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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Languidio y su esposa fueron con el consejero matrimonial y le dijeron que su vida sexual era muy pobre. "Deben ustedes ejercitar la fantasía -les dice el consejero-. La próxima vez imaginen que están en un barco en alta mar. Eso les ayudará a sentirse mejor y a disfrutar más de todo''. Una semana después el consejero llamó por teléfono a la señora. Le preguntó: "¿Cómo van las cosas?''."-De mal en peor'' -responde ella tristemente. Inquirió el terapeuta: "¿Hicieron aquello que les dije, de imaginar que iban en un barco en alta mar?''. "No lo hicimos -contestó la señora-. Mi marido no pudo levantar el ancla''... El galán se presentó ante el papá de la muchacha a pedir la mano de su dulcinea. El severo genitor le preguntó: "Antes de cualquier otra cosa, joven, dígame: ¿bebe usted?". Con otra pregunta respondió el pretendiente: "Eso que me dice ¿es interrogatorio o es invitación?". "Me acuso, padre -confesó aquel hombre - de que anoche hice el amor con Bustolina Granderriére''. Preguntó el sacerdote: "Esa mujer que dices ¿es una señora joven, guapa, morena, de ojos verdes, con busto prominente, cadera grande y piernas bien torneadas?''. "Ésa es'' -dice el muchacho. "Pues no te puedo dar la absolución'' -le informó el cura. "¿Por qué, padre?'' -se sorprendió el muchacho. Respondió el confesor: "Porque para recibir la absolución es necesario el arrepentimiento, y si me dices que estás arrepentido no te lo voy a creer''. El que no sabe historia está condenado a que alguien se la recuerde. (La historia, digo). Me conmueve hasta el punto de sentir ternura el idealismo -por no decir supina ingenuidad- de las propuestas hechas por López Obrador, a fin de enfrentar y resistir las reformas propuestas por Peña Nieto. Eso de convocar a la gente a que no vea los programas de Televisa, que no compre en la Soriana, y que apague la luz en sus casas una hora los sábados de 7 a 8 de la noche, tendrá la misma respuesta que la ya tristemente célebre voz que clama en el desierto. Durante la guerra llamada de cristeros los defensores de la libertad religiosa convocaron al pueblo mexicano a un boicot parecido. Pidieron a la población que no comprara en las tiendas, sino lo estrictamente necesario para la sobrevivencia y que se abstuviera de toda diversión, sobre todo de ir al cine. El respetable público siguió comprando con mexicana alegría las mismas cosas superfluas que compraba siempre, y siguió yendo al cine con igual entusiasmo a ver las películas de Ramón Novarro y Pola Negri. El tal boicot fue un absoluto fracaso. Y no se compare la intensidad de la fe católica que movía entonces al pueblo mexicano con el moderado interés que el movimiento oposicionista de AMLO ha despertado entre la sociedad. Otra vez, parece, el llamado de López Obrador caerá en la gente igual que piedra en pozo. Sus propuestas carecen de viabilidad, y serán recibidas con indiferencia, excepción hecha de los más fervorosos partidarios del tabasqueño. Una cosa, sin embargo, le aplaudo y reconozco sin reservas: Su firme actitud de pacifismo, y su rechazo pertinaz de la violencia o el desorden como medio de sacar adelante sus propuestas. En un país crispado por graves problemas sociales y por las reformas del Gobierno, especialmente la hacendaria, una actitud así, de desobediencia civil pacífica, tiene un valor extraordinario, y se le debe alabar sin reservas a López Obrador. Soy el primero en hacerlo, aunque, lo digo desde ahora, al terminar de escribir esto voy a ir a la Soriana a comprar un kilo de costillas para asar -la carne que vende es excelente-, y luego iré al cine a ver la película de Eugenio Derbez, pues todos lo que la han visto me dicen que es muy buena. Beligerio y Pugnacia, mal maridados, tenían su enésima pelea. "Imposible que nos llevemos bien -dice él-. Hasta los astros nos separan: somos de signos diferentes''. "Es cierto -reconoce ella-. Yo soy una Libra y tú eres un indejo''... Amaneció por fin, y por fin terminó el ajetreo de la noche de bodas. Antes de acomodarse para dormir le dijo el robusto mocetón a su flamante y exhausta mujercita: "Astenia: quiero que sepas que pagué mil pesos por la licencia de matrimonio''. "¿Y luego?'' -preguntó la muchacha sin entender. "'Lleva la cuenta -le pidió el lacertoso marido-. Esta noche desquitaste nada más los tres primeros pesos''... FIN.

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