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De Sodoma a Disneylandia

GENARO LOZANO

Barack Obama acaba de volver a demostrar cómo un presidente puede cambiar de opinión y corregir el rumbo. Si como candidato presidencial, Obama era conservador en la defensa de los derechos de las poblaciones lésbico-gays-bisexuales-trans (LGBT), como presidente ha ido saliendo del clóset en su apoyo a las principales reivindicaciones de esos colectivos.

Como senador federal y como candidato presidencial, prácticamente de 2004 a 2008, Obama decía una y otra vez que no estaba a favor de los matrimonios entre parejas del mismo sexo y que por el contrario favorecía las uniones civiles o los llamados domestic partnerships. Su negativa era clara.

Estados Unidos había salido del proceso electoral de 2004 muy polarizado respecto al tema del matrimonio gay. El mismo expresidente Bush usó una propuesta de enmienda constitucional para definir el matrimonio términos heterosexuales como movilizador del voto conservador. La opinión pública seguía dividida casi por igual respecto a este tema y por ello el entonces senador afroamericano no se atrevía en ese momento a abanderar la causa del matrimonio gay. En la lectura de Obama un afroamericano la tenía difícil para conseguir la nominación presidencial de su partido y más aún si apoyaba esa causa.

Una vez llegado a la presidencia, durante su primer mandato Obama mantuvo silencio con respecto a este tema. Decretó, eso sí, darle derechos de seguridad social a los empleados LGBT del Gobierno federal, casi desde el inicio de su gobierno. A partir de 2012, una vez conseguida la reelección al cargo, Obama ya no pudo contener su postura respecto al matrimonio gay. Las encuestas revelaban una profunda transformación de la población respecto a ese tema en los últimos 8 años.

Si en 2004 la población estaba dividida, para 2010 por primera vez se registraba una mayoría en el apoyo al matrimonio gay. Desde entonces, esa mayoría se ha solidificado y ampliado hasta registrar un 57% de apoyo, en una encuesta de la Universidad de Quinnipac. Obama reaccionó lentamente y declaró su sí al matrimonio gay sólo una vez que ya era seguro que los estadounidenses apoyaban el tema.

Ese paso de la diversidad sexual de la marginalidad al centro acaba de mostrar un signo más. El Senado aprobó la semana pasada por una votación de 64 votos a favor y 34 en contra la llamada Employment Non-Discrimination Act (ENDA) una ley que a lo largo de los últimos 40 años había sido introducida en el Congreso con nombres distintos y que busca prohibir la discriminación laboral por motivos de orientación sexual y ahora también por identidad de género.

La aprobación de esa ley en el Senado marca la pauta del cambio en el debate público en torno a la diversidad sexual. El combate a la discriminación por orientación sexual irrumpió en la agenda pública desde los años 60 en Estados Unidos. Una vez que fuera aprobada la Ley de los Derechos Civiles de 1964 y que para muchos era la única herramienta legislativa necesaria para terminar con la discriminación de los sectores más discriminados hasta ese momento: los afroamericanos.

Sin embargo, a partir de los 70 los primeros colectivos LGBT se dieron cuenta de que esa ley no era suficiente e iniciaron el cabildeo que 40 años después logró la aprobación de ENDA y con la incorporación no solo de la orientación sexual sino también, por primera vez en una ley federal, la de la identidad de género.

El Senado también vio el cambio en las encuestas. A mediados de los 90 se presentó una iniciativa similar que no incluía la protección a la identidad de género, pero la iniciativa murió en el Senado por un solo voto. El apoyo ciudadano simplemente no existía. Para 2013, un 69% de los estadounidenses respalda ENDA, de acuerdo con la organización Human Rights Campaign, y los senadores tomaron en cuenta esa cifra para emitir su voto. De hecho, 10 senadores republicanos votaron a favor de la ley, con todo y la inclusión de la identidad de género, pero con excepciones para algunas iglesias y clubes privados.

Ahora la ley debe ser aprobada por la Cámara de Representantes, donde el líder John Boehner se encuentra secuestrado por el ala más radical del Partido Republicano y del Tea Party, sectores que han calificado a ENDA como una ley innecesaria e intrusiva por parte del Gobierno federal en la actividad de las empresas, así como "caótica" por el reconocimiento de la identidad de género. Boehner ya ha dicho que usará su poder para que la ley no sea discutida en la Cámara, pero el presidente Obama y las organizaciones LGBT están presionando para que ENDA sea debatida.

Pasar de la marginalidad al centro ha sido un logro de activistas que en los últimos 40 años no han cedido en demandar políticas públicas que protejan la diversidad sexual. Lo han hecho con cabildeo legislativo, con aliados empresariales, educando a las iglesias que se han ido abriendo a la diversidad e insistiéndole a los presidentes en turno que, como dijera recientemente Hillary Clinton, los derechos LGBT son también derechos humanos. 40 años después hay ya un presidente en la Casa Blanca que escucha. 40 años después se cerró la puerta de Sodoma y se entró a la de Disneylandia.

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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