Tengo amenazas casi de muerte en Argentina, al homenajeado no le gustó y las defensoras de la mujer me quieren colgar por dedicarle tantas páginas a un "misógino" (así le dijeron), pero, fuera de eso, mi libro tributo a Luis Miguel va de maravilla.
Por eso dicen los lectores románticos que "un libro es una aventura", pero no porque te transporte a cualquier sitio, sino porque nunca se sabe qué va a provocar.
Personalmente, esperaba los insultos de los grandes escritores, que mal miran a los primerizos, pero nunca pensé que publicar mi primera obra me pusiera en peligro mortal.
Resulta que hay unas fans del SOL, que más que admiradoras de un cantante parecen talibanes, me han advertido literal: "Si pisas la Argentina, atente a las consecuencias, a lo mejor no vives para contarlo". Ay nanita. Unas, porque escribí información prohibida sobre su ídolo, otras, por celos, y las últimas, porque hubo problemas con el envío de sus libros y creen que eso debe pagarlo con sangre la flamante autora, que soy yo.
El libro ya voló y está en lugares tan exóticos y lejanos como la India, Brasil, Australia, Italia, Estados Unidos y Chile, aunque la gira de promoción que me llena de ilusión es la que haré pronto a Bayamón (Puerto Rico).
No sé, me divierte el nombre (ja, ja) y me encanta que también le digan "Ciudad del Chicharrón". ¿Se imaginan? Seré la escritora que triunfó (espero) en la Ciudad del Chicharrón y el "pan de cachete".
Por fortuna, "MICKY" (el libro), aparte de provocar algunas locuras, me ha puesto en situaciones más venturosas y menos arriesgadas. Hace unos días tuve el privilegio de participar en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, lugar maravilloso en el que había estado pero haciendo otras cosas (decentes e indecentes, en honor a la verdad).
Una vez estuve como reportera y lo que me impactó fue que uno de los ejemplares mejor colocados y vendidos era el de Jo Jo Jorge Falcón, titulado "El Lado Bueno de la Vida" (¡toma, Carlos Fuentes!), que, por supuesto, estaba más divertido que uno de García Márquez que circulaba en esa época.
Otra vez fui en calidad de observadora arquitectónica y tenía que poner mucha atención en "las pilastras dobles que flanquean los balcones y la gran escalera imperial", aunque debo confesar que a los 6 años de edad lo que hacía era reírme para adentro (técnica que he perfeccionado con los años) y pensar: "Pobre de mi padre, cree que tiene una hija aplicada".
Porque sepan que mi papá fue egresado de la Facultad de Ingeniería y cuando pasaron los años, y tuvo 6 hijos bastante latosos, nos llevaba los fines de semana de paseo al Centro Histórico y nos paraba en filita en la acera de enfrente de Minería para que admiráramos el proyecto de Tolsá, mientras decía orgulloso: "Niños, yo estudié ahí. Ésta es mi escuela".
Él tan orondo y yo imaginando cómo sería la hora del recreo en tal patio y qué le daría mi abuela Dominga, también conocida como Lolita, de lunch (era de ocurrencias).
También nos contaba que un día hubo un baile increíble en el Palacio y mi madre se puso su vestido de novia recortado y se veía espectacular (desde entonces ya venía muy fuerte el reciclaje, ¡somos una familia tan vanguardista!).
Por eso y más fue muy emocionante presentar ahí mi primer libro: en el Palacio. Aunque los expertos ya me recomendaron que para la próxima escriba mejor una novela, que suele ser más valorada que la no ficción. ¿No les digo? ¡Nunca queda bien una! Yo tan oronda, ellos tan insensibles.
