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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le dijo a una linda chica: “¿Te parece si vamos a mi departamento y jugamos a la magia?”. Le preguntó ella: “¿Cómo se juega eso?”. Respondió el salaz sujeto: “Yo te echo un par de polvos, y luego tú te desapareces”. El hijo mayor de Babalucas les salió a sus papás con la novedad de que su novia iba a tener bebé. Le preguntó la madre, recelosa: “¿Y estás seguro de que la criatura es tuya?”. No pasaron muchos días, y la hija resultó también con la misma novedad: iba a ser mamá. De inmediato Babalucas le preguntó: “¿Y estás segura de que la criatura es tuya?”. Pepito se hallaba recostado en la hamaca del jardín de su casa. Tenía en una mano un bote de cerveza y en la otra un ejemplar de la revista Playboy. Llegó un vendedor y le preguntó: “¿Están en casa tus papás, buen niño?”. Le contestó el chiquillo: “¿Usted qué cree?”. Don Poseidón, granjero acomodado, estaba arreglando la letrina de su casa. Perdió pisada y cayó a la fosa séptica. De inmediato empezó a gritar con grandes voces: “¡Sexo, sexo!”. Los granjeros vecinos oyeron sus gritos, acudieron a toda prisa y lo sacaron del incómodo sitio en que se hallaba. Le preguntaron luego: “¿Dónde, hay sexo?”. “En ninguna parte, caborones -masculló don Poseidón, mohíno-. Pero ¿habrían venido si grito: ‘¡Caca, caca!’?”. En la reunión del dominó los cuatro jóvenes solteros hablaban de su idea de la mujer perfecta. “Yo quiero para mí -dijo el primero una mujer sencilla, hacendosa, dedicada a nuestro hogar y al cuidado mío y de nuestros hijos”. “A mí me gustaría -habló el segundo- una mujer que compartiera mi gusto por los viajes y las aventuras a campo abierto”. Manifestó el tercero: “Yo sueño con una mujer que disfrute lo mismo que yo: la buena mesa, los buenos vinos, la lectura, la música y el cine”. Declaró el último: “En mi opinión, la mujer ideal sería aquella que fuera muda, ninfómana, y propietaria de un restorán y un bar”. Don Disfuncio, senescente caballero, tenía problemas para izar el lábaro de su masculinidad. Oyó hablar de la pastilla azul, y para asegurarse de sus resultados se tomó cinco de un golpe. Grave error: era débil de corazón el caballero, y además del otro sufrió un paro cardíaco que lo sacó del mundo. Su viuda pidió que le dieran a su esposo cristiana sepultura en la cripta familiar. “Lo siento, señora -le informó el hombre de la funeraria-. Tendremos que incinerar a su marido”. “¿Por qué?” -inquirió ella. Explicó el hombre: “No hemos podido cerrar la tapa del ataúd”. Hermosa ciudad es Boston. A más de Nueva York, San Francisco y Nueva Orléans, es de las pocas ciudades norteamericanas con elegancia, personalidad y estilo propios. Las demás son solo Main Street y partes adyacentes (lo dijo Sinclair Lewis). Maravillosos atractivos tiene Boston. Los amantes de la pintura y la escultura encontrarán deleite en su extraordinario Museum of Fine Arts. Quienes gustan de la música disfrutarán los conciertos de la Sinfónica de Boston y de la legendaria Boston Pops. Los aficionados a los deportes gozarán de partidos trepidantes con los Medias Rojas en el ya centenario Fenway Park, o con los Boston Celtics o los New England Patriots. Los paseos por el Common o por el Quincy Market, lugar de inacabables delicias gastronómicas, son inolvidables, lo mismo que las visitas a los lugares históricos de la ciudad, aquellos donde tuvieron sitio la Masacre de Boston, en The Old State House; el Tea Party y la batalla de Bunker Hill. No muy lejos de Boston hay otros sitios que se deben conocer: Cape Cod; Martha’s Vineyard y Nantucket Island; New Bedford, donde quien esto escribe recaló en sus andanzas de escribidor aventurero, movido por el fantasma deMelville y por la eterna realidad deMoby Dick-. Ahí estuve en el Standard-Times, al lado de Elmer Rodrigues, sabio señor que tenía prosapia de balleneros portugueses, y sus modos de maldecir. Jamás olvidaré el clam chowder de The Yankee Clipper, fonda de pescadores, humeante y aromática delicia que convertía el más gélido de los días invernales en un cálido veranillo indio. Ciudad maravillosa es Boston, y Massachusetts un estado lleno de atractivos. A conocerlos y gozarlos debería dedicar su tiempo Felipe Calderón, y no a escribir ramplonerías en 140 caracteres, ni a meter la mano en donde ya no tiene mano. FIN.

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