La Primavera
Tan esperada. Ha llegado al fin.
Y esta vez viene cargada de aromas gratos que vientos y tolvaneras no alcanzan a dañar completamente.
Porque es la misma naturaleza que soporta los malos tiempos, deseosa de regalarnos sus presentes que con celo y cariño fue reuniendo todo el invierno.
Vemos con agrado como resisten las flores de los duraznos, que bailan sin parar mientras el viento las golpea sin piedad.
Y lo mismo ocurre con las muchas flores que hoy tiene el viejo aguacate, conocido en la familia como el gran multifamiliar, por la gran cantidad de nidos que llega a tener, con diferentes tipos de aves que hacen del hermoso árbol una especie de Torre de Babel, como lo bautizó Ramoncito Sotomayor porque dice que ahí se reúnen representantes de todo el reino animal, lo mismo aves que roedores o insectos que por la noche buscan su alimento.
De vez en cuando Licho deja correr por la acequia el agua de la presa, y es día de fiesta para los nietos que aprovechan para darse un chapuzón, llenando de gritos el lugar.
Esta Primavera como lo hemos escrito la disfrutamos mucho más que otras porque a ellas se ha agregado la presencia de los nietos que siguen llegando de París, y que son bien recibidos por los mayores que saben cuidarlos y atenderlos como se merecen.
Y es que donde hay niños está la parte hermosa de la vida, y que nos hace pensar y añorar nuestros primeros años en el pueblo natal, acompañados de hermanas y primos que tanto nos ayudaron a disfrutar esa etapa de la vida.
Esta Semana Mayor también fue única porque mil cosas nos acercaron más al Señor, sobre todo las oraciones que mucha gente nos regaló.
Que Él se los pague y nuestro eterno agradecimiento.