Me preguntaron ¿qué vas a hacer el viernes? Contesté que nada. Fue entonces cuando me dijeron ¡vamos a la fiesta de Kevin Bacon! Yo respondí "¡vamos!". Hay días que mi vida es así de simple. Y aquí me tienen contándoles la historia, porque eso es lo bueno de los columnistas, que pueden escribir sobre su acontecer.
Como les iba diciendo, sin pensarlo, de pronto y a lo tonto ya estábamos en Nueva York. Congelándonos, pero con una invitación exclusivísima para acompañar a Kevin. Bueno, cuando digo 'estábamos' me refiero a Laura, mi hermana menor, y yo, su columnista. Que no es que seamos muy fiesteras ni viajadoras, ni tan neoyorquinas, y la verdad ¡ni tan cercanas a Kevin Bacon!
Lo que pasa es que soy una gran aficionada a las series de televisión que tienen que ver con criminales. Y ella, la menor, es muy fanática (muy) de un actor británico llamado James Purefoy, quien es un tipazo, amigable y besucón.
Pues resulta que Kevin y el señor Purefoy son los protagonistas de The Following, una serie buenísima en la que son policía y asesino serial, y que pronto se estrenará por Warner Channel. Por eso fuimos a dar a la premier (por puro gusto), por apoyar a los actores que se ganan la vida con personajes intensos y retorcidos. Solidaridad ante todo.
Ese día los termómetros en Nueva York marcaban cero grados, pero decían por televisión que la "sensación térmica era de menos 3", supongo que por espantar al televidente. Pero como soy bastante sangre fría, me forré como tamal y me fui al evento, que fue en un lugar increíble: The New York Public Library. También porque me acordé que ahí se refugiaron en la película El Día Después de Mañana cuando la Tierra se congelaba y supuse que conservarían la fantástica calefacción.
De verdad, es un sitio que siempre me ha inspirado, pero ahora le guardo más cariño por las ganas de recibir al visitante y la versatilidad que encierra: en el día es una de las bibliotecas más importantes del mundo y por la noche ¡un lugarzazo de tragos y canapés! Es un palacio de la cultura, pero también donde plantaron a Carrie Bradshaw el día de su boda. En la mañana, silencio, libros y estudiosos; en la tarde, ambientación tenebrosa, ruido y champaña. ¡Viva Nueva York!
Antes de la diversión a lo grande, vimos el primer capítulo de The Following, en la que si no te pones listo te mueres de un sobresalto. Porque el suspenso y los sustos son como de película de terror y el asesino maldito es un guapo profesor de literatura (fan de Édgar Allan Poe), lo que nos deja de moraleja es que no podemos confiar en nadie. En nadie.
Lo que más me impresionó fue lo joven que se ve Kevin a sus 54 (¡inmaculado!). Eso, y las palomitas acarameladas con trozos gordos de tocino, era ¡una maravilla! (ah qué buenas ideas tienen los señores dulceros, un homenaje silencioso a Bacon).
Cuando platicamos estuve a punto de felicitar a Kevin porque cumplió 20 años de casado con la actriz Kyra Sedgwick y, no sé ustedes, pero yo creo que esos records hay que celebrarlos. Pero esa noche estábamos reunidos para hablar de puñaladas y asesinatos, no de amor conyugal, y no seré la que pase a la historia por andar mezclando temas.
Perdón porque en esta columna hablaría de las truculencias del ciclista Armstrong (sí sabe andar en bici, ¿verdad? ¿O tampoco?), pero tenía otras prioridades en la agenda bilateral.
