La lucha político-electoral no sólo se trata de partidos, sino también de grupos. Dentro de cada uno de los partidos, sobre todo en los de mayor antigüedad y estructura, existen grupos que se disputan el control de las dirigencias y, sobre todo, de las candidaturas a los distintos cargos de elección popular. Así, previo a cada proceso electoral, se van dando acomodos, tejiendo redes clientelares, construyendo aspiraciones, en un juego de pugnas internas en los partidos que, de no ser superadas, pueden derivar en fracturas y dolorosas derrotas, en el peor de los casos.
La disputa por controlar las estructuras políticas del municipio de Torreón ha quedado ya definida con los representantes de los dos grupos dominantes de los dos partidos más importantes: Miguel Ángel Riquelme Solís, del PRI de Moreira, y Jesús de León Tello, del PAN de Anaya. Esta contienda puede leerse como un segundo round entre quienes controlan al priismo y al panismo coahuilense. El primero fue la elección en la que participaron precisamente las dos figuras principales de cada facción. En la elección para la gubernatura de Coahuila en 2011, Rubén Moreira Valdez venció a Guillermo Anaya Llamas por una amplia diferencia. El priista saltillense obtuvo 721 mil 289 (61.48 por ciento) votos contra los 422 mil 296 (36 por ciento) del panista torreonense. Incluso, el hoy gobernador ganó la votación en el municipio de Torreón, con 152 mil 875 votos (55.87 por ciento) contra 104 mil 847 votos (38.31 por ciento) de su rival, actual diputado federal.
Dos años después, cada uno de los grupos presenta sus cartas. En el caso del PRI de Moreira, Miguel Riquelme llega a la candidatura por la alcaldía de Torreón luego de un proceso interno que fue a todas luces una simulación para aprovechar los tiempos en medios y la presencia en las calles. Con Marco Antonio Mora Varela como precandidato de paja, el alfil del moreirismo obtuvo, como se esperaba, una apabullante victoria en la asamblea de delegados: 705 votos a 38.
Por su parte, en el PAN de Anaya, Jesús de León Tello consigue la candidatura por la presidencia municipal de Torreón en medio de una elección interna manchada por denuncias relacionadas, sobre todo, con la manipulación del padrón de miembros activos del partido. El caballo del anayismo se impuso holgadamente por 1,018 votos a 497 al exembajador de México en España, Jorge Zermeño Infante, quien, según algunas encuestas abiertas a la población, tenía más posibilidades de vencer a Miguel Riquelme.
La mesa está puesta. Una vez que arranquen las campañas, los candidatos y sus equipos comenzarán a mostrar sus armas y a evidenciar las flaquezas de su oponente.
Riquelme es un político relativamente joven (42 años), pero con experiencia en cargos de elección popular y puestos en el gabinete estatal. Ha sido diputado local y federal. Se ha desempeñado como recaudador de rentas en Matamoros y director de control vehicular en Torreón. Fue coordinador regional de la Secretaría de Desarrollo Social estatal en la administración de Enrique Martínez y Martínez; subsecretario de Desarrollo Social y secretario de Desarrollo Regional en el gobierno de Humberto Moreira, y secretario de Gobierno y de Desarrollo Social en la gestión de Rubén Moreira.
Como puede observarse, Riquelme ha trabajado en las estructuras de los programas sociales estatales, claves para el control de las clientelas electorales. Ese es uno de sus activos más importantes, de cara a la elección. Su labor le ha permitido estar cerca de la gente necesitada a través del control de las redes del asistencialismo. Sin embargo, como principal pasivo, el priista carga también con el desprestigio del grupo en el poder -el de la familia Moreira-, para el cual ha trabajado lealmente en los últimos siete años. De alguna manera, Riquelme ha sido cómplice de la administración que tiene hoy a Coahuila sumido en la peor crisis financiera de la historia reciente. Él operó para el primer Moreira los programas sociales que el segundo Moreira calificó de insostenibles y opacos. Es de esperarse que por ahí vengan los principales golpes de su contrincante.
En lo que concierne a Jesús de León, es un político aún más joven (38 años) que ha tenido una modesta trayectoria. Ha sido síndico del Ayuntamiento de Torreón, diputado local y federal, y recientemente se desempeñó como delegado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en Coahuila. Fue candidato a la alcaldía de Torreón en la contienda de 2009, que perdió frente al actual presidente municipal, Eduardo Olmos Castro, quien obtuvo una votación de 132 mil 552 (56.9 por ciento) contra los 86 mil 660 (37.2 por ciento) de Jesús de León.
A pesar de su relativa buena imagen, el panorama pinta nada fácil para el candidato panista. El candidato anayista debe sortear primero el riesgo de fractura al interior de su partido que existe por la inconformidad de los zermeñistas respecto a cómo se dio el proceso interno. Además, debe trabajar mucho para darse a conocer en los sectores medio bajo y bajo de la sociedad, en donde Riquelme tiene una mayor penetración. Por otra parte, debe enfrentar la mala imagen que tiene el grupo que lo apadrina, sobre todo Guillermo Anaya, quien ha sido vinculado indirectamente a personas acusadas de actividades criminales, sin que hasta ahora -es menester decirlo- exista un proceso en contra del diputado. Sin duda, esto formará parte de la campaña negra en contra de Jesús de León. Ya en la precampaña se pudieron observar algunos spots de partidos marioneta con esos mensajes.
Pero más allá del golpeteo político entre moreiristas y anayistas y sus aspirantes, lo que nos debe interesar más a los ciudadanos es cómo se construye el discurso de los candidatos y la congruencia de los mismos. Ya lo he dicho anteriormente: van a prometer, se van a comprometer; pero hay que ver qué han hecho hasta ahora para construir el proyecto que ofrecerán en la campaña. Y a quien gane, la ciudadanía debe exigirle lo que en realidad importa: resultados en el planteamiento de mejorar la calidad de vida de los torreonenses. O ¿acaso estamos dispuestos a aguantar cuatro años más de excusas y mediocridad?
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