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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Todos los médicos del hospital psiquiátrico trabajaron con afán durante meses para quitarle a un alienado la idea de que era Napoleón Bonaparte. Finalmente el director del establecimiento llamó al hombre y le dijo: "Ya está usted curado. Puede irse a su casa". "¡Ah! --exclamó el hombre lleno de alegría--. ¡El polvo que le voy a echar a Josefina hoy en la noche!"... La esposa de Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo, lo abandonó a causa de sus continuas ebriedades. Con tal motivo el temulento redobló su beodez. Le aconsejó un amigo: "No uses la botella como sustituto de tu mujer". "Eso es imposible --replicó Empédocles--. Ni siquiera cabe". (No le entendí)... Muy contento le dijo un tipo a otro: "Acabo de ser admitido en una nueva congregación religiosa. Nuestro Decálogo no tiene el sexto ni el noveno mandamientos, y los otros ocho son simples recomendaciones''... En el romántico sitio llamado El ensalivadero la chica le preguntó al muchacho: "¿Quién te dijo que podías besarme?". Respondió él con laconismo: "Todos"... El Sábado de Gloria se celebraba en todos los pueblos y ciudades de México la tradicional quema de los judas. Monigotes de papel eran colgados de una cuerda tendida de un poste a otro en las esquinas, y se les prendía fuego entre la ruidosa alegría de la turba. A veces se les ponían cohetes que estallaban ruidosamente, con lo cual aumentaba el regocijo de la concurrencia. Aquellos peleles adoptaban diferentes formas, según las circunstancias y los tiempos. La figura de algún odiado gobernante ya ido era quemada en medio del aplauso general. En los años de la guerra cristera los elementos del Gobierno quemaban peleles vestidos con sotana de cura, en tanto que en los pueblos donde mandaban los rebeldes era quemado el Turco, que así llamaban los católicos a Plutarco Elías Calles. El nombre de Judas aparecía en los dichos populares como símbolo de maldad y alevosía. "Ese muchacho es como el alma de Judas", decían del mal portado. ¡Pobre Judas! En este día yo no lo quemo. Prefiero pensar que amaba a Cristo, y que el Señor le impuso el penoso sacrificio de entregarlo, de hacer el papel terrible de traidor para que se pudiera consumar el hondo misterio de la Redención. Pero esas son imaginaciones mías. Existe la maldad humana, que ni duda, y debemos vivir con ella hasta que llegué el día glorioso que soñó Teilhard, aquel en que todos nos uniremos en el seno de la divinidad como fruto de una evolución espiritual que indefectiblemente nos llevará a la perfección. Todo es gracia, decía Bernanos, y al final de los tiempos todos estaremos inmersos en su plenitud. Todos, incluso el Iscariote. Ni siquiera Judas está excluido de la gracia; también a él le debe haber llegado la obra de la redención. Por eso yo no quemo a Judas. Eso sería como prenderme fuego a mí mismo. Y ya no le sigo, porque me estoy poniendo demasiado serio. Mejor daré salida a un par de chascarrillos finales, y luego saldré yo... Simpliciano, joven cándido, ingenuo, pacato y pudibundo, contrajo matrimonio con Pirulina, muchacha con bastante ciencia de la vida. En la noche de bodas el novio no daba traza alguna de disponerse a cumplir el grato débito a que el connubio obliga. Pirulina, anhelosa, lo aguardaba en el tálamo nupcial, poseída por esas inefables y vagarosas ansias que la naturaleza imbuye en sus criaturas, a fin de moverlas a continuar la vida. Simpliciano, sin pensar en aquellas realidades, se entretenía viendo caricaturas en la televisión. Por fin, Pirulina se impacientó. Cubierta sólo por vaporoso y flámeo negligé se levantó del lecho, apagó el televisor, y se acercó, sinuosa, al tontaina de su marido. Lo estrechó en dulce abrazo; lo besó con voluptuosos besos; lo llenó de caricias urticantes, y por último le murmuró al oído con voz provocativa de Dalila o Salomé: "¿No recuerdas, Simpli, aquello de 'Creced y multiplicaos'?''. "Sí lo recuerdo --contestó el desposado respirando con agitación--. Y creo que ya estoy creciendo''. (No le entendí)... Susiflor llegó muy cansada aquella noche. Le dijo a su compañera de cuarto: "Voy a darme un baño de pies, Rosibel. Hoy los usé mucho''. "Ah, vaya --contestó Rosibel--. Entonces yo tendré que darme un baño de asiento''. (Tampoco le entendí)... FIN.

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