No sé ustedes, pero yo estoy muy emocionada con el encuentro del presidente Peña Nieto y el Papa Francisco. ¿Qué quieren que les diga? Los 46 años me tienen al filo del enternecimiento y las lágrimas a cada momento.
Es que yo veía a nuestro mandatario, vestido impecable, intercambiando impresiones con el Sumo Pontífice y me llené de alegría. Como dice mi madre: "mira qué bien arreglado anda siempre este señor". Eso sí, me puse muy nerviosa cuando doña Angélica quiso besar el anulum piscatoris (por más extraño que suene) y el Papa no se dejó. Que no y que no. Parecía decir "a mí nadie me besuquea la mano, soy el Papa avant-garde". Oigan, ¡esas cosas se avisan, por Dios! Si van a ponerse a cambiar las reglas en El Vaticano manden un correo que en el asunto diga: "cambios de último minuto, protocolos neo papales" (paparium protoculus) para que las Primeras Damas del mundo no pasen bochornos.
Ya ven lo que le pasó a la princesa Letizia, esposa de Felipe, nuera de Juan Carlos, quien pensó que Francisco era muy moderno y llegó de minifalda (jaja). Yo, sinceramente, no la culpo. Porque hay que traer una libretita en la mano para seguirle el paso al nuevo Papa, que nos trae de addendum en addendum. Perdón que lo diga, pero a mí tanto cambio, tanta innovación, tanta espontaneidad y tanto Jeep me parecen muy sospechosos.
Eso sí, la entronización fue preciosa y al grano. Se ve que pensó "si no corto la oración, se me duermen los fieles en pleno debut". Pues hizo muy bien, porque esos detalles el público los agradece mucho. Lo sé porque tengo mucha experiencia en las misas express, en mi parroquia hay unas increíbles que sólo duran 20 minutos: empiezan a las 20:30 horas y a las 21:00 ya estás en tu casa con la pijama puesta. ¡Es verdad! Te distraes tantito o tardas estacionándote y te pierdes el sermón y el 'santo'.
Mientras la familia presidencial mexicana volaba hacia Roma, esta columnista estaba en la Ciudad del Pecado invitada en una fiesta super moderna. Estoy consciente de que en Cuaresma hay que tratar de portarse mejor, pero hay invitaciones imposibles de rechazar. Eso sí, a mi favor debo decir que me hospedé en un hotel temático que tiene Capilla Sixtina y Plaza de San Marcos para sentirme parte del movimiento religioso actual. Además, aunque parezca mentira, en Las Vegas suceden cosas que hacen que hasta el más ateo crea en la existencia de Dios.
Pues ahí estaba yo, rodeada de veinteañeras semidesnudas, bebedoras y brinconas. Porque, según dice mi hijo, la música que toca el artista que vi esa noche "no se baila, se brinca". Claro, cuando estás en una edad que no está peleada con la gravedad puedes pararte de cabeza y no se te mueve nada. Pero trata de brincar a los 40 y sientes cómo te resquebrajas.
Después del concierto gigantesco en el Estadio Azteca, David Guetta tocó en una "Pool Party" en Las Vegas y ahí estaba yo, tratando de saltar donde se produce la noticia. Grité "I'am Titanium, I'am Titanium" para confundirme entre la multitud, tomé bebida estimulante con cerveza para no ser inadaptada y cuando empezaron los manoseos. ¡Corrí despavorida!
No piensen que soy una reportera que huye en plena misión, pero me conozco y si me aplican 'fricción', luego me quiero casar. Soy una de esas personas a las que sí les gusta que les besen el anulum (otra vez, por más extraño que suene).