El hacer siempre lo mismo.
Lo fastidioso llevado al máximo, por personas que se han acostumbrado por mucho tiempo a rutinas tradicionales.
Caminos trillados que a la larga resultan cansados y hasta dañinos.
¿Por qué no cambiar de rumbos, utilizando otros caminos?
La verdad es que mucha gente tiene temor de hacer cambios en su vida. El temor les provoca inseguridad, y los ata a vivir siempre con los mismos patrones de conducta.
Pocos son los que se aventuran a modificar el rumbo de su brújula, y ahí seguirán atados a su eterno vivir.
Escribe esto alguien que siendo niño quiso cambiar el rumbo de su propia vida.
Un día, convencido de que no eran amplios los horizontes, decidió emigrar. Lo animaban los éxitos que iban logrando gente casi de su edad o un poco mayor que salió a estudiar a otros lares.
Así, un día decidido, ante la ausencia del padre que trabajaba lejos, se presentó ante su madre y con tono resuelto le dijo. Mamá, me voy, aquí no cumpliré sueños ni nada de lo que llena mi cabeza.
Ella, en lugar de ponerse triste y llorar, como lo esperaba, dijo: No te vas, nos vamos todos.
Ya había pensado seguramente todo lo que yo soñaba y esperaba de la vida, así que ya tenía su plan.
¿A qué nos quedamos, tu padre quién sabe dónde esté y yo con tus hermanas qué hago sola. Es cierto, eres muy pequeño pero tampoco te puedo dejar ir solo, así que no pasará de que nos muramos de hambre, aquí o allá, pero juntos.
Ella también estaba aburrida de la rutina, de hacer siempre lo mismo para gente que ni le pagaba un salario, así se cerró una etapa de nuestra niñez.
Venimos a la aventura, vivimos arrimados por unos días y luego entramos a trabajar a este Diario y con lo que ganamos rentamos dos cuartitos, y ahí empezamos una nueva vida en una región maravillosa que tanto nos ha dado. Todo porque hay que tener ganas de triunfar, de salir adelante rompiendo las rutinas.
