EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Se casó un joven experto en computadoras, pero que no sabía nada de la vida. En la noche de bodas no sucedió nada: el muchacho no pudo localizar el enter... Ovonio Grandbolier, el hombre más holgazán de la comarca, estaba viendo el futbol en la tele. Sostenía una cerveza en cada mano. Su esposa le explicó a la vecina: "Ésa es la idea que mi marido tiene de una dieta balanceada"... Don Carrascas, hombre de mal genio, estaba comiendo en un restaurante. "¡Mesero! -llamó con ronca voz-. ¡Quiero una botella de vino!". Preguntó el camarero: "¿Qué año?". "¡Cómo que qué año, majadero! -rugió furioso don Carrascas-. ¡La quiero ahora mismo!"... Un señor le contó a otro: "Empecé a boxear en el gimnasio para bajar de peso. En una semana ya he perdido cuatro". Preguntó el amigo: "¿Kilos o libras?". "Dientes -precisó el señor... Tarambo, sujeto de vida desordenada, pasó a mejor vida, y su mujer lloraba desconsoladamente. "No te aflijas -trató de consolarla el Padre Arsilio-. Tu marido ya está en el Cielo". "¿Y ahí va a seguir, Padre?'' -preguntó entre su llanto la señora. "Claro que sí, hija mía -respondió el bondadoso sacerdote-. Ahí estará toda la eternidad". "Bueno -suspiró ella con resignación-. Por lo menos ahora voy a saber dónde pasa las noches ese desgraciado"... Decía un antiguo refrán: "Cada viejito alaba su bordoncito". En efecto, quienes han vivido muchos años tienden a encomiar sus tiempos y a decir que los actuales no son tan buenos como aquéllos. Yo procuro huir de esa tentación. Miro las cosas buenas que ahora hay y llego a la conclusión de que no todo tiempo pasado fue mejor. En campos como el de la Medicina, por ejemplo, se han hecho importantísimos avances que nos han alargado considerablemente las expectativas de vida, y que nos permiten vivir al amparo de muchos males que antes agobiaban a la humanidad doliente. Había en mi ciudad un conocido médico a quien la gente llamaba el doctor Ato, pues sostenía la tesis de que todas las enfermedades del cuerpo se podían curar con sustancias cuyos nombres terminaban en -ato: los males de la cabeza, con salicilato; los del pecho, con benzoato; los del estómago, con carbonato, y los de más abajo, secretos y temibles, con permanganato. Tan reducida farmacopea era insuficiente, claro, y así la vida de muchos se acortaba por dolencias que ahora serían curadas con una pastilla, una inyección o una sencilla intervención quirúrgica. Mi abuela Liberata, que goza ya de Dios, y Él de su compañía, quedó ciega a consecuencia de unas cataratas cuando apenas había cumplido 60 años. En los tiempos que hoy vivimos habría recuperado la visión con una de esas prodigiosas operaciones que los oftalmólogos realizan como parte de su rutina diaria. Cosas muy buenas tenían los tiempos del ayer, es cierto. Pero el hoy tiene también cosas excelentes que debemos agradecer y aprovechar. Don Eglogio, campesino, llegó a su casa en horas de la noche. "¿Por qué tardaste tanto?" -le preguntó su esposa. "Ya venía -respondió él-, pero vi al señor cura que iba a pie por el camino. Lo invité a venir conmigo en el carretón. Subió él, y a partir de ese momento las malditas mulas ya no entendieron ni una sola de las palabras que les dije"... Libidiano Pitonier, galán concupiscente, le propuso a la atractiva y culta chica: "¿Qué te parece, guapa, si vamos a mi departamento a pasar un agradable rato?". Respondió ella: "Temo que tu proclividad a incurrir en frívolos deliquios voluptuosos impídenme interactuar contigo en devaneos que a más de fútiles están en abierta oposición con mis principios axiológicos". Turulato quedó Libidiano al escuchar. Le dijo a la muchacha: "No pesqué nada". Y replicó ella con una sonrisa: "Tú lo has dicho"... Pocos saben cómo y por qué se inventó el cinturón de castidad. Voy a decirlo. Sir Galahad iba a partir a las Cruzadas. Un vendedor de seguros se enteró de su partida y fue a ofrecerle un seguro de vida. Sir Galahad se mostraba renuente a comprarlo. El tipo le insinuó con mucho tacto que podía morir en el largo viaje hasta Jerusalén, o en algún combate con los infieles. "¿Y qué va a hacer vuestra esposa cuando os hayáis ido?" -terminó dramáticamente el vendedor. Sir Galahad se quedó pensando en lo que haría su esposa cuando él se hubiera ido. Fue entonces cuando inventó el cinturón de castidad... FIN.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 856522

elsiglo.mx