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Cuando un amigo se va

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

EN ESTA OCASIÓN no quiero ocuparme de los políticos, generalmente con tan mala reputación entre los ciudadanos, y en el resto del mundo.

TAMPOCO quiero hablar de los problemas económicos y sociales que abaten de manera endémica a este país. No es prudente por ahora gastar tinta ni ocupar espacios en las cuartillas, para mencionar los conflictos que tienen a su interior todos los partidos políticos, ni del chantaje que esos mismos partidos están tratando de imponer saliéndose o no del Pacto Por México, y lograr así satisfacer sus muy particulares pretensiones económicas y políticas.

HOY RECORDAREMOS a un hombre bueno que vivió en nuestra comunidad. Queremos rememorar a los que cumplen de manera silenciosa sus obligaciones para con la comunidad y como padres de familia; a los que cuidan, protegen y educan a sus hijos para que lleguen a ser buenos ciudadanos y mejores mexicanos.

NO ES PRUDENTE HABLAR por ahora de los ávidos de riqueza, de los que han depauperado y saqueado a este abatido país en busca de un oro pronto, robado e inmediato. Tampoco ocuparemos este espacio relatando hechos sobre los dolorosos secuestros y crímenes que impunemente se vienen cometidos y que sufre nuestra región, ante la mirada azorada e impotente de todas las autoridades a sus tres niveles de gobierno.

HOY QUEREMOS RECORDAR a los buenos, que son muchos más que los malandros que ahora azotan nuestra comarca; recordemos a esos buenos que son finalmente quienes sostienen el tejido social de nuestras comunidades, frente a la descomposición general de los valores éticos más elementales.

Quiero evocar a ese hombre que vivió haciendo el bien y dando felicidad a sus semejantes. A aquel que hizo de la amistad una religión, que la cultivó con finura y delicadeza y además, con un gran sentido de humor.

DE ESTE HOMBRE SENSIBLE amante de la música y además un gran músico, que supo hacer llegar a los que tuvimos el privilegio de disfrutar sus conciertos, algo de su propia felicidad y de bonhomía. Un amigo que no hizo mal a nadie y sí en cambio ayudó a todos aquellos que en algún momento le pidieron su apoyo. Un amoroso protector de su familia, de su esposa, de sus hijos y que pasó por este mundo, pleno de tentaciones y avidez por el oro, con las manos completamente limpias.

UN MAGNÍFICO PROFESIONAL del derecho, egresado de la Universidad de Nuevo León, quien a lo largo de su prolongada carrera en la administración pública puso el derecho al servicio de la justicia. Quien en todas las responsabilidades que cumplió a nivel federal, estatal y municipal sentó ejemplo de eficacia, capacidad y honestidad a toda prueba.

DE ESTA CLASE de hombre quiero hablar este lunes. Quiero recordar a mi entrañable amigo Ramón Guillermo Ruiz Cavazos quien el martes pasado se nos adelantó en el camino. Tuve la suerte de poder despedirme de él en el tercer piso de la Clínica de Especialidades del IMSS en donde se le había practicado con éxito una delicada y complicada operación de corazón. Bromeamos, platicamos y hablamos de que en unos días lo darían de alta, desgraciadamente no fue así; a pocas horas falleció rodeado de sus seres más queridos confortado con todo el auxilio espiritual de su religión.

SE HA IDO UNO DE LOS BUENOS. Ahí en La Encarnación su hijo mayor, previo al depósito de sus cenizas, entonó una bellísima canción de Alberto Cortez, muy a modo con la tristeza que a todos embargaba. Transcribo algo de ella:

"CUANDO UN AMIGO se va /queda un espacio vacío/ que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo/Cuando un amigo se va/ queda un tizón encendido/ que no se puede apagar/ ni con las aguas de un río/Cuando un amigo se va/ una estrella se ha perdido/ la que ilumina el lugar…"

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