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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Noche clara de Belén. Nochecita de montaña. Los rebaños están quietos paciendo yerbas de plata. ¡Qué noche tan silenciosa con la promesa del alba! ¡Qué vientecillo travieso! ¡Qué luna maravillada! En el cielo las estrellas, y en las estrellas el alma... Y de súbito un lucero por el Oriente llegaba, y los cielos se encendían en regocijo de llamas. "Hermano: ¿qué es esto, di?''. "No sé, que nunca mirara una luz con tanta luz y una blancura tan blanca''. Y luego, desde lo alto, coros de ángeles que cantan: "Gloria a Dios en las alturas y paz a todas las almas''. Y dice un ángel: "Pastores: en una humilde morada ha nacido el Niño Dios, el Redentor de las almas''. "¡Vamos allá!'' -gritan todos-. Y todos se apresuraban. Pero ¿quién se quedará a cuidar de la majada? Yo, por ser el más pequeño y el más humilde en la casa. Y todos van al portal, y sólo yo me quedaba viendo brillar el lucero en cada una de mis lágrimas... Y después, cuando volvieron, ¡qué maravillas contaban! Aquél portal lleno de ángeles; aquel buey, aquella vaca; aquellos cantos de dicha; aquellas alegres danzas; los pastores dando al Niño los regalos que llevaban; y el Niño que sonreía, y la Virgen que cantaba, y San José que reía, y yo... que reía y lloraba, porque nomás yo no vi lo que los otros miraran. Y me fui a llorar muy lejos, donde no vieran mis lágrimas. Señor, ¿por qué soy pequeño? Señor, si no me quedara hubiera visto al niñito y a la Virgen soberana. ¿Es que me hiciste tan pobre que no alcancé ni Tu gracia?... Y de pronto, ¡oh, maravilla! ¡Un resplandor me rodeaba! Yo no podía creer lo que mis ojos miraban. Junto a mí estaba la Virgen; al Niño en brazos llevaba, y a su lado San José con el ángel que los guiaba. "No llores'' -dijo la Virgen. Y con sus manitas blancas, como si fuera mi madre, las lágrimas me enjugaba. "Supe que estabas muy triste porque el rebaño cuidabas y no viste en el pesebre al Niño Dios, y llorabas. Pero no estés triste ya: Su regalo son tus lágrimas, pues las lágrimas de amor son la ofrenda más preciada''. Eso me dijo la Virgen. Y luego ¡quién lo soñara! me puso al Niño en los brazos para que yo lo arrullara. Y yo me sentí en el cielo, ¡como que en el cielo estaba! Y otra vez habló la Virgen; no olvidaré sus palabras. Dijo María: "Mi niño lloró porque tú llorabas. Quiere que nadie esté solo ni triste como tú estabas. Y por eso desde hoy, cada año en todas las casas volverá a nacer Jesús en esta misma mañana. Mi Hijo a todos los hombres su Navidad les regala. Ya siempre estarán con ellos su bien, su amor y su gracia. Tú eres mi hijo también. Busca a tus hermanos, anda; diles lo que te diría el Niño Jesús si hablara. Cada año habrá Navidad; nacerá Dios en las almas, y en ellas la paz de Dios todo el año hará su casa''. Así me dijo María. Y, como ella me ordenara, aquí vine, y aquí estoy, con la promesa anhelada. Les doy esta buena nueva que la Virgen me anunciara: Cada año nacerá el Niño Jesús en nuestra morada. Nadie estará solo ya, ni triste como yo estaba. El amor de Dios por siempre desde ahora nos acompaña. Cada Navidad tendremos dicha recién estrenada. Volverá a nacer Jesús de las benditas entrañas de María. San José buscará otra vez posada, y nos cantarán los ángeles su música concertada. Los hombres se alegrarán; será un portal cada casa. ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡A los hombres esperanza! En el cielo las estrellas, y en las estrellas el alma... El texto que mis cuatro lectores acaban de leer -espero- pertenece a una pastorela que hace más de 30 años escribí y que desde entonces se representa cada diciembre en mi ciudad, Saltillo, como parte de sus tradiciones navideñas. La gente ha hecho suya esa pastorela, y va a verla una y otra vez, como si fuera la primera. El gran Teatro Fernando Soler se llena siempre a su máxima capacidad, y siempre tengo la satisfacción de ver en las taquillas, el día de la representación, el clásico letrero: "Localidades agotadas". Doy gracias a mis paisanos por su afecto, y doy gracias a Luly, mi adorada hija, y a su esposo Rafa, que con amor se encargan cada año de llevar la pastorela al palco escénico -así se decía antes-, y que cuidan de todos los detalles de la representación. Así perpetúan la tradición teatral que de mi madre recibí. A ella está dedicada esta pequeña obra. A mis cuatro lectores ¡una feliz Navidad!... FIN.

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