La Cruzada contra el Hambre de México cuenta con todos los ingredientes para tener éxito y las críticas sobre su uso clientelar y electorero son muy similares a las recibidas por el programa Hambre Cero de Brasil, opinó el director general de la FAO, José Graziano Da Silva.
Ex ministro extraordinario de Seguridad Alimentaria de Brasil, responsable de la aplicación del programa Fome Zero (Hambre Cero), con el que el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva sacó de la pobreza a 28 millones de personas, Graziano Da Silva asumió el cargo de director general de la FAO en enero de 2012.
El funcionario llegará a México el próximo lunes por la noche para estar presente en la evaluación que cada mes de abril se realizará sobre los resultados de la Cruzada Nacional contra el Hambre, apenas lanzada por el presidente Enrique Peña Nieto.
En entrevista en su oficina en la sede central de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Roma, Graziano Da Silva confirmó que entregará al presidente el reporte preliminar preparado por una misión del organismo que visitó México recientemente.
“Desde que me reuní el mes pasado con el presidente Peña Nieto tomamos la iniciativa de mandar una misión, que nos preparó un informe preliminar donde se identifican las principales dificultades y en base a eso preparamos una propuesta, una iniciativa dirigida a apoyar la Cruzada contra el Hambre”, explicó.
Dijo que los detalles de esa propuesta los dará a conocer al mandatario, pero que en México son claves tres de las cinco dimensiones señaladas por Naciones Unidas (ONU) en su plan Zero Hunger Challenge (Reto Hambre Cero).
Se trata de la que establece la necesidad de garantizar a toda la población el acceso adecuado a los alimentos, la que promueve retraso cero en el crecimiento en niños menores de dos años y la que apoya aumentar en 100 por ciento la productividad y el ingreso de los pequeños productores.
“Esos son los ejes en los que nos vamos a concentrar. Hay que recordar que México tiene un problema bastante serio en el raquitismo de los niños y ya se ha demostrado que el menor crecimiento no tiene causas genéticas, sino que se debe a la falta de alimentos”, señaló.
Graziano Da Silva consideró que hay muchas similitudes entre los programas contra el hambre de México y Brasil, sobre todo en las críticas recibidas al inicio de su puesta en práctica.
Reconoció que por la naturaleza de este tipo de programas siempre hay el riesgo tanto de desvío de recursos, como de acusaciones de utilizar el programa para otros fines.
“En Brasil había mucha aprensión, incluso antes de que Lula llegara a la Presidencia, porque también se temía el uso electoral del programa”, dijo.
Explicó que cuando fue lanzado Hambre Cero, el gobierno fue acusado de mirar a las elecciones municipales, sobre todo porque el programa tenía como área prioritaria, igual que en México, la parte más pobre del país, que era la zona del nordeste, donde habían triunfado los partidos tradicionales, con un uso clientelar de los recursos contra la pobreza.
“Esa zona había acumulado además tres años de sequía, el gobierno (anterior) distribuía canastas con productos básicos a la población y, claro, eso se hacía en un marco totalmente clientelar y electorero de regalos a cambio de votos”, mencionó.
Dijo que Hambre Cero se propuso sustituir ese mecanismo, a través de una tarjeta magnética que se entregaba a las mujeres de cada familia, lo que resultó fundamental, pues se había detectado que los hombres despilfarraban hasta el 20 por ciento de los recursos desde el momento en que los recibían hasta que llegaban a su casa.
También se hicieron más estrictas las normas para determinar quién tenía derecho a la ayuda, debido a que inicialmente se constató que en las listas había hasta un 60 u 80 por ciento de personas que no debían estar y entre las que figuraban parientes de políticos locales o sus apoyos electorales.
“Por eso me gustó mucho el enfoque mexicano desde la comunidad, creo que países que tienen tradición indígena como México pueden usarla con gran maestría para decidir a quien dar la ayuda, debido a que la comunidad tiene un rol de injerencia en las decisiones de las familias”, anotó.
El director general de la FAO recomendó basarse en las indicaciones de las comunidades indígenas, pues “eso es lo mejor para evitar todo ese tipo de clientelismo y desvío político”.
Consideró que la Cruzada contra el Hambre cuenta con todos los ingredientes para tener éxito, ya que “tiene muy claramente identificados sus objetivos, muy bien definida la zona de prioridad, que es la de población más pobre, y tiene establecidos los mecanismos gubernamentales de apoyo”.
Resaltó que la Cruzada contra el Hambre cuenta con un involucramiento directo de la Presidencia de la República, lo que resulta central, como lo fue el caso de Hambre Cero en Brasil.
“No hay que descuidar ese control gubernamental y sobre todo el compromiso político del presidente. Ese es el motor, pues si el presidente delega a niveles inferiores el programa se puede disgregar”, advirtió.
Recordó que Brasil también negaba que tuviera hambre y dijo que los resultados de la Cruzada pueden ser muy rápidos si se implementa adecuadamente y los apoyos arriban a la población verdaderamente necesitada.
“Los beneficiarios se encuentran en una situación de miseria absoluta y en la medida que se les dan recursos se revitaliza un circuito de economía local, porque los recursos existen, la gente y la tierra están ahí y saben sembrar. Lo que hay que hacer es crearles las condiciones básicas”, aseveró.
Graziano da Silva recordó que la FAO ya trabaja en México desde hace mucho tiempo con el PESA, el programa de seguridad alimentaria que “va bastante bien”.
