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De libros y zombis

GABRIEL ACOSTA
“Cuando la señora de las gorditas me dice que está bien buena la novela, me gusta pensar que está leyendo a Henry Miller”.— Anónimo

Uno nunca sabe cuál será la imagen que pintará su día, esa fotografía mental que nos obligue a levantar la mirada y que sea capaz de asombrarnos. Claro, el ser humano ya no se sorprende, ¿por qué hacerlo si ya lo ha visto todo?

Se dice que una imagen vale más que mil palabras. De una simple imagen se puede echar a volar la imaginación y sacar miles de historias, conclusiones, divagaciones y juicios al respecto. Es difícil ver algo en la calle que nos sorprenda. Hace poco hubo algo que captó mi atención cuando estaba en la calle: en un movimiento rápido y engañoso de la visión, pensé ver a una chica bajando de su camioneta, con la mirada absorta en un libro. Mi sorpresa sólo duró un par de segundos, después pude percibir que ella no tenía un libro en sus manos, ella estaba absorta con su celular. ¿Cómo pude ser tan tonto?

Así como en los años sesenta estaban los hippies que abogaban por el amor y la paz, ahora estamos frente a un nuevo estereotipo social: el zombi come cerebros (se come el propio), un ser que se comunica con los dedos y ya no ve a los ojos, devora la imaginación y se alimenta de celulares. No le interesa el mundo, pues su mundo está en otra dimensión, acecha a sus presas y las invita a ser sus amigos, no le gusta su soledad.

La tecnología crece y se multiplica a pasos agigantados. A estas alturas del partido juega un papel indispensable en la vida de las personas, nos es difícil concebir el día sin el uso de celulares, computadoras y demás objetos que nos permiten estar informados. Las redes sociales, para bien o para mal, también se convirtieron en el pan de todos los días. Se entiende que la tecnología no está hecha para hacerle un mal a la sociedad, sino todo lo contrario, está hecha para ayudar a desempeñar mejor las labores que consideramos necesarias, la tecnología no es el cáncer, la enfermedad está en el uso que le damos.

¿Hasta qué punto es "necesaria" la tecnología? ¿Qué pasaría si en vez de celulares las personas se volvieran zombis devora libros? Las estadísticas respecto a la lectura en México son alarmantes pero también son por demás trilladas, sabemos que la mayoría de las personas no tiene el hábito de leer, el analfabetismo funcional: en teoría sabemos leer y escribir, pero no lo hacemos.

Leer es una experiencia maravillosa, más allá de generar conocimientos la lectura es una forma de viajar, de conocer otros mundos, de sumergirte en ciudades que quizá nunca conocerás, de identificarte con los personajes, de sentir lo que ellos sienten. Los libros son un refugio de los problemas, son las llaves para el aprendizaje y la ventana hacia el mundo de la imaginación (porque todos tenemos una vivienda en nuestras cabezas). Un pueblo lector es un pueblo inteligente, es un pueblo informado, por eso la importancia de que la gente tome un libro; las campañas de lectura no son en vano.

Todos sabemos que nuestro país está pasando por una crisis histórica en cuestión de seguridad. Ni el país de México ni la Comarca Lagunera son como la mayoría quisiéramos que fuera, todos desearíamos que las cosas cambien, es el pensamiento común de todos los ciudadanos, sin distinguir las clases sociales. Obviamente, es un tema sensible con muchas variantes a tratar y con muchas estrategias para ayudar a combatirlo. Yo no quiero ir más allá, me gustaría pensar que el problema va más allá de lo superficial y creo se tiene que combatir de raíz, una rama importante es la educación.

Me gusta pensar en un libro como la mejor arma para combatir los problemas, desde los personales hasta los colectivos. Un libro puede cambiar la vida de una persona, por ende su futuro. Por eso repito mi pregunta: ¿Qué pasaría si todos tomáramos un libro? La respuesta es simple: cada libro despertaría a cada persona, fomentaría su creatividad y se volvería un búnker en estos tiempos violentos. Quizá una persona no sea suficiente para hacer la diferencia, pero considerando que somos cien millones de mexicanos, leer podría hacer una gran diferencia: en las familias, en los valores, en la cultura.

Asumo que todos los que me leyeron son lectores (de otra manera no habrían podido hacerlo), depositemos nuestra imaginación en esos pequeños seres de papel, porque ellos también tienen vida, dejemos de ser zombis que se alimentan de las redes sociales a ser zombis devoralibros. Leer es parte de una dieta balanceada.

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