Todos los grandes misterios del universo nacen con una pregunta muy sencilla. Yo me encontraba en medio de una profunda meditación en el transporte colectivo, cuando un ruido horripilante y casi mortal llegó a mis oídos: una música molesta y auditivamente dolorosa. Todo empezó ahí, en un camión. De pronto me dije a mí mismo: "¿Qué demonios es eso?". Esa fue la pregunta que desencadenó todo.
La música que me abofeteó resultó ser una característica pieza de "reguetón": el cáncer musical de los últimos tiempos. Me era difícil imaginar cómo alguien pudiera escuchar semejante ruido y, peor aún, compartirlo al mundo. ¿Qué era lo interesante en aquella música? ¿Serían sus letras misóginas o vulgares o tal vez sería ese ritmo desarmonioso que incita al que lo escucha a "perrear"? No lo sé. Sólo sé que me hubiera gustado arrancarme las orejas el tiempo que duró mi recorrido.
Somos siete mil millones de personas aproximadamente en el mundo. Eso nos dice que si algo hay en el planeta Tierra es variedad. Todos tienen una cultura y una manera muy personal de escuchar y apreciar la música, de fijarse en ella por distintas cuestiones, por lo tanto, hay música para todo tipo de oídos. La ley de la oferta y demanda.
En estos tiempos la música está más al alcance de todos que nunca, tal vez ahí está el problema a tratar. Con esta globalización, hoy en día no se sabe cuál va a ser el siguiente fenómeno mundial, ni se sabe qué tantos requisitos necesite para llegar a serlo. Hoy no se sabe cuál va a ser el siguiente boom del momento o la nueva canción de moda. Mi problema con la moda es que suele invadir el espacio sin fijarse en quién se encuentra ahí. La música es tan poderosa que tiene un concepto ambiguo: lo que para mí es bueno para otros es malo y viceversa. El concepto es relativo.
Escuchar música es una manera de sentirnos identificados con algo, desde las más básicas emociones como bailar o pasarla bien, hasta la forma de sentirse parte de un movimiento o ideología. La industria es tan amplia que nos da para que exista de todo: rockeros, poperos, raperos, reguetoneros, y todo lo que termine en ero. Si me voy por ese lado, todo tiene sentido, pero siendo sinceros, a veces me resulta molesto pertenecer a la generación de la inmediatez, de los éxitos baratos, del reguetón y del tribal, del "Jersey Shore" y el "Gangnam Style".
Si bien me quejo yo ahora por la música, también me doy cuenta que todo es parte de un ciclo, esta nostalgia de añorar la música de antaño y de no simpatizar con la música del momento (aunque en el antaño no existía el reguetón). Alguna vez la sociedad se mostró en descontento con el "rock n' roll" por considerarla música que incitaba a la rebeldía. Hoy en día el rock tiene escritas grandes páginas en la historia de la música contemporánea.
A lo largo de nuestras vidas uno se va topando con la dualidad de las cosas y se da cuenta de que todo tiene su antónimo. No puede existir el bien sin el mal, así como tampoco puede existir una generación de música barata sin una generación de nuevos héroes y poetas. Así como me topo con géneros no muy agradables, también me topo con bandas como Muse o The Strokes, solistas como Gotye o Adele, clásicos como Dylan y McCartney. La música buena existe, nunca se fue, sólo se ocultó un poquito, tal vez tengamos que desenterrarla pero precisamente en eso radica la diversión.
En resumen, no soy nadie para decir ni poner estándares de lo que es bueno y es malo. La música es un regalo de la humanidad para la humanidad y cada quién está en su derecho de escuchar lo que quiera escuchar. Sólo incito a las compañías de audífonos a bajar sus precios o a repartir muestras de sus productos en las escuelas, así cada quien escucharía lo que le plazca sin molestar los oídos de alguien más. Qué bien se sintió bajarse del camión.
@gaboacosta89