La esposa del Hombre Lobo invitó a un grupo de amigas a cenar en el jardín de su casa. La noche era preciosa, no sólo de plenilunio, sino también de luna llena. Gozando estaban las señoras el convivio y aquel bello espectáculo lunar cuando se sobresaltaron al escuchar de pronto aullidos espantosos, terribles ululatos, bramidos bestiales y rugidos como de fiera. Al oír aquello se les encueró el chinito. (Nota de la redacción: Seguramente nuestro amable colaborador quiso decir "se les enchinó el cuerito"). La mujer del Hombre Lobo las tranquilizó. "No se asusten -les dijo-. Es mi marido. Así se pone cuando está en sus días"... Otra historieta sobre el mismo tema... Simpliciano, joven sin malicia, tenía la desdicha de ser vecino de Capronio, hombre incivil y desconsiderado. Un día le contó: "Fui al cine con mi novia a ver una película de horror". Le preguntó Capronio: "¿Qué película era ésa?". Respondió Simpliciano: "Se llama 'La novia de Frankenstein'". "¿De veras? -se interesó el sujeto-. Y ¿cómo es ella?". Describió el muchacho: "Tiene los pelos crespos y amarillos; los ojos sanguinolentos; la mirada torva; los dientes desiguales, torcidos y afilados; las manos con uñas corvas como garras de animal feroz". "¡Qué cosa tan horrible! -exclamó con fingido azoro el tal Capronio-. Y la novia de Frankenstein ¿cómo es?"... El entrevistador le preguntó a Babalucas: "Si pudiera usted conversar con algún personaje famoso, vivo o muerto, ¿a quién escogería?". Respondió sin vacilar el tontiloco: "Al vivo"... Anunció el mago en su espectáculo teatral: "Ahora, señoras y señores, haré el acto de partir a una mujer por la mitad con un serrucho. La peligrosidad de este experimento es mayor en este caso si se toma en cuenta que mi propia hermana se ha ofrecido como voluntaria para participar en él". Un aplauso saludó la aparición de la hermana del mago, que entró en la caja respectiva. La cerró el hombre; tomó un gran serrucho, y a los compases de una ominosa música empezó a serruchar la caja. Al terminar de serrucharla la abrió. "¡Joder! -profirió consternado-. ¡Ahora es mi media hermana!"... En este pobre país, tan rico; en este rico país, tan pobre, la corrupción, la impunidad y la ilegalidad son marcas registradas. Los mayores abusos de los políticos y demás gente poderosa quedan sin castigo, y sus excesos son vistos en igual forma que se miran los fenómenos naturales -inundaciones, terremotos, huracanes-, como fruto de una voluntad superior, y contra los cuales nada es posible hacer. Vivimos en un país subdesarrollado en donde todo intento de desarrollo es frustrado por politiquerías o intereses particulares. La violencia no tiene límite por la falta de aplicación de las leyes, pues todos hacen con ellas lo que les viene en gana. Por ser hoy lunes no puedo hacer un análisis profundo y reflexivo acerca de esa situación tan deplorable. (Nota de la redacción: Nuestro estimado colaborador tampoco puede hacer análisis profundos y reflexivos los martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos). Sólo diré una frase que si bien no merece ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero acaso tenga la suficiente calidad para grabarla en plastilina verde: si México no llega a ser un estado de derecho, bien pronto llegará a ser un estado de desecho... ¡Alto ahí, fruslero escribidor! Ya comenzaste a hacer juegos de palabras, y cuando los haces tus escritos se vuelven infumables, insufribles, ingustables e ilegibles. Mejor relata un chascarrillo final, y luego haz un discreto mutis hasta el día de mañana. La República te lo agradecerá... Analogio solía ver la televisión en la cama. Tanto lo absorbía la tele que jamás cumplía su deber de esposo. Eso tenía insatisfecha a su mujer, que decía: "Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión". En vano lo decía: su mentecato cónyuge no despegaba los ojos del televisor. Cansada de esa situación la señora fue a una tienda especializada en lencería erótica y le pidió a la encargada que le mostrara un negligé. La mujer le presentó uno de encaje negro con moñitos rojos; brevísimo, vaporoso, transparente; tan sensual que habría puesto a prueba la castidad del más flagelado anacoreta. "No está mal -opinó la señora-. Pero hágame el favor de ponerle en todo el frente botones de tamaño grande negros y rojos. "¿Botones negros y rojos? -se asombró la empleada-. ¿Por qué?". Respondió la señora: "Quiero ver si mi marido me agarra creyendo que soy el control remoto de la tele"... FIN.