De charles a Charlot
Cuando Fred Karno, magnate inglés de los grandes espectáculos de entretenimiento conocidos como music-hall accedió a conocer a Charles Chaplin por petición de su medio hermano, Sidney Chaplin, no vio en él más que a un muchacho flacucho, pálido y triste. De acuerdo a sus propias palabras, aquel jovencito pobre y malnutrido era demasiado tímido para hacer algo bueno en el escenario, sobre todo en el mundo del espectáculo cómico. Ahora, casi un siglo después de haber iniciado su carrera en el mundo de la cinematografía, Charles Spencer Chaplin es recordado como un ídolo del cine mudo y una de las luminarias más representativas del séptimo arte de todos los tiempos.
Para nadie es una novedad la genialidad que caracterizó desde siempre a este actor, cineasta, guionista, productor y fotógrafo inglés. Tampoco a nadie le extrañan las historias que se cuentan sobre su vida: que si participó siendo ya una figura mundial en un concurso de imitadores de Charlot y perdió porque supuestamente “no se parecía mucho al original”; que si Hitler le copió su look; que si admiró profundamente a Cantinflas, tanto que hasta quería hacer una película con él; que si sus restos fueron desenterrados un año después de su muerte por un par de suizos locos, pero que después fueron recuperados por la policía cerca de Ginebra. En fin, son muchas las anécdotas que podemos encontrar en Internet de su vida. Pero, ¿alguna vez te contaron cómo fueron sus primeros andares de pato? ¿Qué otras historias hay que no sean de dominio público y que vale la pena que conozcas si eres admirador o admiradora de su trabajo (y si no, también)? Te las contamos a continuación:
1. Es difícil imaginar el arduo acenso de Chaplin al estrellato. Cuando era niño pasó dos años en un orfelinato al sur de Londres junto con su medio hermano Sidney Chaplin. ¿La razón? Su padre, que fue un cantante alcohólico, murió cuando Chaplin tenía apenas cinco años, y su madre fue llevada a un hospital después de haber llamado de puerta en puerta a sus vecinos para regalarles trozos de carbón. Cuando Hannah Chaplin, ya curada de su depresión, regresó a vivir con sus dos hijos, los niños Chaplin tuvieron que hacer de todo para sobrevivir. El pequeño Charles en algún tiempo fue aprendiz de peluquero y, siguiendo el ejemplo de sus padres, hizo apariciones en los music-hall de la época. Ahora resulta evidente que su infancia prestó mucho para los escenarios de sus futuras películas.
2. Desde siempre, Hannah Chaplin buscó que sus hijos fueran parte del mundo del espectáculo y del entretenimiento. Fue así como el pequeño Chaplin debutó en teatro por primera vez a los seis años y medio. Cuando la futura estrella de cine consiguió el papel del lacayo en Shelock Holmes, tenía trece años y no sabía leer. Chaplin tuvo que inventar un pretexto para llevarse el libreto a casa e hizo que su madre se lo repitiera una y otra vez. Hannah aprovechó el éxito de esa obra para mandar a su hijo al colegio al que asistió dos años.
3. Los pantalones y zapatos grandes, la peculiar chistera y su look de vagabundo con modales son quizá los primeros elementos que vienen a nuestra mente cuando pensamos en Chaplin. Para entender el porqué de su vestuario tenemos que regresarnos a los espectáculos de pantomima famosos en Inglaterra en 1890. Ahí resaltaba la figura de Dan Leno quien tenía una compañía dedicada a esta clase de entretenimiento. En uno de sus montajes aparecía un hombre pequeñísimo que llevaba unos zapatos ridículamente más grandes que él. Estaba vestido de vagabundo y lucía un sombrerito muy elegante. Charles Chaplin era un arduo admirador del trabajo de este inglés y por supuesto lo que vio en aquellos años lo inspiró en gran medida para crear años después su propio estilo. Lo curioso es que cuando aquel espectáculo de Dan Leno reapareció en París después de la Guerra, muchos acusaron al artista de querer imitar a Chaplin cuando en realidad Leno fue uno de sus maestros. Ironías de la vida.
4. Si alguna vez te pidieron de la manera más atenta que abandonaras la sala de un cine por andar de gritón y escandaloso entonces puedes decir que tienes algo en común con Chaplin. Cuando el papá genial de Charlot visitaba con sus compañeros de gira de la compañía Karno los pequeños cinematógrafos de Estados Unidos, el joven actor lanzaba de gritos en medio de la proyección. Chaplin convertía las películas mudas en sonoras cuando prestaba su voz a los personajes que aparecían en pantalla, lógicamente con el toque cómico que lo caracterizaba. Algunos espectadores se reían, otros protestaban hasta que llegaba un empleado que sin ninguna amabilidad pedía a Chaplin que se fuera con sus gritos a otra parte. Ese Chaplin era todo un loquillo.
5. Seguramente tú eres una de esas personas que no creen en el destino o en los golpes de suerte. Chaplin posiblemente no pensaba lo mismo que tú. Durante la juventud de Chaplin, la Keystone era una nueva empresa dedicada a la industria cinematográfica en Estados Unidos. Sus comedias se pusieron de moda cuando Ford Sterling pasó a ser el primer actor de sus producciones. Sucedió que un buen día a este hombre grande e iracundo se le subió la fama y, creyéndose insustituible, fijó definitivamente su partida de la Keystone. Y, ¿adivinen quién fue elegido para tomar su lugar? Charles Spencer Chaplin que sin ninguna dificultad demostró rápidamente su genio y talento. Comentó Mack Sennett, “todólogo” de la Keystone de aquellos tiempos: “Si Ford Sterling hubiese dicho ‘sí’ a mi propuesta de quedarse a cambio de recibir un sueldo mayor, Chaplin hubiera sido sin duda una gran figura del music-hall, pero jamás hubiera hecho cine”. ¿Será? De todos modos, ¡muchas gracias señor Sterling! Estamos seguros que el mundo jamás se quejará de su decisión.
6. Y remitiéndonos al punto anterior, ¿cómo fue que Mack Sennette descubrío a Chaplin? Fue en 1952, cuando estaba de paso por New York. A él le encantaba andar en los music-hall y le encantó también Chaplin. Lo vio en escena cuando interpretaba una de sus pantomimas Karno en un teatro de tercera. Lo hizo reír tanto que en el intermedio lo buscó para ofrecerle un contrato. ¿Y adivinen qué pasó? Lo rechazó. Curiosamente, Chaplin ya había rechazado uno de Adam Kessel, otro poderoso de la Keystone, luego de que éste lo buscara después de ver uno de sus espectáculos en Los Ángeles. Y bueno, no hay que juzgar la actitud de Chaplin. No fue por darse aires de divo; más bien fue porque como actor de music-halls ganaba bien, 60 dólares a la semana. Y estos hombres no le ofrecían más de 75. ¿Valdría la pena arriesgar lo que ya tenía (que no le costó poco) por un oficio que en esos tiempos era tan poco conocido? Lógicamente Kessel apreciaba su descubrimiento y acabó por ofrecerle 150 dólares la semana y un contrato por un año. Para noviembre de 1913 Chaplin firmaba su primer contrato para el cine.
7. Y si también alguna vez fuiste víctima de un apodo, puedes decir que tienes otra cosa en común con Chaplin. Cuando el pequeño actor llegó a trabajar a los estudios de la Keystone nadie parecía ocuparse de él y terminó por encasillarse en su timidez. Su acento inglés era motivo de mofa entre sus colegas quienes le dieron el apodo de Limey, modismo que los gringos utilizaban para referirse a los ingleses emigrantes.
8. ¿Recuerdan a Karno, ese magnate de los music-halls con el que Chaplin inició su carrera al éxito? ¿Ese que no hubiera pagado ni dos centavos por aquel muchachito flaco y tristón? Pues bien, cuando Chaplin era ya una figura reconocida del cine, llegó a declarar en alguna ocasión que el andar particular del chaparrito no fue invención suya. Según sus propias palabras, esos caminares fueron estrenados por uno de sus actores, un tal Walter Groves, antes de que Chaplin se los heredara a Charlot. Esta peculiaridad pasó por varios actores de la compañía hasta que llegó a los piecitos de Chaplin. Cuando le tocó interpretar los andares de pato de aquel personaje Karno, tuvo que calzar los mismos zapatos y andar como si tuviese pie plano. Si bien, el andar característico de Charlot nace de los años de Chaplin en la compañía Karno, este hombrecito con bigote hitleriano supo dar un sentido propio a su vestuario y a sus caminados, cosa que podemos apreciar en su personaje más entrañable: Charlot. ¡Sin comentarios cizañosos, por favor, señor Karno! De todos modos el mundo le agradece su colaboración a la causa.
9. Ese hombrecillo vagabundo que usa siempre un sombrero hongo, chaqueta corta, un pantalón demasiado ancho, chaleco de fantasía, corbata y cuello postizo cabe en un solo nombre, corto, tierno y elegante: Charlot. El personaje que daría fama internacional a Chaplin no fue descubierto de inmediato por su creador. Su madre no lo nombró jamás con ese diminutivo. Ella lo llamaría hasta su muerte Spencer. Cuando Chaplin inició en la Keystone nadie le daba entonces el nombre de Charlot. Aquí, Mac Sennette lo llamó Chas. Inclusive Chaplin se presentó con el nombre francés de su padre: Carlos. Sólo a principios de 1915, después de haber dejado a Sennette, Chaplin adopta su nuevo nombre: Charlie. Seis meses más tarde, el distribuidor francés Jacques Haîk, cambió Charlie por Charlot luego de haber comprado algunas de sus películas. Como sea que haya sido, Charlot es sinónimo de talento y genialidad y con sus películas no sólo se ha ganado un lugarcito insustituible en la historia del cine, también ha inspirado las carcajadas y lágrimas de miles de personas que han sido testigo de sus peripecias a través de los años.
10. Antes de Charlot estuvo Chas. Hemos visto que así se hacía llamar el personaje de Chaplin en sus tiempos en la Keystone. Sucede que Chas no era más que un payaso maloso, lleno de ira, que le pega a los maridos, a los policías, a todo el mundo. Este hombrecito lujurioso, amante de la destrucción, se burlaba de todo y ensuciaba cualquier cosa lo que encontraba a su paso. Entre las carcajadas llenas de malicia de Chas, se asomaba ya el corazón bueno de Charlot que no nacería sino hasta que Chaplin dejara para siempre la Keystone, y con ella el mundo de los payasos, de las persecuciones y de los bastonazos.
Chaplin se fue pero nos queda Charlot. Con su nacimiento, trajo color a un mundo en blanco y negro, e inundó de carcajadas y llanto al cine que en esos tiempos sólo conocía de música y silencios.