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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El anfitrión de la fiesta levantó su copa y dijo magnílocuo y altisonante: "Señoras y señores: brindo por las horas más felices de mi vida: aquellas que pasé en brazos de la esposa de otro hombre". Al oír semejante cosa los invitados quedaron en suspenso. Se hizo un silencio cargado de tensión. Y remató el orador con tono conmovido: "¡Mi madre!". Una tempestad de aplausos saludó aquella salida, ingeniosa y emotiva al mismo tiempo. Un compadre del anfitrión, algo pasado ya de copas, quiso emular el brindis. Se puso en pie, alzó su copa y declamó: "Damas y caballeros: yo brindo también por las horas más felices de mi vida: aquellas que pasé, lo mismo que mi compadrito, en brazos de la esposa de otro hombre". Los invitados guardaron silencio, esperando otra salida igual. Lo que recibieron fue una noticia inesperada. El temulento remató, triunfal: "¡Mi comadre!"... La señorita Peripalda, catequista, hablaba de las recompensas celestiales. "En el Cielo -dijo- la corona más grande la llevarán los mártires". Pepito, como siempre, estaba papando moscas. "A ver, Pepito -le preguntó la señorita Peripalda-. ¿Quiénes llevarán en el Cielo las coronas más grandes?". Tomado por sorpresa, Pepito aventuró una respuesta: "¿Los cabezones?"... El tímido empleado le dijo nerviosamente a su severo jefe: "Don Algón: necesito que me permita faltar al trabajo hoy en la tarde". "¿Por qué?" -preguntó el fiero señor frunciendo, entre otras cosas, el ceño. "Falleció mi suegra -explicó el hombrecito-, y quiero asistir a su sepelio". "¡Ah no! -se irritó el ejecutivo-. ¡Primero está la obligación que la diversión!"... Yo tampoco estoy de acuerdo con el impuesto que se aplicará a los refrescos azucarados. Debo decir, por principio de cuentas, que desde hace buen tiempo he dejado de tomarlos. Ocasionalmente bebo alguno -de ningún fanatismo soy fanático-, pero nunca de los llamados "de cola", aunque se escuche feo. No renuncié a ellos por razones de salud o dieta, sino sencillamente porque un buen día me cansé de tomarlos, y porque me di cuenta de que las bebidas naturales son mejores, más sabrosas, nutritivas y sanas, y no me provocan ninguno de los efectos que los refrescos embotellados me causaban. Eso no significa que deje de advertir que esos refrescos son artículo de primera necesidad para la mayoría de los mexicanos, especialmente los de condición económica precaria, que encuentran en ellos una fuente de energía rápida y fácilmente accesible. Sobre ellos recaerá el peso de ese nuevo gravamen. Otra vez los más pobres pagarán el costo de las reformas gobiernistas. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida -no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que no tiene mandamientos, sino sólo amables recomendaciones-, dijo en su ominoso sermón: "¡El precio que paga el pecador siempre es muy alto!". Afrodisio Pitongo le comentó en voz baja a su vecino de banca: "Tiene razón el reverendo. Anoche pagué mil 500 pesos, y la vieja ni siquiera estaba tan buena"... La señorita Solicia Sinpitier solía comer de vez en cuando en un pequeño restorán llamado "Los desequilibrios de Johann Wolfgang von Goethe". Una tarde la madura célibe vio algo que le llamó grandemente la atención. Y digo grandemente. Hizo venir al mesero; le pidió pluma y papel, y luego de escribir algo le ordenó que entregara ese recado al hombre joven y galano que estaba en la mesa de enfrente. Leyó él aquel recado. Decía: "Caballero: tiene usted abierto el zipper de su pantalón, y se le ve todo, todo. Si alguna educación recibió haga el favor de abrochárselo discretamente, a fin de no estar dando un espectáculo que molesta y avergüenza al mismo tiempo, y que no sólo demuestra falta de cuidado por su parte, sino además va contra las buenas costumbres y contra la moral. Posdata: Me llamo Solicia Sinpitier, y mi teléfono es el 1454-978-3211"... Pimp, chulo de oficio, y su pupila Nela, fueron de vacaciones a la playa. Al regresar ella le dijo a su nutriólogo: "Salí de mi casa una semana, y rebajé 3 kilos". "Fue por el ejercicio que hizo -le dijo el facultativo-. Por eso perdió peso. Si se hubiera quedado todos esos días en la cama ¿cuánto calcula que habría ganado?". Respondió Nela: "Por lo menos 10 mil pesos"... FIN.

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