuda, Emily Dickinson y Huidobro, sólo por mencionar algunos.
Jaime Hinojosa cuenta con una trayectoria de cuarenta años en la danza. Actualmente es director de la Compañía Mezquite Danza Contemporánea. A sus 22 años tomó su primera clase y desde entonces no ha parado de bailar y crear. Además espera que se termine la construcción de la Escuela Municipal de Danza Contemporánea de Torreón.