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De buenas o de malas ¿decisión?

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De buenas o de malas ¿decisión?

De buenas o de malas ¿decisión?

Juan Manuel Torres Vega

Gran parte de la población vive sometida a la presión de los estímulos generados por la actividad fuera y dentro del hogar: tráfico, publicidad, olores, ruido, lamentos, exigencias, discusiones. Visto así pueden sobrar los motivos para estar de malas. Pero ¿es una irrenunciable condena? ¿O nosotros elegimos cómo sentirnos?

El humor se refiere al genio, índole, condición, sobre todo cuando se manifiesta exteriormente; si es bueno, propensión más o menos duradera a mostrarse alegre y complaciente, y si es malo, actitud o disposición negativa o irritada. Su definición es bipolar, con dos rostros bien diferenciados que suelen sintetizarse en las imágenes de la ‘carita feliz’ y la ‘carita triste’.

Desde una perspectiva psicológica (Martin, 2007) el humor tiene cuatro componentes esenciales: el contexto social donde se presenta, el proceso perceptivo conductual con que se emite y se capta, la respuesta emocional (como alegre o enojado), y la expresión vocal conductual correspondiente (risa o gruñido). Todos ellos se conjugan en un momento, un lugar, un ambiente y un encuentro determinados, y tendrán una interpretación específica de buen o mal humor, o de una combinación de ambos. Su manifestación ante los demás es permanente, en especial para quien conoce bien a la persona. Son clásicas las interrogantes que cuestionan el cambio detectado: “¿Te sientes bien?, ¿qué te pasa?, ¿andas raro?”.

Desde esa misma perspectiva, el humor desempeña tres funciones: adaptativa (el humor negativo prepara una respuesta ante el entorno amenazante, y el positivo para el complaciente), de comunicación e influencia social (sazona la calidad del vínculo interpersonal), y de relajación o afrontamiento (presenta la asimilación del episodio vivido).

Lo relevante es que tales componentes y funciones quedan en las manos de cada ser humano, a la espera de su decisión básica en torno a ellos: renuncia, abandonándose al azar de las circunstancias (si sale el sol, hay alegría; si no, tristeza y enojo; si se recibe una sonrisa, se corresponde; si llega un grito, se emite uno más fuerte); o autoría, asumiendo el rol protagónico ante el contexto externo e interno de cada día (ser feliz, pase lo que pase, aunque unas veces se sienta alegre y otras triste).

EN LO PERSONAL

La investigación contemporánea documenta cuatro estilos individuales de humor (Kuiper & McHale, 2009): dos que impulsan la adaptación y dos la desadaptación.

Los primeros son el humor de afiliación, el cual mejora la interacción con los demás, mediante una descarga de tensión y la vivencia de un momento agradable; y el humor de sí mismo, que asume una perspectiva graciosa de la vida incluso en circunstancias adversas. Los otros son el humor agresivo, el cual recurre al sarcasmo, al ridículo y a la burla, con la intención de causar daño a los demás; y el humor contra uno mismo, que usa el cinismo y el desprecio propios para divertir a terceros.

La persona reconoce y utiliza dichos estilos a partir de los 10 o los 12 años de edad, cuando alcanza las habilidades de comunicación y cognitivas suficientes para apreciar el humor como una forma efectiva de interacción social.

Un alto nivel en la disposición a la adaptación (el primer grupo) se relaciona con mayor bienestar psicológico en el individuo, poca probabilidad de deprimirse y mayor de valorarse. Lo contrario sucede con el segundo grupo: en gran medida se vincula a un reducido bienestar psicológico, más propensión a deprimirse y desvalorarse. Un estudio reciente (Dozois, Martin, & Faulkner, 2013) encuentra correspondencia entre la reacción agresiva y los esquemas de desadaptación temprana, resistentes al cambio y vulnerables ante el desarrollo posterior de estados depresivos graves. Están en ese riesgo quienes de niños experimentan desapego emocional, rechazo o abuso (esquema de la desconexión), o que viven con permisividad excesiva y falta de disciplina paterna (esquema de límites deteriorados). Es fuerte la posibilidad de que muestren un ánimo agresivo, el cual conduce a perpetuar el rechazo, a sufrir aislamiento y soledad e ingresar en el mundo de lo no saludable. La evidencia recomienda el desarrollo de los humores de adaptación como catalizadores del bienestar humano: social, laboral, financiero, físico y comunitario.

Todo adulto, padre o no, es un factor esencial en el desarrollo del humor de los niños de su entorno (hijos, sobrinos, vecinos), a través del ejemplo. Quienes nos rodearon durante la infancia ejercieron, pues, una marcada influencia en ese sentido e igualmente cada uno la ejercerá en las siguientes generaciones.

¿Y LA PAREJA?

Un buen sentido del humor es una cualidad muy deseable y valorada para el proceso de elección de pareja, específicamente durante el noviazgo. Suele dejar una impresión favorable, anticipar la atracción interpersonal y predecir la existencia de otras cualidades sociales, muy positivas.

Esta condición no es duradera (Cann, Zapata & Davis, 2011): la relación entre la coincidencia de dos sujetos en el sentido del humor y la satisfacción marital es nula. Sin embargo, la tendencia a reaccionar de forma apacible ante las circunstancias, contribuye a mantener la calidad del trato entre los novios o esposos. Incluso ayuda a prevenir las discusiones a través de una sonrisa o un chiste.

Por el contrario, si el humor es agresivo o se percibe como tal, conduce a una escalada del conflicto y puede llegar a la violencia. Así sucede cuando la actitud implica desprecio o enfrentamiento. La presencia repetida del talante agresivo debilita y destruye el vínculo.

El buen humor sólo se presenta cuando es confirmado como tal por ambos miembros de la pareja. Si sólo uno lo manifiesta, contribuye a un ambiente de agresividad.

EN TUS MANOS

Es incuestionable que cada persona tiene la autoridad de decidir sobre su propio estado anímico.

Aunque puede parecer obvio, no está de más subrayar que a todo ser humano se le recomienda desarrollar los estilos saludables de humor, a fin de divertirse con los demás (y no a costa de ellos) y saber reírse de sí mismo y de su realidad (como actitud optimista y serena ante la vida, en especial cuando se vuelve adversa).

Nadie, ni el colega, ni el mesero, ni la cajera, ni la pareja o el amigo reaccionará con gusto y disponibilidad ante un tono de voz que denote irritación o un ceño fruncido. Conviene andar de buenas, pues de la misma manera se tratará a los demás y así será más factible obtener de ellos lo mejor.

Correo-e: JuanManuel.Torres@lag.uia.mx

Fuentes: Humor style and relationship satisfaction in dating couples: Perceived versus self-reported humor styles as predictors of satisfaction, Cann, A., Zapata, C. L., & Davis, H. L. (Humor: International Journal of Humor Research, 24, 2011); Early maladaptive schemas, styles of humor and aggression, Dozois, D. J. A., Martin, R. A., & Faulkner, B. (Humor: International Journal of Humor Research, 26, 2013); Humor styles as mediators between self-evaluative standards and psychological well-being, Kuiper, N. A., & McHale, N. (Journal of Psychology, 143, 2009); The Psychology of Humor. An integrative approach, Martin, R. A. (Elsevier Academic Press, 2007).

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