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De los tres

No hagas cosas buenas…

ENRIQUE IRAZOQUI

El próximo presidente municipal de Torreón saldrá de la terna conformada por Jesús de León, Miguel Ángel Riquelme o Jorge Zermeño. El primero y tercero tendrán primero que enfrentarse por la candidatura de su partido, mientras que Riquelme aprovechará que se registró como precandidato Marco Antonio Mora por su mismo partido, lo que le permitirá hacer precampaña, tal como han arrancado los panistas.

Por principio de cuentas habría que dilucidarse quién será el candidato de Acción Nacional para intentar hacer una descripción de los perfiles de los suspirantes a suceder a Eduardo Olmos Castro en la alcaldía.

Jorge Zermeño es un panista de raigambre. Él fue en Torreón desde hace muchos años un referente del partido que más tiempo ha sido oposición del PRI. Zermeño tiene ya muchas batallas ante el otrora partido de Estado, junto a panistas de cepa, como Juan Antonio García Villa, el ingeniero Edmundo Gurza y muchos más, lucharon por sus idearios en los tiempos que decirse panista era motivo hasta de vergüenza.

Con ese bagaje, en 1995 Jorge Zermeño derrotó en las elecciones de aquel año a Salomón Juan Marcos, para convertirse en el primer alcalde no priista en la historia de Torreón. El trienio anterior al suyo, que fue encabezado por don Mariano López Mercado (q.e.p.d) resultó un verdadero desastre, a punto tal que no pudo siquiera concluir su mandato de tres años. López Mercado fue removido del cargo en diciembre de 1994, tras los escándalos de los desfalcos en Simas y Coproder - que vistos a la distancia, son pequeñeces ante los robos colosales de la Gran Plaza o la deuda de Coahuila, pero la diferencia es que ahora no pasa nada- siendo designado alcalde sustituto Salvador Jalife. Rogelio Montemayor, gobernador de Coahuila en aquellos tiempos, intentaba enmendar el daño que se había producido en el municipio, pero para él ya no hubo tiempo y la ciudadanía optó por Zermeño.

La alcaldía de Zermeño resultó en términos de percepción, totalmente diferente a su antecesora inmediata, y con los años, se creó la imagen de que ciertamente Jorge Zermeño y su grupo habían gobernado con una cierta decencia. Sin embargo, el PAN no pudo repetir en la alcaldía, porque Salomón Juan Marcos repitió como candidato a presidente municipal y en esa ocasión sí ganó, ante el panista Javier López. Hay que señalar que esas elecciones también incluyeron las de gobernador, por las que las circunstancias fueron otras.

La carrera de Zermeño desde aquel 1995 fue ascendente. Luego del término de su alcaldía, ganó la senaduría para el período 2000-2006, arrastrado por el llamado efecto Fox. Por la vía plurinominal se hizo diputado federal, y alcanzó ser presidente de la Cámara de Diputados, lo que le dio el derecho de colocarle la banda presidencial a Felipe Calderón, lo que le dio al hoy precandidato relevancia nacional.

Pasaron los meses y fue designado embajador de México en España, encargo donde Jorge Zermeño dejó visos de que su personalidad había ya cambiado. La cercanía y pertenencia al poder lo hicieron perpetrar actos frívolos, como aparecer en la revista social Hola o subir un video a web haciendo gala de la vida palaciega que detentaba como diplomático.

Al irse a España, Jorge Zermeño se desentendió de la política local y heredó el control de su grupo a Guillermo Anaya, quien ha encabezado la lucha partidista contra el priismo y particularmente contra el moreirismo, con pésimos resultados para su causa, pero hoy es justo el factor de poder que Zermeño necesita derrotar como primera escala para intentar llegar de nuevo a ser alcalde.

El caso de Jesús de León es mucho más corto, partiendo de la enorme diferencia de edad que mantiene con Jorge. Mientras Chuy de León se acerca a los cuarenta - tiene 38 años-, Zermeño está en los sesenta y medios, tiene cumplidos ya los 64. Irónicamente, la carrera pública de Jesús empezó como síndico en la presidencia de Jorge Zermeño. Después fue diputado local y en 2006, diputado federal de mayoría hasta 2009. Su última encomienda fue delegado de SCT en Coahuila. Su perfil es de un abogado que con trabajo supo labrarse su camino, y las circunstancias y su oportunismo, le han permitido tener a su edad ya un palmarés político respetable. Sin embargo, no goza de grandes aptitudes cuando se desempeña como candidato, tan es así que fue derrotado ya en una elección interna, y en una constitucional. Es además, un elemento perteneciente al establo de Guillermo Anaya, lo que podría restarle una cierta autonomía.

Miguel Riquelme es un producto químicamente puro del priismo. Actúa, piensa y reacciona con todo el oficio político que ha aprendido dentro de su partido político. De extracción popular, Riquelme, siguiendo al pie de la letra la cultura interna del PRI, ha sabido escalar posiciones, desde cachanchán de los Juan Marcos, hasta diputado federal, y diversos cargos hasta ocupar las secretarías de Desarrollo Regional - extinta por cierto-, la General de Gobierno y la de Desarrollo Social.

Su carrera política ha explotado en los gobiernos de los hermanos Moreira, ofreciéndoles a éstos mucho trabajo electorero consistente que le ha dado al PRI muchos triunfos en la región. Miguel Riquelme es un hombre trabajador, así me lo describió una panista que tuvo mucha influencia en el último gobierno que tuvo el PAN en Torreón.

El principal problema de Miguel Riquelme es que pertenece al grupo que tiene a la ciudad que quiere gobernar hecha un caos, él es del grupo de Humberto Moreira, de Eduardo Olmos y por supuesto del gobernador Rubén Moreira, que tiene viviendo a Torreón uno de los momentos más aciagos de su historia. Con historias de corrupción evidente, y con la ciudad con niveles de violencia de los más altos de México. Ese es su lastre, aunque debe dársele el privilegio de la duda.

Uno de esos tres será quien presida los restos que quedan de lo que fue una ciudad dinámica y orgullosa, donde su calidad de vida sólo era empañada por el calor y las tolvaneras. Cualquiera será mejor que Olmos, sin duda, pero los tres tienen defectos que impiden que un ciudadano se lance con optimismo a defender alguna de sus causas.

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