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Crónicas de viaje

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

(Primera entrega)

El viaje comenzó a muy temprana hora: Las cuatro y veinte de la madrugada. Ahí, reunidos todos, revisamos que todos tuviéramos en la mano nuestros documentos y el dinero suficiente para no pasar penurias. Cada cual en sus posibilidades contó su peculio y nos dispusimos a viajar al mundo de Disney.

Mis hijas andaban como "gallinas descabezadas", pues la desmañanada les cayó mal, lo que era natural tomando en cuenta su corta edad.

La primera tarde fue fatal. Fallaron los radios y no supimos dónde andaban unos y dónde los otros. Así que vimos la forma de que eso no volviera a suceder.

La verdadera aventura comenzó al día siguiente, cuando nos encontramos frente al monumental castillo y las niñas corrieron a abrazarme y se prendieron de mis piernas al tiempo que decían: "Mira, tío, el castillo de las princesas" y abrían los ojos maravilladas, pues no daban crédito a lo que veían.

Inmediatamente, y vestidas como verdaderas princesas, posaron junto a mí, para la foto que yo tanto ansiaba. La foto la tomó Mino, que para eso es un experto en tomar impresiones de niños.

Buen rato deambulamos por el parque y ya entrada la tarde nos trasladamos al hotel para estar a tiempo en la cena con los personajes de cuentos. Cuando mis hijas vieron al Príncipe de Cenicienta, casi enloquecen, aunque Bárbara se le puso al brinco, cuando al príncipe se le ocurrió llamarla "Baby", a lo que ella respondió enérgica: "Me llamo Bárbara, ¡Bárbara!, no Baby".

Creo que esa lección la tiene bien aprendida de su madre que no le gusta que le cambien el nombre.

Es maravilloso ver cómo los niños no distinguen entre realidad y ficción y un grupo de ellos, en la comida, traía a mal traer a la madrastra de Blanca Nieves, pues le jalaban el vestido y le daba patadas, a lo que ella respondía también con manotazos.

Algo semejante sucedió, cuando salimos del espectáculo de "La Sirenita", pues Bárbara exclamó: "Pin... madrastra. Cab...". Su padre inmediatamente la reprendió, pero ya había dicho lo que sentía.

Otro tanto sucedió con Sofía, porque Wolker se nos perdió en el parque y ella estaba muy preocupada por ese hecho, tanto que le decía a su mamá: "Es un niño y se perdió. Hay que buscarlo".

Claro que ella ignoraba que ese niño, ya se mueve solo, habla bien inglés y para cuando llegaron ellos al hotel, el niño ya estaba en el quinto sueño.

En los Estudios Universal, vimos la "historia del cine". Las películas más famosas están ahí representadas, desde "Casa Blanca", hasta las infantiles, pasando por las de gánsteres. Cuando pasamos por esta última y se soltó la balacera, Laura nos dijo: "Ah, igualito que en Torreón. Qué chiste".

Lo cual era cierto, pero a diferencia de mi ciudad, ahora no teníamos que salir corriendo.

Al terminar la comida, hicimos una breve escala en la habitación. Creo que Bárbara tenía sueño y quiso subirse a la cama, pero cundo levantó la piernita para subir, soltó un sonoro pummmm, y ella sólo dijo: "Ay, un purrum", pero no se disculpó.

Ya para despedirnos, deambulamos por el parque cuando sólo quedaba muy poca gente. Me senté en una banca a esperar que se reunieran todos y fue entonces cuando las niñas se pusieron a mi lado y Mino aprovechó para pedirles que me abrazaran y al mismo tiempo me dieran un beso en la mejilla, lo cual ambas hicieron, quedando así el momento para la posteridad, como símbolo del amor incondicional que nos tenemos.

Pero el cuerpo te cobra los excesos y a mí me los cobró al día siguiente, pues pasé una mala noche y no dejé el hotel hasta en la tarde, para ir a la fiesta de brujas.

También me dio risa, cuando Bárbara al despedirse y como se trasladarían en bote, al través del lago, dijo muy seria: "Aquí hay cocodrilos. Acá también hay cocodrilos. Y ahí, en el agua, se hacen caca". ¿De dónde saca esas cosas?, seguramente las escucha de sus mayores y eso le deben de haber dicho para que no meta las manos al agua.

Creo firmemente que cuando menos una vez en la vida debe venir uno a Disney con niños para disfrutar de las maravillas de su asombro y sus ocurrencias. Cuando menos una vez antes de partir.

Doy gracias a Dios el haberme permitido vivir esta experiencia, aunque debo cuidar más mi alimentación, porque el cuerpo te cobra los pequeños excesos. Nada que no se cure con un día de reposo, pero te los cobra con una mala noche.

En las próxima entregas comentaré la noche de brujas y los incidentes posteriores. Por ahora es suficiente.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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