¿Cuántas veces hemos estado en esa cálida y hermosa ciudad que bañan las aguas del Pacífico?
Muchas, y cada visita ha sido una grata experiencia y curiosamente, pese a su relativa cercanía no fue nuestro primer contacto con el mar.
Resulta que al cumplir 18 de edad, como éramos miembros de la Sección 8 del Sitag, nuestras vacaciones tuvieron aumento, así que decidimos iniciar nuestros sueños de trotamundos, y la primera escala fue Guadalajara, donde visitamos su Mercado de San Juan de Dios su catedral y algunos museos. Tres días pata de perro de aquí para allá. Y luego tomamos un viejo autobús que nos llevó a la Cd. de México vía Mil Cumbres y Toluca.
La capital nos cautivó y eso merece artículo aparte, así que seguimos a nuestra última etapa, la siempre bella Acapulco.
Llegamos a un hotel que nos habían recomendado por estar cerca de La Quebrada pero al registrarnos el empleado nos preguntó nuestra procedencia y al decirle orgullosos que de Torreón, Coah. se rascó la cabeza y preguntó ¿Y dónde queda eso?
Enojados nos retiramos del lugar hospedándonos en otro mil veces mejor.
Después, muchas veces en democráticos autobuses fuimos a Mazatlán hasta que en viaje de regreso, acompañados de los entonces estudiantes de Derecho, Fernando Muñoz Domínguez y Bibiano González, con quienes habíamos asistido a un Congreso Estudiantil un tremendo aguacero, acompañado de granizada nos dio, durante dos horas uno de los sustos más grandes de nuestra vida.
Seguimos yendo y a veces en aviones particulares, viajes de los que les platicaremos en otra ocasión.