Aquellos diluvios parecía nunca terminarían.
Íbamos a la escuela, todos entumidos, salíamos y el agua seguía cayendo, por las noches en forma de tormentas, acompañadas de truenos y relámpagos y día con diferentes intensidades.
¿Cuántos días duró aquello? No lo recordamos y fue un acontecimiento que disfrutamos en lugar de padecerlo, Nada de nuestro habitual vivir cambió, y seguramente fue casi semana completa. El sábado fue normal, yéndonos a dormir como siempre a casa del abuelo paterno, cortándole sus uñas y asesorados por él revenando sus callos. Nos dimos nuestro baño con agua caliente de regadera y al día siguiente estábamos ayudando en la iglesia prendiendo luces y veladoras.
En el servicio el padre Polina suplicó a los cielos detuviera tanta agua que soltaban, mientras el coro de Crucito Reza cantaba. San Isidro Labrador quita el agua y pon el sol.
Una mañana vimos pasar frente a la tienda de papá unos señores que llevaban grandes machetes.
¿Van a la guerra? Preguntamos a don Robe.
Él, que todo lo tomaba a broma nos dijo. Van a Juan Aldama a reclamar unas novias que nos robaron.
Mamá que estaba cerca lo reprendió, primero con gran pellizco y luego diciéndole. Con tu hijo no andes con bromas, dile por qué llevan los machetes.
Papá sin dejar de reír nos dijo, Mejor sígame para que vea lo que van a hacer.
La verdad no sabíamos cómo reaccionar, pero viendo a mamá Concha tan tranquila y a don Robe dispuesto a mostrarnos algo que nos gustaría, buscamos de inmediato un viejo impermeable para cubrirnos del agua y ahí vamos a nuestra primera aventura.
Por el camino se fueron agregando más personas, todas mayores y uno de los últimos fue don Pedro, el esposo de Petra Araiza pues era quienes vivían al final, junto al Cerrito.
Todos entramos a la iglesia donde un sacerdote joven oraba y luego la comitiva siguió hasta La Manga como se conocía un paraje cercano, donde cada hombre, machete en mano, agradecía con expresiones personales a Dios Nuestro Señor y luego blandía su arma contra Satanás para que sacara su cola y terminaran las lluvias que dañaban los cultivos.
Nadie nos lo platicó fue algo que presenciamos en la niñez.
Al día siguiente las lluvias se convirtieron en ligeros chipi chipi y al tercero salió por fin el hermoso Sol, desbordándose la alegría en todo un pueblo.