Soy una mujer madura, divorciada, que ya tuvo un hijo, plantó un árbol y escribió un libro. O sea, que ya estoy por encima de casi cualquier cosa. Pero hay veces que, mejor, me gustaría... ¡ser Belinda!
No se rían, respeten. ¿Se han puesto a pensar lo bonito que sería? Andar por la vida con ese cuerpazo, ese talento, con tus papás detrás de ti en plan guardaespaldas, hacer fotos en bikini cualquier día, que los señores se mueran por ti porque tienes 23 años, correr de las conferencias de prensa a los reporteros que te caen mal, dominar la ropa diminuta y los tacones enormes, hacer lo que se te pega la gana, operarte lo que quieras y ser super exitosa. Yo sí quisiera, la verdad.
Es que estaba leyendo un reportaje donde la cantante, quien recién lanzó el álbum Catarsis, cuenta que tocó fondo y ya salió adelante. Yo digo que hay 'fondos' más 'fondos' que otros, pero resurgir de las cenizas siempre tiene su mérito.
Pues ya les digo, me gustaría ser Belinda para hacer comerciales de útiles y cuadernos, participar en doblajes y, sobre todo, para cantar "Bella Traición", que me fascina ("porque sin ti no me importan los minutos ni los días...") y está en mi lista de 'canciones favoritas para desahogarte en el coche'. Ya saben, de esas que cuando las cantas a grito pelado en el tráfico todos te ven con cara de "pobrecita, lo que estará viviendo" (jaja). Otras de dicho repertorio son "Mientes", de Camila, y "Ya no quiero", de Jesse y Joy.
La única cosa que no me gustaría, si estuviera en los zapatos de Belinda, es que no tiene suerte en el amor. ¿Qué canija es la vida, no? La vida te dice "te doy unas cosas, pero te quito otras". La famosa ley de la compensación. Y puestos a elegir, yo quisiera amor antes que cuerpazo. Por supuesto, no me refiero a un amorcillo regular, sino al amor sin final, como el de la película Amour.
Es que al fin me armé de valor y la vi, porque todos me recomendaban evitarla para no deprimirme. Es una cinta muy polémica que compite en varias categorías para el Oscar, entre ellas la de Mejor Película. Qué bueno que las señoras que estaban en mi cine no votan en la Academia porque al salir todas decían "¡qué porquería!", "no me gustó ni tantito", "lástima de actores, qué desperdicio" y otras perlas. Lo que es un desastre a nivel 'reacción de los espectadores'. Nada más les faltó aventar las palomitas contra la pantalla. Pues a mí me encantó. Qué manera de abordar la vejez, la enfermedad, el compañerismo y las maldiciones que el destino nos tiene guardadas.
¿Les cuento el final? Bueno, sólo les digo que la cosa no termina bien, pero la pareja de octogenarios protagonistas dan una gran lección de amor. Y a esta columnista le emocionan las lecciones de amor en cualquiera de sus formas. Antes no me pasaba, pero probé el amor marca Acme y ya no me conformo con migajas (claro, a menos que no haya nada más, ja). Además, lo mío es fisiológico. A los 46 años las hormonas se alborotan y te entran unos romanticismos medio involuntarios. También te pones cursi, se te cuelgan los pómulos y te salen pelos inoportunos y desubicados, pero eso es material para otra columna titulada "El Bajón".
A lo que iba, es que creo que las señoras del cine (promedio de edad: 70) estaban tan enojadas porque se identificaron con la viejita de la película, pero sus maridos no son tan encantadores y solidarios como el de la pantalla.
Pues, señoras mías, les haré llegar un libro que acabo de recibir, titulado "29 Claves para Encontrar Pareja", de Tere Díaz y Manuel Turrent, que es una guía para elegir un buen amor. Que 29 se me hacen muchas, tampoco hay que exagerar.
Yo lo que digo es que nunca es tarde para encontrar a alguien que muera por ti.